¿Se puede analizar la película actual del fútbol argentino sin mirar la foto de la frustrada y escandalosa elección a presidente de AFA de diciembre? ¿Se puede soslayar que poco después de aquel episodio asumió un nuevo Gobierno Nacional? ¿Se puede creer que lo que mueve a un grupo de dirigentes a impulsar la creación de una Superliga es el deseo de mejorar la organización del fútbol doméstico? ¿Se puede comprender la intervención del edificio de la calle Viamonte sin observar a quién responde el titular de la Inspección General de Justicia? ¿Se puede ignorar la voluntad de una parte de la dirigencia, política y deportiva, de devolverle a sus antiguos dueños el negocio de la televisación de los partidos?
3 de diciembre de 2015. Hay siete personas paradas alrededor de una mesa. Su tarea es contabilizar los votos de 75 asambleístas. No parece un trabajo complejo pensando en la cantidad de votantes y en que hay sólo dos candidatos. Pero la Asamblea es de la Asociación del Fútbol Argentino. Y lo que está en juego es el timón que durante 36 años estuvo en manos de Julio Humberto Grondona. Entonces, todo puede pasar. Hasta lo inverosímil. Uno de los responsables del recuento se toma la cabeza y lanza una puteada al aire. La elección arroja un inexplicable 38 iguales.
A falta de 48 horas para el brindis de Año Nuevo la IGJ intima a las autoridades a fijar una nueva fecha para elegir presidente. Los tres veedores que dispuso la jueza María Servini de Cubría para monitorear los movimientos contables de la entidad —a partir de la denuncia de la legisladora porteña Graciela Ocaña sobre el destino del dinero del Fútbol Para Todos— llevan 6 meses de trabajo. Tiempo suficiente para notar el descalabro financiero que reina en Viamonte 1366 hace años. Sin embargo, del mismo modo que no hubo objeciones de la Justicia de cara a la votación anterior, no se advierte una intención de frenar el proceso eleccionario. Y mucho menos se habla de intervenir la AFA.
9 de enero de 2016. El presidente Mauricio Macri designa al frente de la Inspección General de Justicia a Sergio Brodsky, abogado especialista en sociedades y subsecretario académico de la Universidad de Buenos Aires. Un hombre que responde a Daniel Angelici, presidente de Boca y operador judicial del PRO. Además, tiene una estrecha relación con el abogado Darío Richarte, a quien Angelici puso de vice tercero en su club y llevó al Tribunal de Disciplina de AFA. Y no sólo eso: Richarte es el suplente del Tano si éste llegara a faltar al momento de la elección. Pero también fue número dos de la SIDE en tiempos de la presidencia malograda de Fernando De la Rúa, donde ató un fuerte vínculo con el exespía todopoderoso Jaime Stiuso.
Mientras Tinelli se broncea bajo el sol de Punta del Este a la espera de que se confirme la fecha definitiva de los comicios en AFA, Claudio Tapia, titular de Barracas Central y yerno de Hugo Moyano, teje alianzas con los clubes de las distintas categorías del Ascenso de todo el país.En la asamblea para elegir nuevo conductor de la Asociación del Fútbol Argentino, además de los presidentes de los 30 clubes de Primera A, votan 12 de la B Nacional, 10 de la B, seis de la C, cinco de Primera D, dos del Torneo Federal A y 10 representantes de la Liga del Interior. Chiqui Tapia —y la enorme mayoría de los que transitan a diario los pasillos del edificio de Viamonte— presume tener el caudal necesario para ganarse el derecho a ocupar el sillón principal de la entidad y anuncia su candidatura.
Con el pretexto de achicar la grieta y aportar paz a una campaña que suma postulantes y se anuncia desfavorable para sus intereses, el Gobierno Nacional sugiere a Armando Pérez, titular de Belgrano de Córdoba, como un candidato de consenso. En realidad, es el candidato de Macri, que teme por la posible coronación de Tapia —que es Moyano— y de Tinelli. En el plan que elaboran desde Balcarce 50 no hay lugar para el sindicalista, pese a que respaldó fuerte al ingeniero en su camino a la Rosada. Tampoco para la estrella de los medios, una factura que viene desde el cierre de campaña para gobernar el país.
18 de abril. Los presidentes de Boca, River, San Lorenzo y Racing, con el respaldo de algunos otros directivos de Primera, dejan trascender la idea de una escisión de la AFA para formar una Superliga, al estilo de España, Italia, Inglaterra o Francia. La verdadera intención, maquillada con la necesidad de generar más ingresos y lograr transparencia en el manejo del fútbol, es acaparar el poder que, de acuerdo a lo que insinúan los sondeos previos a las elecciones, quedaría en otras manos.
30 de mayo de 2016. La IGJ decide suspender la votación prevista para el 30 de junio a partir de un informe de Servini de Cubría que habla de “irregularidades administrativas y económicas”. Además, el organismo encabezado por Brodsky determina la intervención de AFA por 90 días. Los directivos que se oponen a la creación de la Superliga lanzan un comunicado desconociendo la decisión judicial. Y promueven, tal cual lo dispone el estatuto vigente, la designación de un presidente a través de la votación en asamblea. Al mismo tiempo, envían una carta a FIFA advirtiendo de la intromisión de la Justicia ordinaria, algo que desde Zurich siempre fue rechazado. El temor a una desafiliación de Argentina de las competencias oficiales provoca un estallido a días del inicio de la Copa América del Centenario. Ese es el as que se juegan Segura y compañía para frenar una movida claramente motorizada desde el Gobierno Nacional.
Mauricio Macri se comunica con Gianni Infantino, el sucesor de Blatter tras el FIFA Gate, para buscar respaldo en la creación de una Comisión Normalizadora y evitar sanciones deportivas para la Selección y para Boca, que va a jugar las semifinales de la Libertadores. La AFA normalizada es un oxímoron. El presidente argentino lo sabe pero persigue otros intereses y, además, trae una espina clavada desde 1999: en busca de que se aprobara el desembarco de las Sociedades Anónimas Deportivas, le insistió a Grondona para que se tratara el tema en el Comité Ejecutivo. Hubo una votación en la que Macri fue goleado 38-1. “Qué va a ser, Mauricio, perdimos”, le dijo Don Julio. Si como dicen, el fútbol da revancha, el hijo de Franco la tiene delante suyo. Parte no menor de lo que se pretende modificar del estatuto abriría la puerta a las SAD.
2 de junio. En medio de la incertidumbre que rodea las elecciones en AFA, Tinelli avisa por Twitter que retira su candidatura y que abandona el cargo que le habían inventado para dejarlo conforme entre el mamarracho de diciembre y la futura votación. Y casi en simultáneo, los presidentes de los cuatro clubes más grandes que impulsan la Superliga anticipan la renuncia a sus puestos en el Comité Ejecutivo. La presión para que la AFA implosione no se detiene. Pero la búsqueda de emancipación de los poderosos y sus aliados encuentra obstáculos en los dirigentes del Ascenso, que rechazan las migajas que el nuevo esquema les ofrece.
24 de junio. La FIFA anuncia la creación de una Comisión para intervenir y regularizar la Asociación del Fútbol Argentino. Y advierte que hay vía libre para el desarrollo de una liga organizada al estilo de los principales torneos de Europa, pero sólo bajo la órbita de la AFA, no por fuera de ella. Entonces, los que están a favor del nuevo esquema y los que se resisten al cambio, confluyen en una asamblea que aprueba el nacimiento de la Superliga con un categórico 70 a 1. Cualquier reminiscencia de las épocas de Don Julio es válida.
18 de julio. Armando Pérez es designado al frente de la Comisión Normalizadora que tiene la misión de administrar la actividad diaria de la AFA, revisar sus estatutos para adaptarlos a la última versión de lo que pretende la FIFA y organizar elecciones con el 30 de junio de 2017 como fecha límite. Además de tener que encontrarle un reemplazo al renunciante Gerardo Martino como técnico de la Selección. El vice es el “Doctor” Javier Medín, que viene de ser el Secretario de Asuntos Legales e Internos de Boca. No casualmente este cuarteto que completan Carolina Cristinziano y Pablo Toviggino es conocido como la “Comisión Normacrizadora” puertas adentro del edificio de Viamonte 1366.
“En su momento, el fútbol se organizaba muy bien sin la intervención y la manipulación del Gobierno.” Estas palabras llevan la firma de Macri, en plena campaña hacia la presidencia de la Nación. Pero ya lo dijo Karl Marx: “La manera como se presentan las cosas no es la manera como son”. Y entonces el ingeniero que conduce los destinos del país no sólo interviene en la designación de dos de las cuatro personas que manejan la AFA, sino que además se reúne con Armando Pérez a menudo y “sugiere” posibles candidatos a dirigir el Seleccionado.
“El señor Presidente opina de fútbol. Y no como Presidente, sino como conocedor. Tenemos la suerte o la desgracia de que pasó por todos los estamentos del fútbol”, dice Pérez. En esa tarea lo asesoran Fernando Niembro, el periodista y ex número 1 en la lista de Cambiemos para diputado por la Provincia de Buenos Aires, denunciado por haber recibido millones de pesos de parte del Gobierno de la Ciudad a través de su empresa multirubro de un solo empleado. Y también opina Fernando Marín, actual titular de FPT y exgerenciador de Racing a inicios de los 2000, cuando la Academia logró el título luego de 30 años pero vio incrementada su deuda pese al manejo privado que, se suponía, iba a sanear la economía del club.
Es justamente Marín uno de los principales impulsores de que se interrumpa el actual contrato que implica un desembolso de unos 1800 millones de pesos por parte del Estado en concepto de derechos de TV. La excusa la encontró en una carta “espontánea” de los dirigentes al Gobierno, en la que se pide libertad para llamar a licitación y negociar con una señal privada. La mesa está servida para que el Grupo Clarín recupere lo que en 2009 perdió.
“Nunca ningún Gobierno le bajará la cortina al fútbol.” La frase, que tiene medio siglo, salió de la boca de Valentín Suárez a poco de ser puesto en el sillón principal de la AFA por el presidente de facto Juan Carlos Onganía. Bien pudo llevar la firma de cualquiera de los directivos que ahora desgajan la pelota en busca del poder y el dinero que la rodean.