“Con el corazón en la mano” es el nombre que Mariana García eligió para el libro que anhela publicar con las poesías y pinturas que realiza desde hace más de cinco años. Sueña con poner en la tapa un dibujo de dos manos como ángeles y un corazón en el medio que realizó su exmarido para ella hace algún tiempo atrás. Con este libro busca generar conciencia sobre diferentes hechos que nos afectan cotidianamente como sociedad. Entre cuentos cortos, versos sueltos y poesías que muestran con crudeza su propia realidad, se entremezclan historias de amor y pensamientos sobre muerte, política y manicomios. En sus 48 años de vida ha transitado diversas situaciones que la transformaron en una persona totalmente comprometida con todo aquello que la conmueve, sin miramientos.
A los doce años comenzó a realizar poemas, frases y aforismos a través de los cuales relataba las fantasías amorosas de una niña desorientada que todavía no se había estrellado contra ella misma, pero empezaba a sentir el impacto acercándose. En las divinas aguas de la poesía encontró la manera de entender los intempestivos movimientos de su alrededor, producto de su entrada a la adolescencia y de los vaivenes emocionales de su familia que a veces se transformaban en un vendaval con un alto poder destructivo.
Los excesos propios, la incomprensión ajena y un potente sentimiento de extrañeza respecto a los imperativos de sus círculos más próximos pusieron en jaque sus primeros amaneceres. Esos trabajos, escritos en clave autorreferencial, le permitieron conocerse internamente y hacerle frente a los cambios que iban sucediendo a toda marcha sin perder nunca el rumbo ni el control de su vida. Sin embargo con el paso del tiempo, sus trabajos literarios fueron interesándose por otros mundos y reformulando el suyo. Hoy tienen como guía las inquietudes sociales y políticas que la atraviesan día tras día.
Con seguridad afirma que a partir de los 30 años uno se convierte en un ser político y debe poder expresarse de alguna manera para intentar mostrar a los habitantes de las grandes urbes lo que no ven porque ya se acostumbraron a la ceguera autoimpuesta o porque han aprendido a convivir con el silencio cómplice: “Yo viví épocas muy diferentes: padecí dictaduras, caí en cana en democracia, estuve internada varias veces; me pasaron muchas cosas en mi vida, por eso no tengo el mismo pensamiento general sobre varios temas y eso hace que choque con muchas personas. Algunas cosas prefiero no hablarlas con nadie, me las quedo para mí y después las escribo”.
Quizás sea la premisa de mirar con ojos críticos un entorno que para la mayoría es cotidiano y natural lo que mejor expresa ese ser político en el que se ha convertido. A través de sus poemas realiza denuncias sobre diferentes hechos que suceden dentro del hospital neuropsiquiátrico Braulio Moyano, donde permanece internada desde hace varios meses debido a una recaída de sus estados depresivos: “Acá pasa de todo, por ejemplo hace meses discutí con un doctor por las condiciones del pabellón, lo insulté con justa razón y me mandó a inyectar; me negué porque no veía motivos para eso y me subieron toda la medicación”.
A la semana siguiente de ese lamentable suceso, participó de una exposición de pinturas en una galería de arte y cuando intentó regresar al hospital, se quedó tirada en el suelo, imposibilitada de moverse, dura: “Si no hubieran ido mis hermanas, ¿cómo llegó al hospital de vuelta?”. Su pregunta queda resonando como un aire de tristeza que hiela la sangre y ayuda a visualizar las consecuencias de los abusos psiquiátricos sobre aquellos que no tienen voz ni para perder.
La primera vez que ingresó al hospicio fue hace casi 20 años. Aunque tuvo varias internaciones breves esas experiencias le sirvieron para reconocer en esos lugares la opresión y la soledad que históricamente han padecido sus huéspedes. Por ese motivo, suele agruparse junto a otras pacientes con las que comparte mates, charlas y reflexiones que luego trascribe en un cuaderno que guarda con recelo y lleva a todas partes aferrado a ella. Con esos encuentros busca generar espacios donde cada una de sus compañeras pueda dejar salir desde sus entrañas aquello que les es prohibido expresar por temor a represalias, creando un mundo donde las desposeídas se atrevan ganar y ser escuchadas.
El compromiso que asumió dentro del manicomio fue una obligación ineludible con ella misma; ver tanto dolor e injusticia y no hacer nada nunca fue su opción. Con entereza relata la historia de Felicia, una paciente que murió por sobredosis de psicofármacos: “Como nadie la venía a ver y no tenía familia, los médicos para sacársela de encima la sobremedicaron tanto que falleció. Hay un punto en que el cuerpo no te aguanta más, el corazón no resiste y dice basta, seas joven o viejo, no te aguanta”.
Cuando reflexiona sobre lo que significa estar internada, se cuestiona como alguien puede recuperarse en un ambiente donde están todas las mujeres durmiendo en el piso, sin abrigo, muertas de frío y desidia. El acostumbramiento a la vida intrahospitalaria se trasforma en un común denominador en muchas pacientes que permanecen internadas por años sin más posibilidades que la resignación cronificada, viviendo entre el abandono, la soledad y la frustración de no poder aun queriendo con ansias.
A pesar de vivir esa situación diariamente dentro del hospital, intenta no perder las esperanzas de abrirse paso en el mundo del afuera sin que los muros del manicomio le hagan sombra. Sabe que la única forma de alcanzar el objetivo por el que lucha desde que ingresó al Moyano es ir en busca de ello con firmeza, sin dejarse vencer por los miedos que la aquejan y ensombrecen sus días. En los últimos años, la poesía se ha constituido en una herramienta esencial para hacerle frente a sus propios fantasmas y así evitar que éstos transformen su alma en piedra. Esa ilusión de independencia traducida en una imperiosa necesidad libertaria la mantiene expectante, alerta a cada posibilidad y llena de comprometidos sueños que busca alimentar a través de sus versos.
Aspiraciones
(por Mariana García)
Qué alto que volaba al soñar con él futuro
Deseaba un caballero con porvenir seguro
Elevada su talla, delgada su figura
Ojos claros, tez blanca, singular su postura
Que estudie, que trabaje
Que sea médico, docente o solo adinerado.
Sin embargo ahora pienso muy distinto
¿Qué me hizo cambiar?
Quizás fue mi SI-No.
No quiero fortuna, dinero ni fama,
Solo que él me diga, que él mucho me ama
Que me acepte así, sencilla y honesta
No se llevará una gran belleza,
Ni un ama de casa con gran destreza
Puede que se lleve solo mi inteligencia,
Más en el hogar no hace falta ciencia.
Llámate dichoso, no es una demencia,
Pues te llevas esto, mi decencia.
rastros@lanan.com.ar
Nº de Edición: 1799