La primera vez que Luke Skywalker (Mark Hamill) se encuentra cara a cara con Leia Organa (Carrie Fisher), confinada en una celda, ella duerme sobre una fría cama de mármol negro con un vestido blanco que la hace resaltar en todo su esplendor. Hasta aquí se cumplen a rajatabla los estereotipos del cuento de hadas: el héroe rebelde con su armadura -el traje de stormtrooper– se infiltra en el castillo del villano —la Estrella de la Muerte— para rescatar a la hermosa damisela encerrada en una mazmorra espacial, indefensa y a merced del villano.
Siguiendo la lógica del relato clásico -y machista- la princesa debería caer rendida a sus pies tras un suspiro de amor, mientras el caballero la toma en sus brazos y la besa con pasión. Sin embargo lo primero que hace Leia es pararse y preguntar: “¿No eres demasiado bajo para ser un stormtrooper?”. El protagonista se da cuenta que aún lleva puesto el casco de soldado y mientras se lo quita dice con orgullo varonil: “Soy Luke Skywalker, he venido a rescatarte”, a lo que Leía responde con una sonrisa socarrona “¿Que eres quién?”. Con apenas sólo dos preguntas Carrie Fisher destroza el devenir del tópico del cuento de hadas, y no solo deja perplejo a Luke sino también a los espectadores.
Pero entonces, ¿es Star Wars una saga machista, o pueden encontrarse en ella rastros de feminismo? ¿Cuál es el rol cumplen las mujeres en sus episodios? ¿George Lucas era un misógino o en realidad empoderaba a las mujeres en su universo ficcional?
Star Wars es producto de la cultura popular, un pastiche que amalgama diversos géneros, como el western, las películas de caballeros, la space ópera y el chambara (cine de samuráis). George Lucas se inspiró en el patrón narrativo conocido como monomito para crear este cuento de hadas espacial, exigiendo a sus creaciones recorrer el viaje del héroe descripto y analizado en el ensayo El héroe de las mil caras (1949) del mitólogo Joseph Campbell.
Entre los personajes de Star Wars hay mujeres y, aunque son más bien pocas en comparación con los hombres, Lucas les ha concedido personalidades fuertes, carisma de líder, astucia política y voluntad de guerreras rebeldes para compensar el desbalance. Los ejemplos más claros que podemos encontrar en la saga de Lucasfilm —dejando afuera aquellos personajes femeninos de relleno, tanto pilotos como guerreras Jedi sin trascendencia— son: la reina devenida en senadora Padmé Amidala (Natalie Portman), la princesa guerrera con sangre Jedi Leia Organa, la líder de la alianza rebelde Mot Mothma (Caroline Blakiston), y las nuevas generaciones de aquella galaxia muy, muy lejana: la sargento de la Alianza Para Restaurar la República Jyn Erso (Felicity Jones) y la chatarrera sensible a la Fuerza y portadora de un sable de luz Rey (Daisy Ridley).
Pero el contradictorio tío George también gusta de ofrecer soluciones patriarcales a los conflictos de sus personajes principales, y así como en The empires strike back (1980) transforma a Leia en líder de la Alianza Rebelde, en Return of the Jedi (1983) la esclaviza bajo el yugo de Jabba The Hutt, no sin antes vestirla como a una participante de Bailando por un sueño.
BLANCANIEVES CON PISTOLA BLASTER
Es cierto que el clímax de aquella escena también puede considerarse un momento de gran empoderamiento para la mujer: la supuesta princesa indefensa y subyugada, lejos de esperar al caballero salvador que la rescate utiliza los mismos elementos que la esclavizan para matar a Jabba, que tarde comprende cuanto había subestimado a su prisionera, mientras lo ahorcan las cadenas con las cuales pretendía someter al “sexo débil”.
La filósofa y psicóloga feminista Carol Gillian asegura que “en el mundo de los cuentos de hadas las heroínas adolescentes no se despiertan de su sueño para conquistar el mundo, sino para casarse con el príncipe (…) Las diferencias de género retratadas en el mundo de los cuentos de hadas indican continuamente que la aventura es cosa de hombres, y que si una mujer va a embarcarse en tamañas gestas al menos tiene que vestirse como ellos”.
Leia nunca necesitó vestirse de varón ni actuar como uno para sumergirse en la aventura. Lejos de ser un personaje asexuado o andrógino, Carrie Fisher encarna a una princesa vestida de blanco que se enamora de —y enamora a— los chicos, al tiempo que se muestra como una guerrera atrevida, una rebelde insolente y una líder nata. Es una heroína hermosa que no reniega de su género. Incluso su peinado —los celebres rollos de canela— que puede verse como simple moda banal, en realidad está inspirado en el que usaban las “soldaderas”, guerreras de Pancho Villa durante la Revolución Mexicana, y también en el peinado que portaba la Dama del Maíz, símbolo de la sabiduría y la fertilidad en la cultura de los nativos norteamericanos Hopi.
La periodista del USA Today Lois Hatton escribió un artículo definiendo a Leia como un personaje que rompe con los estereotipos: “Tradicionalmente, las princesas hermosas son criaturas indefensas que necesitan ser rescatadas. Vestida con un traje blanco, hermoso, y suelto, Leia contradice a su atavío de cuento de hadas y combina hermosura, inteligencia, y valentía. Aunque Luke llega para rescatarla, es Leia quien diseña el plan con que el que el grupo se fuga de la prisión de la Estrella de la Muerte”.
A Leia la vemos por primera vez en Star Wars con una pistola blaster en la mano, la misma que utiliza para matar de un disparo certero a un stormtrooper en los primeros minutos de A new hope, ataviada con su pulcro vestido blanco y luciendo sus rollos de canela, porque como alguna vez dijo Carrie Fisher “Leia no es tanto una damisela en apuros cuanto una damisela problemática”.
PADMÉ AMIDALA, O LA PULSIÓN MACHISTA DEL TÍO GEORGE
El destino final de Padmé Amidala es la gran decepción en la segunda trilogía de Star Wars (ok, también aquella horrible idea de los midiclorianos, pero esa es otra historia). Esa mujer fuerte construida con paciencia narrativa en los dos primeros episodios se desploma en el tercer acto de The revenge of the Sith (2005), cuando Padmé muere de forma trágica como en los romances medievales o los cuentos de hadas clásicos, derrotada por algo tan trivial como el mal de amores.
Su arco de transformación la lleva de una reina temeraria y una hábil senadora con convicciones inquebrantables a una joven sumisa, una política pasiva y un ama de casa domesticada. Desaparece aquella mujer inteligente capaz de defenderse por sí misma y solo queda un objeto de deseo, el fetiche erótico de un Anakin que no puede más que abrazar el Lado Oscuro de la Fuerza.
El elegido para traer el balance en la fuerza al final es solo otro machito impulsivo con una psiquis inestable, un hijo del patriarcado obsesivo que terminará violentando psicológica y físicamente a su esposa embarazada. Y aunque cerca del climax Padmé recupera una pizca de su espíritu guerrero y enfrenta a su enloquecido marido, George Lucas decide que la madre de Luke y Leia olvide tanto sus obligaciones políticas como maternales y muera de una forma melodramática, caprichosa, como si aquella mujer que supo ser una reina, una guerrera y una lúcida senadora no pudiera vivir sin su “príncipe azul”, un Lord Sith oscuro, golpeador, egoísta y posesivo.
UNA NUEVA ESPERANZA
Para alegría de los fans el universo Star Wars no concluyó con el Episodio 3. La saga continúa, pero con un cambio fundamental, eso sí: actualmente las mujeres ocupan el rol protagónico, tanto en la ficción como detrás de cámaras, ese lugar que históricamente había quedado reservado para George Lucas y su alter ego ficcional, Luke Skywalker.
La aparición de personajes como Rey y Jyn Erso al frente de los elencos de The force awakens y Rogue one respectivamente, visibilizaron una nueva etapa en la franquicia que no se diferencia únicamente porque ahora Disney esté al mando de todo. Lucasfilm, desde el momento en que el tío George vendió su obra, quedó encabezado por una mujer. La veterana productora Kathleen Kennedy -cofundadora de Amblin- está hace décadas vinculada al emprendimiento de Lucas, más que nada a través de Indiana Jones, pero ahora lo hace desde el cargo de presidenta de Lucasfilm. A la vez que Katy pasó a conducir esta nueva etapa, ocurrió lo hasta ahora impensado: las películas empezaron a girar, argumentalmente hablando, en torno a mujeres.
Es cierto que tanto Ridley como Jones son actrices que encajan en los cánones de belleza convencionales, pero en un universo ficcional dominado históricamente por hombres blancos -y humanos, en Star Wars vale aclararlo-, es un gran paso adelante.
La pregunta que sobrevuela esta nueva etapa es tan simple de esbozar como difícil de responder: ¿Tener mujeres protagonistas es realmente un cambio profundo en el modo en que se pensaba el rol femenino en Star Wars? Si bien queda mucho camino por recorrer, la pregunta puede responderse de manera afirmativa. Pero es importante que éstos sean solo los primeros pasos de un proceso más largo, o de otro modo nos quedaremos a medio camino. Vale rescatar que el surgimiento de protagonistas femeninas se da en el marco de castings mucho más diversificados desde lo étnico. Algunos lo llamarán corrección política, otros le decimos Siglo XXI.
La segunda pregunta que surge es si estos dos personajes, Rey y Jyn, están a la altura de las circunstancias. Es que ser mujer en Star Wars no implica solamente cargar con el peso de ser casi las únicas representantes del género en cada elenco, sino también cumplir con un mandato de fortaleza y liderazgo que viene desde la recordada Carrie Fisher y su Princesa Leia. Sin dudas, Rey y Jyn fueron pensadas para seguir esa lógica que, por suerte, en Star Wars se mantuvo más o menos estable. Ambas son autosuficientes, independientes, de carácter fuerte y líderes natas. Recogen con total solvencia la posta de Leia: no ser nunca damiselas en apuros, ni siquiera cuando estén vestidas de esclavas y atadas con correa a una babosa gigante.
El regreso de Leia a esta nueva trilogía, además, funciona como un perfecto puente generacional. Así como Harrison Ford volvió para marcar su territorio como curtido aventurero espacial, Carrie Fisher vino a dejar en claro que el lado rebelde de la galaxia sigue siendo matriarcal. La relación que se establece entre Leia y Rey está cristalizada en escenas muy breves pero con una química admirable, en una película donde, en general, se destaca la excelente dirección de actores. Leia y Rey encajan al instante y, más allá de si la más joven termina o no siendo Skywalker, vemos con absoluta claridad que ahí hay una heredera. El abrazo final entre ambas, antes de que Rey vaya en busca de Luke, deja en claro que Leia deposita en su compañera toda la fortaleza juvenil que de a poco la abandona. La deja partir para lograr lo que ella no pudo, traer a su hermano de regreso.
Echemos un manto de piedad sobre el personaje de Gwendoline Christie y su enigmática Capitana Phasma. Queda abierta la puerta a que en futuras películas veamos más sobre ella, porque en lo que respecta a The force awakens fue una de las grandes decepciones en lo que a desarrollo de personajes se refiere.
Jyn, en el lado inverso de la cronología, actúa también como una líder clara y sólida. El discurso de arenga que dirige a su tropa antes de ir en busca de los planos de la Estrella de la Muerte, rápidamente nos conecta con esa Leia jovencita de Empire strikes back, quien rodeada de pilotos (varones) rebeldes, los animaba a luchar para proteger la base de Hoth. Tanto Leia como Jyn funcionan como el empujón que permite a los rebeldes poner la lucha por delante de sus propias vidas. No es casual que haya mujeres ocupando ese rol de jefa espiritual de la galaxia
EL LADO REBELDE DE LA GALAXIA ES MATRIARCAL
Si hablamos de personajes empoderados, el caso de Rey suma hasta un guiño que casi derriba la cuarta pared y prácticamente parodia de manera directa ese imaginario del hombre-sala-chica con el que Star Wars viene enfrentándose desde su primera película. Cuando Rey y Finn escapan por el desierto de Jakku, él instintivamente la toma de la mano. Lo hace dos veces y, en ambas, Rey se suelta y verbaliza que puede correr sin ayuda. Algo así como un ejercicio de desnaturalización de los roles establecidos en las películas de acción pero simplificados en un pequeño gag para nada inocente.
Rey, como toda heroína que pasa del mundo ordinario al mundo especial -en términos de Campbell-, vive sola y aislada en un planeta inhóspito. Esto ya nos marca su independencia y delinea muchos aspectos de su personalidad que la emparentan con aquel Luke que quería salir a conocer la galaxia y a su vez tenía algo que lo forzaba a quedarse. Jyn sigue un esquema parecido, se las arregla sola y mantiene su status de lobo solitario hasta que la sangre tira para convertirla en una líder de grupo. En ambos casos, los personajes dan un giro de 180° pero sin perder su esencia de personajes proactivos y que imponen respeto.
No es casual que las dos primeras películas de esta nueva etapa hayan tenido a personajes como Jyn y Rey al frente. En la serie animada Rebels podemos ver a otras dos mujeres interesantes, Hera y Sabine. Lamentablemente, el mundo del merchandising parece seguir a la retaguardia de la cadena evolutiva y en muchas colecciones de juguetes y figuras, los personajes femeninos fueron curiosamente dejados de lado. Por suerte, la ficción viene siendo más benévola. También el Universo Expandido (libros, cómics y videojuegos) de esta etapa siguen la tradición histórica de tener fuerte presencia femenina en los productos satélite a las películas. Para más detalles, basta buscar a la Doctor Aphra, Rae Sloane, Norra Wexley, Ciena Ree, Jas Emari, entre otras chicas que resisten en las páginas de libros y cómics. Quizás nunca lleguen a pelear junto -o contra- Rey y Jyn, pero sus aventuras nos recuerdan que la galaxia es grande y en ella cabemos todos.
*Bibliografía consultada: Star Wars. Filosofía rebelde para una saga de culto, de Carl Silvio y Tony Vinci. Errata Naturae.
Nº de Edición: 1734