Ahora los retazos estamos dispuestos
a crear muchos más completos
para vencer este molde.
¡Romper el molde para terminar con este modelo!
Este texto es un todo —uno entre infinitos posibles— resultante de la costura de retazos de Poner(nos) en crisis. Políticas del hacer cuando la política falla. Cada retazo, desde palabras sueltas hasta párrafos enteros, fue formulado por algún participante del encuentro. Hemos cometido el doble movimiento de no alterar sustancialmente estos fragmentos y, al mismo tiempo, coserlos entre sí con hilo invisible. Organizado el pasado 26 de noviembre por PAPO (Paternal Arte y Política) en La Paternal Espacio Proyecto, Poner(nos) en crisis contó con la participación de arteMa, Emergente, Sub, Simbiosis Cultural y Diego Sztulwark. En el marco de su ciclo de acciones en el espacio público, PAPO se propuso con este evento generar un punto de encuentro para pensar, hacer e imaginar —dar imagen— a la crisis.
(DES)IDENTIFICACIONES. PREGUNTAS URGENTES
Una microcomunidad de mujeres autónoma y contrahegemónica. Una cooperativa de trabajo. Más que cooperativa, un laboratorio. Un medio de comunicación y activismo. Migrantes. Un periódico, una editorial. Los hijos del 2001, el narcicismo de nosotros, los grupos que nos identificamos con el 2001. Un pensamiento desde el corazón, sin olvidar que el nombre vino desde lo que antes no tenía nombre, que antes hubo algo más amorfo. Cómo no creer que somos eso, cómo no pegarnos, cómo no volvernos una marca, cómo no candidatearnos todo el tiempo. Es un gran desafío. Apenas algo nos desestabiliza reaccionamos intentando fortalecer nuestros campos de referencias previas. ¿Tenemos capacidad de contestar creando un territorio existencial nuevo? ¿Cómo pasamos de nuestros valores en general a pensar formas de articulación o composición?
Queremos construir una nueva potencia. Cuando esto estalle tiene que haber alguien que lo asuma. ¿Quién va a ser? ¿Y de qué manera? ¿Qué significa construir un contrapoder desde abajo? ¿Cuándo la crisis es nuestra? Son preguntas medio urgentes, medio angustiantes, medio difíciles de resolver.
No vernos en ninguna de las veredas. Decidir jugar en medio. No saber dónde estar ni qué hacer, cómo hacer para movernos y no caer en lo mismo. No identificarnos con esas voces. Dejar cerca nuestro a los que no vienen a contarnos una verdad, a los que vienen a preguntarnos y a escucharnos. Acercarnos a nuestros paisanos. Dar nuestra voz desde donde estamos, el lugarcito donde estamos.
LAS ESTRATEGIAS. INVENCIÓN DE MODOS DE HACER
Pensar en términos de estrategia es involucrar el lenguaje de la guerra. Es menos el de los valores y más el de la guerra. Si habiendo tantos conflictos no aparece un elemento de política diferente es porque se está pensando la crisis desde cómo se estabiliza, cómo se gobierna, cómo se democratiza, cómo se dialoga. La crisis, si no se la trabaja de otra manera, termina produciendo orden, órdenes cada vez más duros, más fascistas. Es difícil, pero algunas imágenes tenemos.
Las estrategias surgen de la urgencia, de la necesidad. Si no aguantás más por ahí surge una estrategia. Donde aguantamos no van a surgir estrategias. El desafío es producir el pasaje de una moral a una estrategia, salir de la postura moral para llegar a plantearse otras cosas. Cuando hay fuerzas, las fuerzas inventan y reapropian. Para el movimiento piquetero, el plan social no era un modelo extraordinario de vida comunitaria y alternativa pero sin embargo durante unos años fue una herramienta fundamental para cambiar las relaciones en barrios, en territorios. El paro puede ser la penosa y burocrática amenaza que la CGT hace al Gobierno para negociar o puede ser lo que vimos en el paro de mujeres, que seguramente no fue un paro pero movió a la sociedad. Esos son los momentos cuando la crisis es nuestra, cuando nos ponemos a crear estrategias.
Estamos en formación constante, política, estética y narrativamente. Utilizamos la técnica necesaria para cada acción. No tenemos reglas fijas. Podés tener una estrategia ahora que mañana no te sirve. No tenemos sedes. Tejemos redes de formas del hacer, pensar y vivir. Ayudamos, recibimos ayuda, estamos a disposición. Vomitamos, nosotras también vomitamos. Producimos una fisura en la cultura desde al arte, creamos núcleos. Y vamos aprendiendo en el andar. No se puede hacer borrón y cuenta nueva, divorciarse de las tradiciones que tenemos, pero la tradición revolucionaria, tal como viene, no nos sirve. El juego de estrategias abre una calle de muchos niveles, y en la estrategia inventamos modos de hacer.
2011, LA CRISIS DESDE ABAJO
El 19 a la noche, ¿a dónde ibas? ¿Qué hacías cuando empezaba a sonar la cacerola? A fines de los ‘90 éramos una manada de lobos y de lobas. Y lo que hacíamos era salir. Una época inspiradora para muy radicalmente decidir qué ibas a hacer con tu vida y desde qué lugar ibas a participar. La manera de conocernos fue viéndonos en las calles, en el calor de la calle.
De 2001 se ha dicho que hay que irse porque fue una especie de infierno, pero es un momento donde la crisis es una estrategia de los movimientos populares. Hoy la crisis es un discurso del poder, del capital, es una amenaza para desapropiarnos, desposeyéndonos objetiva y subjetivamente. Hoy no hay un contrapoder, hay un mapa de las desposesiones por hacer. Estos fueron años de normalización política, institucional, económica y micropolítica. Años de normalización neoliberal muy fuerte. No se llega a Macri porque sí.
El 19 y 20 no lo hizo ningún colectivo, ningún partido, ningún grupo de arte y política. Tuvo que ver con la aparición de actores que no tenían los manuales de la correcta vida colectiva. Y vino acompañado por esas corrientes de subjetivación que aparecen en las crisis. Cuando hablamos de crisis estamos hablando del poder.
2001 es una de las pocas experiencias donde la crisis no es sólo padecida, sino producida desde abajo. 2001 nos deja una teoría política.
EL FEMINISMO QUE ARDE
De 2001 al paro de mujeres hay una línea roja que marca el pasaje del discurso moral al discurso estratégico. 2001 es un momento de creación de estrategias en la calle y el paro de mujeres es la vuelta de la estrategia, es la imagen más contundente que hoy tenemos de un grupo que sale a disputar las imágenes sociales. Ahí está la imagen más interesante, más viva, más importante, y donde el rizoma está vivo, donde el rizoma no es retórico.
El problema es pensar que el movimiento de mujeres es una especificidad de las mujeres. El movimiento de mujeres viene a arrasar todo el campo social. La crítica al patriarcado y al neoliberalismo nos alcanza y sobra para empezar a plantear cómo se enfrentan determinadas violencias, qué significa crear instancias de decisión colectiva, qué es disputar la decisión.
Hacer un discurso bienpensante sobre las mujeres es aborrecible, es refugiarse en la moral. Los discursos bonitos ya empiezan a no morder. El paro de mujeres hay que entenderlo en su complejidad, porque cuando aparece el paro aparece una estrategia. El feminismo está ardiendo.
EL PODER DE LAS IMÁGENES
Nos venden, nos convencen, compramos, vendemos en función de lo visual. Vivimos un presente en que la imagen es muy fuerte. Las micropolíticas neoliberales operan al nivel de la percepción, y la percepción es casi lo único que tenemos. El antagonismo no es tan sencillo, porque la recuperación es muy rápida. El neoliberalismo todo el tiempo está diciendo que tu vida puede ser una empresa, te da una imagen de potencia que puede ser la más perversa del mundo. Nos queda el desafío de crear imágenes de potencia que sean mucho más interesantes que la de armarnos una empresa. O incluso desligar la imagen de empresa de la noción neoliberal de empresa. Las micropolíticas son nuestras formas de consumo, de hacer red social, de tratar con la alimentación, con la ciudad. Es ahí donde fuimos derrotados, no en las elecciones.
¿Cómo vamos a elaborar los conceptos, las categorías, las sensibilidades y las imágenes para dar cuenta de lo que estamos viviendo? Hay un tema de lenguaje y si se cede ahí se cede en todo. Por eso laburamos la estética y la narrativa. Cuando empezamos a escribir y a contarnos tomamos la palabra. El que vomita deja su letra, su voz, su texto, escribe lo que nunca dijo. Es un movimiento pequeño, pero nunca se sabe a dónde puede llegar.
CONSTRUIR UN CONTRAPODER
Corremos el riesgo de que la discusión se parezca a qué estrategias de salvataje en el naufragio tenemos, qué salvavidas nos inventamos colectivamente en redes de afectos. Cuando hablamos de un contrapoder estamos hablando de algo más serio, estamos hablando de un cruce de estrategias, de construir un artefacto. O sea, crear estrategias que tengan que ver con la materialidad de los cálculos de la vida, generar una herramienta de discusión de las estructuras de propiedad a niveles masivos. Sin nuevos sujetos no hay forma de pensar un contrapoder, y esos nuevos sujetos no pueden aparecer por fuera de los conflictos concretos donde se producen las desposesiones. El trabajo puede ser un lugar de creación de territorios, pero un título de cooperativa no implica que se modifiquen las estructuras del sistema, de las formas de trabajo, que se rompan los modos de producir que se vienen repitiendo. ¿Cómo se construye un contrapoder a partir de las experiencias reales que hay hoy?
Lo que llamamos, con cierto dejo de desdén, los no potentes, los no autónomos, suelen estar metidos en estrategias que no comprendemos, que no son las nuestras, donde no percibimos una potencia. Ahí nos falla lo colectivo, porque solamente lo ponemos en juego para amplificar nuestros valores. Un contrapoder también es un territorio existencial que hace que no asumamos paranoica o culposamente los puntos donde quedamos desestabilizados. Podríamos intentar vivir lo más alternativamente posible, pero la alternativa no es un diseño bienpensante de nuestros valores. Tenemos que ser capaces de desestereotipar la alternativa, confiar en que, cuando aparecen, las fuerzas sociales logran dar sentido y apropiarse de viejas cosas. Cuando es necesaria la reacción y la crisis se hace de abajo, la capacidad de los movimientos de resignificar y proponer es fundamental.
El contrapoder necesita de estructuras comunes y funciones. ¿Qué estructuras comunes tenemos? El territorio es múltiple, de muchos frentes. Movimientos sociales, fábricas recuperadas, asambleas, movimientos piqueteros, trabajadores, campesinos. El paro de mujeres, las migraciones, los chicos en los barrios. La cárcel para migrantes. Las redes que pueden recibirnos en las caídas. Una teoría con respecto a la máquina. Un lugar precario. La ausencia, la memoria, la maternidad, el hombre, la mujer. La identidad, la memoria, el género, el cuerpo. Esta sociedad capitalista, machista, patriarcal. ¿Y cuáles son las funciones que esas estructuras deberían tener? ¿Qué funciones viabilizan potencias? La comunicación, la creación de una inteligencia colectiva, la posibilidad de historizar procesos son funciones.
Una micropolítica neoliberal no quiere que haya estrategia, es un “hacelo así”, un código que nos permite resolver nuestra relación con el mundo, sin el encuentro con otros. Nos queda articular, trabajar con lo heterogéneo, encontrarnos en la diferencia. Que la creación no sea de un inspirado sino que sea justamente del tipo de conflicto fuerte que surge cuando la sociedad se mueve. El momento decisivo es un momento colectivo, no necesitamos un salvador.
Nº de Edición: 1694