Por Agustina Sulleiro
“Porque sabemos que solos no se puede,
y que la fuerza de cada unx, en cada territorio,
puede verse multiplicada.”
Convocatoria al 5° Eneca
Hacia un movimiento de cultura popular. Ése es el objetivo de máxima que se vienen proponiendo diversos artistas populares y colectivos culturales, sociales y autogestivos de todo el país, y que van a confluir este fin de semana en el quinto Encuentro Nacional de Espacios Culturales Autónomos (Eneca). Esta reunión anual itinerante, creada en 2010 con el fin de intercambiar saberes, construir agendas comunes, discutir políticas culturales, fortalecer los espacios existentes y fomentar la creación de nuevas experiencias de construcción colectiva, ya migró por Mar del Plata, Santa Fe y La Plata. Este año, el encuentro será mañana, pasado y el lunes en la Ciudad de Buenos Aires, y la elección de la sede no es casual: frente a una política de persecución y hostigamiento del gobierno macrista, que clausuró arbitraria y compulsivamente decenas de espacios culturales en los últimos meses, el Eneca se propone como un espacio de confluencia para, así, dar la disputa simbólica y cultural. De este modo, la quinta edición estará plagada de talleres y mesas de debate en los que se abordarán temáticas relativas a la educación, la niñez, la comunicación, el trabajo y la autogestión.
“Van a ser tres jornadas en las que se van a desarrollar muchas actividades atravesadas por los mismos ejes que se trabajan cotidianamente en los espacios: uno tiene que ver con compartir las experiencias históricas del movimiento de la cultura popular y su relación con el presente, y para ello se tocarán temas como las políticas de Estado y las herramientas legales del sector; y el segundo eje son los talleres de formación, en los que se socializarán prácticas que buscan una transformación cultural, social y política”, cuenta Carolina Iglesias, integrante del Eneca.
“La dimensión territorial es clave para construir una alternativa política, social y cultural: nuestra intención no es encerrarnos en una casa para producir y después ‘llevar el arte para iluminar’ sino construir entre todos”
—¿Qué características tienen en común los colectivos culturales nucleados en este encuentro?
—En primer lugar, entendemos a la cultura como una práctica para la transformación social. Cada colectivo tiene sus especificidades particulares: algunos son espacios físicos, otros son colectivos artísticos, también participan áreas de culturas de organizaciones populares; pero todos partimos de esa base para plantear las actividades que llevamos a cabo, ya sean talleres para chicos o adultos, seminarios, ollas populares, emprendimientos productivos, peñas, varietés o festivales en la calle. Estas iniciativas tienen un eje cooperativo, y la dimensión territorial es clave para construir una alternativa política, social y cultural: nuestra intención no es encerrarnos en una casa para producir y después “llevar el arte para iluminar” sino construir entre todos, en contacto con lo que pasa en los barrios.
—¿Cómo surgió el Eneca y cuál es la dinámica de funcionamiento de la organización?
—La idea fue concebir un momento para encontrarnos, compartir talleres y debates e intercambiar las experiencias que se despliegan en los espacios a lo largo del año. Apuntamos a construir una agenda y reivindicaciones comunes a partir de la realización de actividades que tienen dos patas, una más ligada a la reflexión y otra más formativa. En definitiva, somos alrededor de cincuenta colectivos de todo el país que buscamos fortalecernos como organización en red para movilizarnos, para trabajar todos juntos como forma de empoderamiento y para hacer algo propositivo. Nos manejamos de forma horizontal y asamblearia, y a pesar de que esta forma de organizarnos lleva su tiempo y su dedicación, la ventaja es que todos nos sentimos representados en las decisiones tomadas colectivamente. A pesar de que el encuentro es una vez al año, también se desarrollan pre y pos encuentros y se sostienen coordinaciones regionales como la de la Ciudad de Buenos Aires, la del Litoral y la del Sur, porque aspiramos a construir un movimiento de cultura popular que se sostenga en el tiempo y en el que se involucren proyectos relacionados con el arte, la comunicación, los emprendimientos productivos y el espacio público.
—¿Qué se espera de esta quinta edición?
—En los dos primeros días proponemos muchas actividades como paneles, charlas debate y talleres de formación, que se van a desarrollar en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y en la Casa de la Cultura Compadres del Horizonte. Además, el sábado a la noche organizamos una fiesta en la Casa Popular Joselito Bembé y el domingo, un festival callejero en la puerta de Compadres. Por último, el lunes se prevé una asamblea para poner en común lo compartido en estas jornadas. Lo particular de este encuentro es que se decidió hacerlo en Capital a raíz de la política de clausuras que lleva adelante el gobierno porteño: consideramos que se está persiguiendo a estos espacios y creemos que está bueno reunirnos acá y reflexionar sobre esto.
—¿Cuáles son las principales problemáticas que atraviesan estos espacios?
—Si bien la principal problemática en la ciudad son las clausuras, no es la única. Muchos colectivos trabajamos en barrios populares, entonces también sufrimos la represión policial, la persecución, el desplazamiento de los ciudadanos del espacio público y el enrejamiento de las plazas, a lo que hay que sumarles la precariedad y la falta de reconocimiento de estos espacios por parte del Estado.
“Nos manejamos autogestivamente y hay puntos que no llegamos a cubrir. Por lo tanto, el Estado debería reconocer nuestra función social y ayudarnos a garantizar que todos los colectivos accedamos a un espacio seguro.”
—Actualmente hay varios proyectos presentados en la Legislatura porteña que apuntan al reconocimiento de los centros culturales. ¿Ustedes están de acuerdo con alguna de estas iniciativas parlamentarias?
—Ante todo, nos parece más importante la legitimación que construimos cada día en los barrios que la legalidad, encuadrada en medidas de seguridad basadas en lógicas comerciales. Ahora bien, los proyectos presentados son habilitatorios, es decir, crean un marco que aún no existe relativo a los requisitos de seguridad. Si bien estamos de acuerdo con estos requisitos, creemos que si no van de la mano de un fomento hay muchos espacios que no los van a poder cumplir y van a terminar cayendo en el camino. Entonces, previamente a la sanción de una ley habilitatoria nos parecen indispensables el fomento y el reconocimiento de los espacios de la cultura popular porque, aunque intentamos cumplir con todas las medidas de seguridad, lo cierto es que nos manejamos autogestivamente y hay puntos que no llegamos a cubrir. Por lo tanto, el Estado debería reconocer nuestra función social y ayudarnos a garantizar que todos estos colectivos accedamos a un espacio seguro. Y, en este sentido, es importante decir que la Agencia Gubernamental de Control (organismo encargado de las inspecciones) no es un ente adecuado para fiscalizarnos porque regula industrias y comercios, está pensado desde otra lógica y, en consecuencia, mira con una lupa que no corresponde a los espacios culturales. En todo caso, deberíamos tener un diálogo directo con el Ministerio de Cultura, algo que hoy no sucede.
—¿Cuál es el diagnóstico que realizan sobre la política cultural macrista?
—El gobierno de la ciudad tiene una concepción totalmente mercantil y comercial, por lo que pretende afianzar una lógica de consumo por encima del derecho a la cultura. Ejemplo de esto es que existe una ley de cultura que no se aplica porque ni siquiera está reglamentada. Nuestros colectivos, en cambio, apuntan a que todos podamos acceder y construir cultura e intentan sobre todo desplegar una alternativa a este sistema. A la política macrista le molesta que existamos porque la cuestionamos.