Los lunes, miércoles y viernes Juan Ignacio Augusto pierde señal en su teléfono celular desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Se sube a su auto y recorre los 17 kilómetros que separan al pueblo del Centro de Formación Rural Roberto Coll Benegas donde da clases de producción bobina en las afueras de Arequito. Cuando vuelve, atiende la veterinaria que instaló en su casa.
Durante un año, Juan Ignacio sabía quién estaba del otro lado del primer sonido de teléfono que escuchaba en el día. El Zurdo. A las 7 y media, 8 de la mañana. O a veces antes. Atendía casi por inercia a una voz acelerada. Todos los días lo mismo. Atajaba los pedidos. Escuchaba planificaciones y trataba de matizar algunos reclamos.
— ¿Tenés algún conocido en Chabás? Porque en un par de fechas jugamos contra Huracán y deberíamos conseguir videos. Yo me ocupo de los de Pujato. Y habría que conseguir sogas. Sí, algunas sogas más para los entrenamientos. Ah, y conitos. De los chicos. Pero si hay de los grandes no importa, también nos sirven.
Juan Ignacio cursaba el último año de Veterinaria y trabajaba como dirigente del Club Atlético Belgrano de Arequito. Aquel primer llamado del día, que se repitió durante todo 1998, era del director técnico del equipo. Era de Jorge Sampaoli. Pasaron casi veinte años y esos diálogos hoy toman otro valor.
“No hay antecedentes de un tipo del campo que llegue a dirigir a la Selección. Y el Zurdo es eso. Dirigía acá, en el campo. Pero lo loco es que hacía de cuenta que era el técnico de Boca o de River. Sabía todo”.
A la charla se suma Sergio Abdala, gerente del club Alumni de Casilda y el mejor amigo de Sampaoli. Un rato antes de recibir el llamado de NAN atendió el de rutina que llega desde Sevilla. No hablan de fútbol. Jorge se preocupa por los problemas de salud que preocuparon a Sergio. Y Sergio lo pone al día con alguna novedad del pueblo.
Tanto Juan Ignacio, como Sergio y como todos en Casilda cuando hablan de Sampaoli hablan del Zurdo. El hijo de Rodalgo y Odila, el hermano mayor de Marcelo y María Laura y el padre de Sabrina y Alejandro.
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Hay un día del que ni Sampaoli, ni sus amigos, ni sus familiares pueden dar demasiados detalles. El día en que su sueño de ser futbolista profesional terminó. Saben que fue en 1976, creen que sucedió durante un entrenamiento en las inferiores de Newell’s, quizá en un amistoso de la Cuarta frente a la Tercera, pero seguro que no ocurrió en un partido oficial como algunos sospechaban. Lo concreto es que Rodalgo llegó lo más rápido que pudo a la cancha y llevó a su hijo al hospital de Rosario. Fractura expuesta de tibia y peroné. Tenía 16 años y no hacía falta que alguien se lo dijera: en esa misma cama de hospital se estaba dando cuenta que nunca jugaría en Primera. En esa misma cama empezaba a surgir como director técnico.
A Rodalgo le decían El Negro, era policía de la Jefatura de Casilda y fanático de River. El Zurdo heredó esa pasión: al perro de su infancia lo bautizó Leopoldo, por Leopoldo Jacinto Luque, en los potreros jugaba a ser el Beto Alonso y se escapaba sin permiso y viajaba en tren hasta Buenos Aires para ir al Monumental. Rodalgo fumaba mucho. Murió de cáncer de pulmón en 1985 en lo que todos coinciden que fue el golpe más duro que tuvo que afrontar el Zurdo. “Ni siquiera quiso entrar al velorio. No podía. Se quedó afuera, en la puerta de la iglesia”, recuerda Sergio. Desde ese momento, le prohibió fumar a su madre. Desde ese momento, lleva una foto carnet de Rodalgo en la billetera que lo acompaña a todos lados.
Antes de la fractura expuesta, el Zurdo tenía la ilusión de ser futbolista. Era un mediocampista aguerrido que pegaba más de lo que jugaba. Cuentan que hablaba demasiado y que siempre se terminaba peleando con un rival o con el árbitro y había que saltar para defenderlo “porque era bocón pero a su vez el más petiso”.
Terminó el secundario y entró a trabajar como cajero en el Banco Provincia, ahí en Casilda. Con 19 años, Sergio, que atendía en la caja de al lado, recuerda que Jorge trabajaba con responsabilidad pero que tomaba al banco como el lugar que le ofrecía el dinero suficiente para poder formarse como preparador físico y entrenador en el club Renato Cesarini, de Rosario.
Llegaba 7:15 y fichaba. Se iba 12:15 y fichaba. Cumplía.
¿Cómo pasó de ser banquero a dirigir a una selección en un Mundial? ¿Cómo un pibe de Casilda que no pudo jugar al fútbol profesionalmente saltó al exterior y empezó a imponer su sello? Para eso hay un par fechas determinantes. Esas que vienen con anécdotas edulcoradas. Esas que seguramente darán una vuelta más de tuerca cuando se ponga el buzo de la selección argentina.
1) Estamos en 1991. Con la privatización del Banco Provincia, Jorge fue trasladado al Juzgado de Paz de Los Molinos, una localidad ubicada a 16 kilómetros de Casilda. El que va a ser el técnico de la Selección realizaba matrimonios civiles y firmaba actas de defunción. Por la tarde, iba a entrenarse a Alumni, equipo con el que llegaron a la final de la liga casildense. En el primer partido decisivo, Alumni recibió a Huracán de Chabás y perdió 3-0 con el Zurdo como mediocampista titular. Había que ir a jugar la revancha. Chabás preparó una fiesta. “Tenían listos 90 lechones. Todo el pueblo fue a ver el partido y esperaba salir campeón”, cuenta Sergio. (El paso del tiempo pudo haber multiplicado los lechones y quizá más adelante el número pueda seguir subiendo). Lo que no cambia es que Alumni tuvo un pequeño inconveniente en la previa de esa revancha: su entrenador se “fugó” del pueblo. Se fue de viaje. Adujo problemas familiares y dejó al equipo sin conductor. Sergio, que ya era dirigente, habló con el Zurdo y le dijo si podía hacerse cargo y dirigir. Fue triunfo de Alumni, que días más tarde se consagró en un tercer partido jugado en cancha neutral.
2) Ahora estamos en la cancha de 9 de Julio de Arequito. Otra vez una final. Año 94. El Zurdo ya dejó los pantalones cortos y es el entrenador de Alumni. Dirige doble turno. Pone sogas en las canchas, distribuye conitos, les exige como a profesionales a jugadores que además son cajeros de banco, oficinistas, jueces de paz o kiosqueros. Sampaoli le grita al árbitro, se queja más de la cuenta y, como tantas otras veces, es expulsado. Y que del resto se haga cargo su amigo Sergio. “No tenía dónde ponerse para ver la final. No había lugar. Entonces miró que afuera había un árbol bien alto y se mandó”. Cuenta la leyenda -y así lo refleja una foto del diario La Capital- que Sampaoli dirigió desde arriba del árbol y que desde allí dio las indicaciones para el triunfo de Alumni. Esa fotografía salió publicada y sedujo a Eduardo López, por entonces presidente de Newell’s, quien unos años más después le consiguió trabajo en Argentino de Rosario.
La línea de puntos fue: Alumni de Casilda-Belgrano de Arequito-Argentino de Rosario-Alumni de Casilda-Belgrano de Arequito-Aprendices Casildenses-Argentino de Rosario-Alumni de Casilda. (Salto al exterior). Juan Aurich-Sport Boys-Coronel Bolognesi-Sporting Cristal (todos en Perú). O’Higgins (Chile)-Emelec (Ecuador)-Universidad de Chile-Selección de Chile-Sevilla.
Su bíceps derecho tiene tatuado el dibujo que ilustra el último disco de Callejeros, «Disco Escultura» con la frase “creo que educar es combatir, y el silencio no es mi idioma”. Dos meses antes de viajar a Brasil para dirigir a la selección chilena en el Mundial 2014, visitó a Patricio Fontanet en el penal de Ezeiza. “No escucho y sigo porque mucho de lo que está prohibido me hace feliz”, se lee en su otro brazo. Admira al Indio Solari y se muere por conocerlo. Sus amigos dicen que desde chiquito se movía como un rockero rebelde. Sufre los viajes en avión. Toca la batería. Y como ya subrayó Radio Mitre, se siente identificado con muchas de las políticas sociales que desarrolló el kirchnerismo. Escribió un cuento en el libro “Pelota de papel”. Es la historia de aquella final en la que terminó subido a un árbol. Se enojó cuando el periodista Roberto Cox le informó que ya había terminado un documental acerca de su vida. Entre otras cosas, le molestó el título elegido: «El zurdo, revancha del ninguneado» y dijo que jamás lo vería.
En su walkman tenía un casete con conferencias de Marcelo Bielsa que escuchaba mientras salía a correr. Y cuando el Loco dirigía a la Selección, Sampaoli se paraba en los alambrados perimetrales del predio de Ezeiza, casi sobre la ruta, y espiaba los ejercicios a través de unos largavistas. Marcó una era en la Universidad de Chile con títulos y buen fútbol. Fue ternado al Balón de Oro como mejor entrenador en 2015. Ganó el primer título de la historia de la selección chilena al vencer en la final a la Argentina y levantar la Copa América. “Comparar a Messi con otro es como comparar a un policía con Batman”, dijo este año en una entrevista que le realizó Jorge Valdano. Y remarcó que su gran sueño es dirigir al crack rosarino. Con 57 años, el Zurdo de Casilda va a cumplirlo.
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Nº de Edición: 1731