«¿Por qué trabajadoras y trabajadores de un diario vaciado por sus dueños buscaron respuestas en la producción autogestiva? ¿Qué expresa esa decisión? ¿La autogestión configura un nuevo modo de organización en la comunicación? Y en ese sentido, ¿han sido las revistas culturales un actor emergente que irrumpió en el campo de la comunicación con una praxis innovadora que se constituyó como un saber?» Las preguntas abren el texto del periodista de la revista MU Lucas Pedulla, en el capítulo de su autoría «La autogestión: las revistas culturales como emergente de una nueva praxis», primero del libro Editar sin patrón: la experiencia política-profesional de las revistas culturales independientes, compilado por Daniel Badenes y publicado por Club Hem.
La referencia es al diario autogestionado Tiempo Argentino y las respuestas las buscamos, estudiamos y construímos todos los colectivos periodísticos que vamos por otras formas de hacer periodismo. Profesión que hoy celebramos junto al resto de las compañeras y compañeros de prensa. Aquí un fragmento del primer capítulo de Editar sin patrón:
LA PRAXIS AUTOGESTIVA COMO CULTURA
Gramsci (1999) planteó que la creación de una nueva cultura no sólo significa realizar de forma individual descubrimientos “originales”, sino convertir las acciones críticas en elementos de coordinación de una nueva filosofía. ¿Cómo es posible detectar ese tipo de cambios? Williams (2000) concibe la noción de emergente para pensar los nuevos significados, valores, prácticas y relaciones que pueden surgir en un determinado momento del proceso histórico, y subraya que el desafío de esos procesos autónomos, que potencian el saber y la imaginación colectiva, es no caer bajo los efectos de la dependencia de la organización dominante. En ese sentido, la reducción de lo social, de lo que acontece en un aquí y ahora (en su “situación”, según Benasayag), a categorías fijas, es el error más frecuente del análisis cultural. Por esa razón, Williams se refiere a los procesos emergentes como cambios de presencia, que no necesitan esperar a una clasificación ya que ejercen, de manera palpable, nuevos límites sobre la experiencia y la acción. A esos desplazamientos los describe como cambios en las estructuras del sentir, es decir, “los significados y valores tal como son vividos y sentidos activamente”, o lo que puede entenderse como un clima de época. A partir de estas definiciones es posible inferir que existe un cambio de presencia respecto a los modos de concebir, crear y pensar la comunicación social, con un anclaje siempre desde lo colectivo.
La autogestión es lo que construye la autonomía de un medio, en el sentido de que la única manera de poder sacar temas que no van a poder abarcar ni al mercado ni al Estado es que haya una comunidad que logra vender una revista y financiarse con eso para hacerlo, porque no va a haber ningún empresario que se banque una tapa de Luciano Arruga ni tampoco va a haber Estado que banque una tapa contra el glifosato. Por ahí esa revista no va a tener un impacto masivo, y eso justamente te da una medida: cada proyecto tiene una medida que no es la masivización sino encontrar su propio público. A veces es local, por zona geográfica. Es la única forma de garantizar todas esas cosas inabarcables, a contramano de la ficción de Clarín y La Nación que te dicen que cuentan lo que está pasando, pero que en realidad, como decía Bifo, es estrechar el horizonte de posibilidades, que son infinitas (Franco Ciancaglini, MU).
En el camino de la autogestión te vas dando cuenta y vas aprendiendo que esto se trata de otra cosa. En un primer momento hay muchas ganas de hacer y no tener dónde hacerlo. Por suerte, cualquiera que se ponga a sublimar esas ganas de hacer en un medio autogestivo, de a poco va conociendo un montón de otros que están desde hace mucho y te van marcando un camino político y lo que no te enseñó la universidad. El quehacer colectivo es colectivo no sólo hacia dentro de la organización, sino también con organizaciones hermanas. Es un camino colectivo o no es: no podés caminar solo. Necesitás quien te sostenga, te abrace, te enseñe, y eso encontramos en ARECIA: un montón de proyectos hermanos que también demostraron que no se trata sólo de comunicar, hacer una nota y se terminó, sino que hay todo un mundo que tiene que ver con la comunicación como derecho (Ailín Bullentini, NaN).
Ahora bien, a partir del análisis de estos testimonios, es pertinente subrayar que -como planteó Foucault- la capacidad de pensar por qué en un momento determinado emerge un enunciado y no otro, es posible en la descripción pura de los acontecimientos discursivos: “El análisis del campo discursivo […] se trata de captar el enunciado en la estrechez y la singularidad de su acontecer” (Foucault, 2002: 42). Es en ese acontecer del discurso autogestivo donde fue posible rastrear bajo qué condiciones fueron y son posibles en la comunicación el surgimiento de estas nuevas potencialidades, formas de acción y discursividades. En síntesis, se infiere que la praxis autogestiva de las revistas culturales constituye una cultura emergente y autónoma, un proceso de auto-organización que potencia el saber y la imaginación colectiva, que busca romper con los esquemas de la comunicación comercial tradicional y compone una fuerza colectiva que busca librarse de la relación disciplinaria que imponen las formas hegemónicas de concebir la comunicación, aun desde la universidad.
Como puntualiza Berardi, en el devenir de esa praxis las revistas culturales no pueden controlar la “fuerza total” de la comunicación, pero sí pueden gestionar un “proceso singular de producción de un mundo singular de sociabilidad” (2007: 69). Es decir, un tipo de comunicación en situación, en un aquí y ahora, una línea de fuga dentro de un escenario de concentración y precarización.
Al igual que Bulletini en el último testimonio citado, todas las entrevistas señalan a la Asociación de Revistas Culturales e Independiente de Argentina (ARECIA) como un espacio clave de articulación y aprendizaje.
Se forma por la necesidad de quienes hacemos y gestionamos las revistas de manera autogestiva de juntarnos, porque afrontamos intereses comunes y problemáticas concretas con el tema de la distribución, la pauta, el papel, como consecuencia de la concentración del mercado y la falta de leyes. Surge con las ganas de hacer todo, de crecer y potenciarnos, de empezar a crear mejoras, y es muy obvio ahí que una revista sola no puede. La manera es articularse. Tenemos una tradición en participar en espacios así: no pensamos que un medio comunitario se sostiene solo. Eso no existe y es lo definitorio para mí. Por eso, la necesidad de juntarse y luchar juntos (Laura Yanella, Güarnin).
Como manifiesta Yanella, las revistas culturales, en tanto sector, conforman una organización que se construyó “desde abajo”, sin apoyo oficial, y que en la edificación de una comunicación autogestiva se encontraron ante una serie de problemas asociados a la cartelización del papel y la distribución, un dique al crecimiento de esas experiencias. Por ese motivo, y al descubrir que los problemas son comunes y no propios de cada publicación (más allá de las particularidades específicas de cada medio), conformaron una asociación que apueste a un fortalecimiento colectivo para demandar al Estado políticas públicas frente a una situación concreta. A partir de ese conflicto, que aunó una heterogeneidad de revistas (que van desde danza, literatura, psicología, política), la situación se complejizó y se enriqueció: en esa multiplicidad surgieron nuevos conceptos, prácticas y formas de organización que
buscan el potenciamiento de nuevas formas de acción, esencialmente colectivas.
(…) La comunicación autogestiva se convierte así en una “línea de fuga”, un agenciamiento que dentro de un contexto adverso crea otro horizonte de posibles, es decir, lo que Deleuze (2013) denominó una jurisprudencia, una evidencia que posibilita pensar que hay otras formas de hacer y construir comunicación.
Un abordaje de estas características permite detectar las regularidades de un orden de discurso específico dentro de la comunicación social. A partir del análisis de la organización interna de las revistas y sus relaciones con otras publicaciones fue posible percibir los acontecimientos históricos que edificaron sus trayectorias. Este estudio permitió despejar ciertos enunciados y conformar un corpus de palabras, frases y proposiciones empleadas en su época y desde la situación en la que emergen: la edición periódica de una revista cultural autogestiva en un escenario de precarización y concentración. Es posible afirmar que se produjo lo que Foucault llamó “hay lenguaje”: un modo de ser, una forma de agrupar el lenguaje propia de una época, de una formación histórica.
El estudio de la autogestión resulta fundamental para el futuro de la comunicación. El nivel de concentración mediática y la precarización que padecen miles de trabajadoras y trabajadores de prensa de todo el país obliga a pensar y evaluar nuevas formas y modos de organización y de acción. Este escenario se conjuga con el desguace que sufrió la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual por parte de la alianza Cambiemos y la búsqueda de un marco normativo para las revistas culturales e independientes. Como quedó demostrado, esas nuevas formas y modos de producción ya están siendo pensados y ejercidos desde la práctica por cientos de publicaciones, nucleadas en una asociación representativa del sector. Sin embargo, son incipientes los aportes académicos: toda reflexión teórica e investigación académica es un avance hacia una práctica que crece, que crea, que genera trabajo y que amplía las formas de ejercer comunicación de una manera más digna, bajo relaciones humanas más sanas y que evidencia que hay un paradigma que ya no produce comunicación, sino insatisfacción y sometimiento. La autogestión genera así una ruptura en el campo que se sintetiza en un lema de ARECIA: “Somos muchas y queremos ser más”.
(*) Editar sin Patrón será presentado hoy a las 20 en Malisia, diagonal 78 #506, La Plata.
Nº de Edición: 1745