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El juego de Las Diferencias

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Antes del recital de este viernes en #HQCL, Andrés Robledo, Nicolás Heis y Alejandro Navoa cuentan que el sucesor de “No termina más” será un LP variado y colorido. Fotografía: Victoria Schwindt

Por Nahuel Gomez

Cinco de la tarde. Día de sol. Jardín Botánico de Palermo. Pantalones cortos, remeras coloridas, vestidos floreados. Parejas chapando. Señoras paseando el perro. Tres pibes de Caseros que visten de negro quedan fuera de lugar, no encajan por ningún lado. “Para ser pop somos muy duros, para ser stoners o metaleros somos demasiado blandos, para ser indies somos complicados y cuando tocamos con bandas de blues nos sentimos un poco desubicados”, se sincera Andrés Robledo, guitarra y voz de Las Diferencias. Siempre entre esos estilos pero nunca dentro de ellos: de esa manera parece moverse el trío que completan Nicolás Heis en batería y Alejandro Navoa en bajo. Aseguran anclarse fundamentalmente en el hard rock de los ‘70 y tener muy en cuenta a los popes del blues angloparlante; pero de ahí en más, todo es manifestación involuntaria. “Hay una música que elegís: a nosotros nos gusta Led Zeppelin. Pero hay otra parte que viene del inconsciente, de lo más profundo del ser. Con el tiempo nos dimos cuenta que a veces aparecen elementos de otros estilos: quizás hasta música disco o ritmos tropicales”, explica Robledo.

Pese a esa búsqueda inevitablemente vintage, en No termina más (disco debut publicado hace un año), Las Diferencias se las ingenia para responder con contundencia al desafío de la frescura. Los arreglos de guitarra de Robledo —impredecibles por momentos, hipnóticos la mayoría de las veces— le escapan al riff rocanrolero clásico e invitan a experimentar con diferentes fraseos, siempre basándose en esa evocación setentosa que suele proveer el sonido de un amplificador valvular o el buen uso de un pedal de fuzz. En el bajo, Navoa aporta rítmica, pero también una cuota de melodía, complementándose y dialogando con el tranco variado e intenso de los tambores de Heis. Pese al virtuosismo individual, en los diez temas se refleja un funcionamiento de conjunto. Se oye una banda que se entiende y que comparte ciertos códigos, sin pretender estancarse en ellos.

—¿Cómo se trabaja en el blues y el rocanrol para aprovechar los yeites sin caer en los clichés?
Alejandro Navoa:
—La melodía es lo que importa, es lo que le da textura novedosa. Además, una cosa es una banda que toca en base a un sonido ya hecho y otra es la que busca su propia identidad.
Andrés Robledo: —Hay cosas que a las bandas les salen naturalmente. En la nota que NaN les hizo a Los Espíritus, ellos dicen que encontraron medio de casualidad esa música chamánica y psicodélica que hacen. Se dieron cuenta de que les salía bien y decidieron darle bola a eso. A nosotros nos pasó lo mismo. Hacemos lo que nos sale bien. Igual, estamos rompiéndonos la cabeza para que el próximo disco no sea un producto de los ‘70, tratando de que haya algo en la melodía o en los sonidos que sea de 2014. No vamos a sonar como una banda súper tecnológica, pero creo que es importante lograr una reminiscencia a lo viejo y a la vez un sonido actual. No nos interesa ser un grupo de género.
Nicolás Heis: —Nunca nos gustó el blues en español. Escucho blues en español y se me cae todo. Por eso la otra vez les decía a ellos: “Busquemos las herramientas del blues desde la soltura y hagamos cosas que no se parezcan a melodías bluseras en español, porque se va todo al carajo”.

—Pero en las letras está presente esa atmósfera blusera: melancólica, oscura, de bar…
A. R.: —Sí, obvio. Pero no somos expertos en letras de blues porque en general son en inglés y no las entendemos. Todo salió muy rápido en el disco anterior. Pero salió de una manera que nos sirvió para contar historias. Eso siempre nos gustó, no la abstracción. Nos gustan las historias, aunque no sabemos qué es lo que se viene en el próximo disco.

—¿Cómo es la mecánica de composición?
A. R.: —Siempre es diferente. Tratamos de tocar, de liberarnos lo más posible, una onda medio jazzera pero con nuestras limitaciones. Lo que la gente entiende como “zapada”. Tocamos y vemos qué nos moviliza. Siempre llega un punto en el que hacemos un par de acordes y nos damos cuenta de que realmente los sentimos. Cuando hacemos una canción es porque la sentimos, no entregamos algo más o menos.

GPS MUSICAL
Hay cartógrafos del rock que dicen que en el oeste está el agite, que en La Plata suena el indie y que el Dios de las Bandas atiende en la Ciudad de Buenos Aires. Robledo descree de esos mapas: “Cuando apenas empezábamos a tocar, hace un par de años, nos movimos mucho por el oeste. El circuito está lleno de lugares que se quedaron en el tiempo: pasan Los Redondos y La Renga. Hay algunos que dicen ‘che, vamos a tocar al oeste que hay una re movida’. No es tan así. Y al revés: nosotros que somos del oeste pensamos que La Plata está buenísimo y quizá no lo esté”. Heis asiente y agrega: “En algunos lugares del oeste nos pedían temas de Pappo. Cuando empezamos a tocar en Capital Federal cambió todo para bien”. Para Robledo, sin embargo, la clave parece estar en las inquietudes de los que se suben al escenario: “Me siento cómodo con bandas que quieran tocar con nosotros. Más allá de eso, cuando tocábamos en el oeste y nadie entendía lo que hacíamos nos preguntábamos qué éramos. Ahora tocamos en capital, donde a la gente le gusta la banda, pero igual seguimos en esa confusión”.

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“Si hablamos de música nacional, nos interesan más Dante e Illya Kuryaki que Luis Alberto Spinetta”, asegura el trío de Caseros. Fotografía: Victoria Schwindt

—Es inevitable asociarlos con bandas que reviven el sonido setentoso, como The White Stripes, Wolfmother o Black Rebel Motorcycle Club…
A. R.: —Escuché BRMC porque me obligaron. Pero sí, tenemos un parecido. Después también nos compararon con Mujercitas Terror, por la estética en blanco y negro. Pero son bandas que no conocíamos. Después nos dimos cuenta de las coincidencias. Y con TWS nos pasa algo raro: es una banda que trajo todo lo que nos gustaba a la época en la que éramos pibes. Escucharlos en los 2000, cuando estábamos en el colegio, fue sorprendente. Era decir: “Che, hay música nueva que está buena”. Para mí la música tenía que ser vieja; si no, no era buena. Después me di cuenta de que había tipos como TWS que traían lo viejo a la actualidad. Eso fue un puntapié para enterarme de que hay un montón de cosas nuevas buenas.

—También han sido comparados con bandas de los ‘70 del ámbito nacional, como Pescado Rabioso o Manal.
A. N.:
—Hay muchas bandas que nos recomiendan y que suenan parecido a nosotros, pero no tenemos ni idea de ellos.
A. R.: —Una vez a Nicolás le pasaron un tema de Color Humano y le dijeron que se parecía a uno nuestro. No teníamos ni idea. Lo único que sé de ellos es que una vez vi un video en el que tocaban en un lugar así como en el que estamos ahora, con árboles. Nada más.

—“Si no escuchaste a Spinetta no existís”, se oye a veces. ¿Hay imprescindibles del rock?
A. R.: —Hay mucha gente que sabe mucho de música y nos hace sentir que no sabemos nada. Nunca escuchamos a Spinetta. Igual hay bandas que nos gustan que nos hacen pensar: “Eso se debe parecer a Spinetta”. Nos interesa más Dante Spinetta que Luis Alberto Spinetta. Si nos ponemos a hablar de música nacional, Illya Kuryaki significa mucho más para nosotros.

EL PADRINO
Los muchachos de Las Diferencias se cruzaron con Sergio Chotsourian en uno de los tantos ciclos de bandas que el ex guitarra y voz de Los Natas organizaba en el Roxy Bar. Habitualmente iban a escuchar música, pero un día le plantearon la posibilidad de mostrarle su propio material. A principios de 2011 editaron un EP y se lo hicieron escuchar: a Chotsourian le gustó tanto que los invitó a una de sus fechas. Al mes, el entusiasmo hizo que terminaran de componer más temas para un LP. Le pidieron que se los produzca y dos meses después ya estaban grabando No termina más. La química no tardó en llegar: “Desde un principio entendió a la banda. Hay gente a la que le gusta el grupo y hay gente que además lo entiende. Él es de los segundos”, cuenta Robledo.

—¿Cuál fue el aporte de Chotsourian desde la producción?
A. R.: —Un día fuimos a la casa y pusimos en palabras lo que queríamos hacer. En dos días de estudio prácticamente lo resolvimos. Nos dijo: “Sé que tienen temas fuertes que están buenos: necesito uno que vaya por este lado, otro por este lado y otro más por este lado. Háganlos. En un mes nos vemos”. Los hicimos y no le dijimos cuál era cada uno, pero se dio cuenta. Uno de esos era “Lo que no fue”, un tema clave en el disco. Por nuestra cuenta no la hubiésemos hecho. Esa canción sintetiza todo el disco. Después hay un par de acústicos que fueron sugerencia de Sergio. Nos gustan los acústicos, pero no los teníamos en cuenta. Fue muy importante su apoyo.

—¿Hay algo en No termina más que hoy cambiarían?
A. R.: —Estamos muy orgullosos del disco, pero ya quedó en el pasado. Nos gusta, pero el próximo va a ser diferente, aunque con la misma esencia. Va a tener más contenido musical, va a ser más instrumental. No vamos a hacer algo de Bach, pero le vamos a poner un poco más de variedad, color y melodías.

* Próximo viernes desde las 22 en ZAS (Moreno 2320), en el marco de Hasta Quitarles la Ciudad a los Lagartos, el ciclo de música de NaN. Tocarán junto a Bestia Bebé, Riel y El Orgullo de Mamá.