El diario viejo es lo mejor para limpiar los vidrios. Inés Efron lo sabe. En la vereda de la calle Honduras, pleno Almagro, le saca brillo al cristal dibujando círculos con la dedicación y el entusiasmo de quien abre un local por primera vez. Desde adentro destellan luces y un reggaetón sordo logra atravesar el muro transparente. Un tipo frena y pregunta: «¿qué hay acá?». La actriz de 33 años sonríe satisfecha. “Me encanta. Frena gente y es lo que yo quiero. Que haya algo absurdo sucediendo en medio de la calle, que te desconcierte, te dé asco; lo que sea. Pero que te pase algo fuera de lo cotidiano”, confiesa.
Esto es «Vidriera», dirigido y curado por Inés. Un proyecto autogestivo en el que 21 artistas con diferentes performances intervienen un local de la calle Honduras al 3714. Tras años dedicados a la actuación, la actriz nacida en México, durante el exilio de sus padres pero criada en la Argentina, se aventura en el papel de directora.
XXY (2007), El niño pez (2009) y Cerro Bayo (2011) fueron algunos de sus papeles más reconocidos y exigentes. El género, el sexo y la tragedia sobrevuelan el contenido filmográfico de la chica que empezó teatro porque “lo social” le costaba mucho y el arte le ayudaba a hacer amigos. “Sana. Sana mucho”, dice sobre la actuación.
Su último papel en cine fue hace dos años en la comedia Volley, de Martín Piroyansky, en la que mostró que también sabe hacer reír. Pero como “el cine va y viene”, según describe, en el medio se puso a dar clases y se encontró con una de las cosas que más placer le genera de la actuación.
“La docencia me gusta mucho, aunque cansa. Pero es como lo que me reconecta con el origen de mi profesión. Donde yo más me entusiasmé con la actuación fue en las clases, con mi maestra Nora Moseinco. Entonces me transporta a lo genuino. Con los años de ejercer el trabajo fui perdiendo ese entusiasmo. Fueron apareciendo otras cosas, pero esa semilla inicial se modificó. Y ahí es como que reconecto, me nutre un montón. Sí, me encanta”, puntualiza la artista.
Aparte de dirigir el ciclo «Vidriera», actualmente forma parte del elenco de «Arde brillante en los bosques de la noche», la última producción de Mariano Pensotti, que también tiene como ejes al cuerpo, la sexualidad y la libertad y que se presenta de jueves a domingos a partir de las 20.30 en el Teatro Sarmiento (Avenida Sarmiento 2715).
La obra de Pensotti se centra en las historias de tres mujeres para dejar colar las repercusiones que la Revolución Rusa tiene en la actualidad, a cien años de su comienzo, y en particular la mirada que la revolucionaria y feminista soviética Alexandra Kollontai plantea acerca del rol de la mujer y su cuerpo y de cómo esta imagen es modelada por el capitalismo. En Arde brillante, Inés le presta su cuerpo y voz a una de estas mujeres. Sin embargo, más allá de estar muy inmersa en el proyecto, lo que más quiere hoy es dar rienda suelta a su creatividad.
–¿Cómo nace Vidriera?
–Hace mucho que tenía ganas de tener un proyecto mío. Trabajar para otros me gusta pero me cansó un poco. No me sentía personal. Y el tema de tener un local es algo que arrastro desde la infancia y que después se fue mezclando con que yo miro mucho las vidrieras. Y nunca es una mirada neutral ésa. Es una mirada de deseo. “Eso que está detrás del vidrio yo lo necesito porque mi vida va a ser mejor cuando lo tenga”. No sé, me empecé a dar cuenta de que todo lo que está detrás de un vidrio se vuelve más atractivo, por ahí por cómo está dispuesto. Entonces me dieron ganas de aprovechar la vidriera para mostrar algo que no tenga sentido, que no sea útil; así surgió. Presenté el proyecto a la Ley de Mecenazgo y a partir de eso me salió un dinero con el que pude concretar la idea.
Sentados en un cantero frente a esa ventana al absurdo del barrio de Almagro, varios espectadores se deleitan con “Reggaetón Fatal”, un frenético baile que da calor de solo verlo. “Vidriera” ejerce un influjo magnético. La mirada de los transeúntes y de los eventuales runners es succionada por esta pecera luminosa y excepcional en el caparazón oscuro de la noche porteña. Inés suelta un “ya vengo”, que no se termina de evaporar en el aire entre que toma un taxi y vuelve con una computadora.
“Estoy re activa. A veces quizás uno no ve una peli y piensa que los actores no hacen nada. Sí, quizás, hay un parate de la demanda de directores de cine, pero sigo con el teatro. Viajando un montón en gira con la obra y en el medio doy las clases que puedo”, se explica.
–Aparte de la actuación y la dirección ¿qué otras cosas te interesan?
– Ahora estoy muy interesada por la sanación. Cosas como el psicoanálisis, la sanación a través del cuerpo, la alimentación. Sí, la sanación es algo que en verdad me interesa mucho. Como para después más adelante seguir investigando un poco más sobre el tema.
–Participaste en películas en las que se tocan muy de lleno las cuestiones acerca de la diferencia entre sexo y género. ¿Cómo ves la lucha por esa distinción en la actualidad?
– Yo creo que son cosas que tienen que pasar. Seguramente ahora es necesaria la lucha. Pero en un momento no va a haber que atacar nada. Y quizás es necesaria esa energía combativa porque hay que cambiar cosas muy de raíz. Pero a mí la lucha no me interesa. Siento que no es ése el lugar para los cambios. Nunca me informo mucho de lo que está pasando. Me siento parte porque está pasando ahora. Creo que está cambiando algo, y creo que el modo en que está cambiando es como cuando uno es adolescente, que se rebela ante todo. Es un poco así. Y creo que este proceso es inevitable para que esto dentro de unos años sea visto como un poco más normal.
–¿El arte puede ser una herramienta en esos debates?
–Sí. El arte tiene ese rol transformador. Porque va a contracorriente y no tiene que ver con la productividad. Porque es muy existencialista. Uno se anima a vivir fuera de ciertos códigos de lo que es correcto o normal, entonces es muy necesario. Transforma. Y sana mucho. Al menos la actuación es increíble lo sanadora que es. Creo que por todo el tema de exponerse y de mostrarse la actuación funciona así.
Inés va y viene inquieta por la vereda. Un asistente reparte volantes entre el multiforme bulto que escruta a los cuerpos casi desnudos y muy transpirados en exhibición. El ciclo alterna diferentes espectáculos del que participan artistas, directores y hasta un politólogo. Un crisol de intervenciones que un día puede proponer un acampe a oscuras en carpa y al siguiente presentar a cuatro personas disfrazadas de perro sobre un césped sintético. La variedad de las performances se cristaliza en el título de una de las puestas en escena: “Lo que pinte”. Toda la producción es autogestiva.
“No ganas plata con esto. Si una empresa lo hace, por ahí gana algo con publicidad. Pero yo sólo puedo sentir este nivel de placer y goce con un proyecto mío. Quiero estar acá las 24 horas. Nunca había sentido este entusiasmo, esta claridad de deseo”, revela la actriz.
–Y a futuro ¿cómo te ves?
–Me gustaría seguir concretando cosas mías. Cada vez llegan más. Estoy aprendiendo un montón con “Vidriera”. Me dan ganas de seguir haciendo cosas que tienen que ver con lo performático. Seguir con esto, con proyectos de otros, viajar, estudiar. Ahora estoy muy con la dirección pero me interesa la mezcla. En algún momento aparecer en escena, pero no mucho. No necesito tanto estar yo, disfruto mucho de que estén otros.
*Vidriera se presentará hasta el 22 de diciembre en Honduras 3714, Almagro de forma libre y gratuita.
Nº de Edición: 1810