/Fuira

con mi bauza yo me iré a naufragar

la selección, a la deriva

Fotografía: Télam

Selección Argentina: equipo que cada dos o tres meses genera un interés limitado en la población. A diferencia de lo que ocurre en otros países latinoamericanos, en Argentina la mayoría de los hinchas prioriza los intereses de sus clubes por sobre los del seleccionado. El público que va a la cancha a ver a la Selección puede darse el lujo de insultar a Lionel Messi con la misma naturalidad con la que grita “ooole” a los 30 segundos de comenzado el encuentro. Con estas premisas, las tres finales perdidas en poco tiempo permiten que los agazapados salgan a flote sin problemas: por caso, si Higuaín hiciera cinco goles en cada uno de los partidos que restan hacia el Mundial igual seguiría siendo el hombre/meme que falló aquella definición en Brasil y el penal contra Chile; y si Argentina estuviera puntera de las Eliminatorias igualmente habría que “ganar una final porque esto no le importa a nadie”.

 

Asociación del Fútbol Argentino: organismo intervenido por un ente inédito llamado Comisión Regularizadora, que habría sido designado por la FIFA y a su vez cuenta con el aval del Gobierno Nacional. El presidente es Armando Pérez —quien al mismo tiempo lo es también de Belgrano de Córdoba—, y el objetivo con el que fue impuesta era el de fiscalizar y tratar de solucionar la crisis económica e institucional que atraviesan los clubes para así sentar las bases de un nuevo estatuto y llamar a elecciones tras aquel tragicómico 38-38. Nada de eso ocurrió: se acentuaron las deudas, el gremio que nuclea a los futbolistas se puso firme por primera vez en varias décadas y un paro frenó el reinicio del torneo, algo imposible de imaginar en la era Grondona. Después de miles de reuniones, internas, negociados políticos y acuerdos por conveniencia, las elecciones —que no serán elecciones porque solo habrá una lista— consagrarán al titular de Barracas Central, Claudio “Chiqui» Tapia, yerno de Hugo Moyano —sindicalista y presidente de Independiente— como nuevo presidente de la AFA.

 

Periodismo deportivo argentino: profesión que genera una inmediata vinculación con un grupo acotado de personajes que desarrollan su actividad principalmente en la televisión, pero que también suelen extender su discurso en las radios más escuchadas de AM. En los últimos años y, al compás del minuto a minuto, profundizaron la intención de polemizar, dictar sentencias a cada paso y generar discusiones con la certeza de considerar que sus opiniones son más importantes que los hechos y los protagonistas.

 

Campeonato de primera división del fútbol argentino: torneo que integran 30 equipos cuyo nombre y duración suelen desconocerse. Algunos partidos se disputan con público de ambas parcialidades y otros no. Puede postergarse un encuentro porque el campo de juego de un estadio luce impresentable y también un equipo puede decidir no jugar la fecha porque su arquero fue convocado a un seleccionado.

 

En este contexto irrumpe Edgardo Bauza.

 

Alto, flaco, patón, algo desgarbado, con el pantalón un poco más alto de lo habitual y camisas cuadrillé bien metidas adentro. Bonachón, de Granadero Baigorria, con una adolescencia de militante en el Partido Socialista Popular, con varios libros más leídos que muchos de sus colegas, con un buen pasado como futbolista, con la chapa de haber alcanzado la gloria como entrenador al obtener la Copa Libertadores con Liga de Quito y con San Lorenzo, pero también con la resignación sincera de sospechar que llegó al banco de la Selección sin merecerlo del todo. Que está ahí porque había que decidir rápido. Y porque otros candidatos con más apellido miraron para el costado. No estaba del todo claro por qué se había ido Gerardo Martino y no se sabía siquiera si sería efectiva la renuncia de Messi al equipo. Todos esos atenuantes llevaron el tren hacia el Patón, que no iba a dejarlo pasar, y asumió con el aval del ala bilardista del periodismo. Como devolución de gentilezas fue el primer invitado en el regreso televisivo de Fernando Niembro.

Fotografía: Télam.

 

En este contexto se mueve Bauza.

 

Se lo ve incómodo. Aquellos periodistas que lo empujaban hacia adelante ahora ni lo sostienen. Se lo escucha aturdido. Y encima como los jugadores no hablan se lo escucha solamente a él. Y para colmo se ve cómo no juega su no equipo. Y a la deriva, tira manotazos. Dice que su Selección “juega a ganar” y que contra Chile “había que ganar como sea”. Chicanea con sus declaraciones pero enseguida devela que en realidad lo que había hecho era un truco y entonces vuelve a tropezar. Se mete en el centro de esa bola de nieve insignificante que repite el interrogante infantil de si es preferible ganar o jugar bien. Y deja latiendo la sensación de que está con un pie afuera del equipo. Frágil, dubitativo, usando un traje que no es de su talle.

 

Con menos de 10 partidos al frente de la Selección a nadie le sorprendería que dejara de ser el técnico. ¿Y quién lo echaría? ¿Y quién lo reemplazaría? ¿Y se lo merecería?

 

La balsa de Bauza está a la deriva. Sin ningún razonamiento lógico, parte de los integrantes del circo eligen inflar el pecho, definir enemigos y llegar lo peor posible al Mundial, tal como ocurrió en la previa de la consagración en 1986. Otros tantos optan por lanzar vaticinios incomprobables y aseguran que después de abrochar la clasificación a Rusia el DT finalmente tendrá el espacio para ponerle su molde al equipo, buscará renovar al plantel y podrá plasmarse en la cancha su idea de juego. Mientras tanto, el Patón sigue en un cumpleaños diario y busca a través de un método extraño patear la pelota hacia adelante. “Le vamos a llevar la Copa del Mundo al Papa Francisco”. “Hicimos un partido brillante contra Chile, jugamos para 10 puntos”. “No sé qué voy a hacer después de salir campeón del mundo”.

 

Todos los días y a cada hora el zapping ofrece programas deportivos que brindan la solución mágica para este camino de la Selección hacia el Mundial de Rusia, hasta el momento sin mapa. Porque en definitiva, el equipo juega a ganar como sea, los periodistas jugamos a opinar como sea, y el seleccionado argentino, como mejor recorte de una realidad más amplia que lo excede, tiene las mismas chances de salir campeón del mundo que de desaparecer mañana.

 

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Nº de Edición: 1718