/Fuira

lo que viene: clubes vs. s.a.

fútbol privatizado

Fotografía: Télam

El fútbol argentino atraviesa una etapa de debates y definiciones sin precedente. Muchas cosas están en juego: el formato de los torneos que cambia año a año, los descensos, el reparto de los ingresos por televisación, las deudas millonarias de los clubes a la AFIP, el futuro institucional incierto de la AFA y tantos otros tópicos que aún están lejos de ver una solución. Pero además hay un tema que subyace a todas estas cuestiones, que estaba oculto pero que empieza a asomar, en estado de latencia y a la espera de salir a flote: las sociedades anónimas deportivas (SAD), un viejo anhelo del presidente Mauricio Macri que promete dividir las aguas entre los directivos y que implicaría una histórica y profunda modificación en la estructura de los clubes argentinos.

 

No es la primera vez que las SAD aparecen en la escena del fútbol local. Macri, en su primera etapa como presidente de Boca, ya había soñado con aplicarlas. De hecho, el 20 de julio de 1999 llevó el proyecto al Comité Ejecutivo de la AFA. Pero no estaba solo: tenía a Fernando Miele —por entonces presidente de San Lorenzo— como aliado, y, fundamentalmente, el apoyo del gobierno menemista que también abogaba por la aparición de las sociedades anónimas en el fútbol argentino. Sin embargo, después de un acalorado debate con el resto de los dirigentes, el resultado de la votación arrojó un contundente rechazo al proyecto de reforma. Lejos de rendirse, Macri convocó en 2001 a una conferencia de prensa en la que explicó punto por punto su proyecto de ley «para la reorganización del fútbol argentino», que por supuesto incluía a las sociedades anónimas. Les envió copias a Domingo Cavallo y Patricia Bullrich, por entonces Ministros de Economía y de Trabajo, respectivamente. Pero su objetivo no se concretó.

 

Quince años después, con Macri como presidente, la idea volvió a ver la luz. «En un mundo donde todos apuntamos a elegir en libertad, que los socios de cada club elijan si sus clubes deben seguir como asociaciones civiles o si deben convertirse en sociedades anónimas», dijo en marzo en una entrevista con la agencia AP.

 

En la actualidad, las sociedades anónimas deportivas están aprobadas mundialmente por la FIFA. Sin embargo, en Argentina se encuentran prohibidas por el reglamento de la AFA. En una decisión política, Julio Grondona optó por este camino, y luego lo defendió ante los reiterados intentos de Macri por introducir capitales privados en los clubes. De la única manera que una institución puede afiliarse y competir en los certámenes nacionales es bajo la figura de una asociación civil sin fines de lucro. Esto implica que debe comprometerse a fomentar el desarrollo de actividades sociales, deportivas, culturales o educativas, entre otras cosas. Con la entrada de las SAD en el fútbol argentino, muchos de estos puntos dejarían de existir.

«El problema de las sociedades anónimas deportivas es que se desvirtúan muchas cosas. Por ejemplo, en la actualidad, los dirigentes de los clubes son hinchas, socios, simpatizantes de la institución, ya que por estatuto se exige cierta antigüedad como asociado para poder integrar la Comisión Directiva. Bajo esta nueva modalidad podría venir un inversor chino y comprar a Boca. Cualquiera puede venir y comprar las acciones, y el club termina manejado por gente sin identificación y sin arraigo», explicó a NAN el abogado especialista en derecho deportivo, Hernán Rubiola.

 

Otra consecuencia sería que todas las decisiones sobre los destinos de cada club se tomarían de manera unilateral. «En las asociaciones civiles hay una Comisión Directiva que se reúne, debate y vota por mayoría. En una SAD está solo el presidente del directorio que compra, vende, saca, pone, contrata. Todo unilateralmente. Los clubes se transforman en empresas y terminan manejados comercialmente por grupos económicos», completó el abogado.
Además, las SAD no tendrían el mismo control estatal que tienen las asociaciones civiles por parte de la Fiscalía de Estado. Si los socios consideran que sus derechos fueron vulnerados de alguna manera, pueden denunciar para que la fiscalía intervenga, llame a asamblea y se elijan nuevas autoridades. En un club sostenido con capital privado, eso se perdería.

 

Por otro lado, Rubiola destaca que lo positivo de esta movida podría ser el blanqueo de muchas irregularidades que suceden en las asociaciones civiles: «Como los dirigentes de los clubes no cobran, terminan metidos en pases de jugadores, contrataciones, porcentajes de futuras transferencias y otras cosas. En una sociedad anónima hay gerentes que reciben un sueldo por su trabajo. Eso lo blanquearía un poco».

 

El pretexto del Gobierno nacional para instaurar las S.A. es que los clubes se encuentran sumergidos en una profunda crisis económica y que esa es la única solución mesiánica que puede sacarlos del pozo. El argumento, en realidad, no es nuevo. Macri ya lo había utilizado en su intento de imponer las SAD en 2001: «Todos los clubes que no cumplan con ciertos parámetros de solvencia financiera y económica, deben reestructurarse y elegir entre una sociedad anónima y una asociación civil. Hago esto porque amo al fútbol, y en la Argentina se viene abajo».

 

Sin embargo, para que el viejo deseo de Macri llegue a concretarse, deben cumplirse dos pasos fundamentales. En primer lugar, debe lograr una modificación en el reglamento de la AFA para que se autoricen las SAD. Y luego, tendrá que elevar un proyecto de ley al Congreso, como ya se hizo en otras oportunidades. En el año 2000, el ex senador tucumano José Carbonell ya había presentado un proyecto para convertir a las instituciones deportivas en sociedades anónimas. El punto más saliente de la propuesta era el artículo noveno, que proclamaba el derecho exclusivo otorgado por los clubes a la SAD para participar en competencias profesionales organizadas por la asociación, el derecho a la denominación del equipo, los derechos económicos de transferencia de los jugadores, el derecho al uso de escudos, colores, nombres, uso del estadio, instalaciones, derechos de televisión, etc. La iniciativa de este político peronista perdió estado parlamentario dos años después, pero el nuevo avance del gobierno macrista podría tomar este proyecto de ley como piedra basal en la edificación de la nueva estructura de los clubes argentinos.

 

«Habría que revisar la Ley de Sociedades (n° 19.550) para ver cómo se adapta una modificación en la que se incluyan las SAD, ya que hoy en día no existe tal figura. Sería importante incorporar un anexo que las regule específicamente, porque solo con la ley actual se va a desvirtuar todo. Hay que establecer cuáles son las funciones que debe cumplir, porque no es lo mismo un club que una cadena de supermercados o una pinturería. Se podría establecer que no se metan capitales extranjeros para evitar que cualquiera compre a los clubes o que los accionistas sean socios con cierta antigüedad», advierte Rubiola.

 

Alertados por la intención del gobierno, varios dirigentes del fútbol argentino alzaron su voz en contra de las SAD. Incluso en algunos clubes como Racing, Lanís, Boca, Banfield y Argentinos Juniors comenzó una campaña liderada por diferentes agrupaciones para reunir firmas y poner de manifiesto el rechazo a la reforma. «Estoy convencido de que el Gobierno quiere asfixiar a los clubes para empujarlos a las sociedades anónimas deportivas. Estamos en total desacuerdo con cualquier tipo de gerenciamiento», declaró en una entrevista a NAN el presidente de Lanús, Nicolás Russo.

 

Por su parte, Rodolfo D’Onofrio, presidente de River, también fue tajante al respecto: «Rechazamos todo esto y no vamos a acompañar el proyecto de la Superliga si no se cambia el artículo que permite las SAD. No quiero que por medio de esto ingresen los capitales chinos, europeos o de orígenes raros». El titular de San Lorenzo, Matías Lammens, también se puso en la vereda de enfrente al afirmar que «ahora la pelea es contra los que quieren esta reforma».

marinperez_nan2016_phtelam
Fotografía: Télam

En Boca, las aguas están bien divididas. Su presidente, Daniel Angelici, es el principal caballo de batalla que tiene Macri en el fútbol, y salió a jugar su carta al declarar que “las sociedades anónimas no son un cuco”.

 

«Yo no estoy a favor ni en contra, en casi todos lados hay sociedades anónimas”, resumió.

 

En paralelo, todas las agrupaciones políticas opositoras del club firmaron un comunicado a través del cual rechazan la llegada de capitales externos. “Queremos socios apasionados del fútbol, no clientes consumidores de un negocio a partir del espectáculo”, afirman en el texto que cierra con la frase: “Boca Juniors, siempre Club Atlético. Nunca Sociedad Anónima”.

 

El fantasma de las SAD volvió a sobrevolar luego de la conferencia de prensa que realizaron la semana pasada el titular de AFIP, Alberto Abad y el secretario general de la presidencia, Fernando De Andreis. Allí Abad dio a conocer la deuda fiscal millonaria de los clubes del fútbol argentino y el mensaje fue interpretado como el primer paso del Gobierno para retomar el postergado proyecto de reforma. Según infieren muchos dirigentes, la intención es demostrar que los clubes no pueden escapar a sus problemas económicos como asociaciones civiles y que por eso es hora de dar lugar a otras alternativas. La idea sería copiar el modelo implementado en España, en donde conviven ambos tipos de instituciones. De hecho, el proyecto de ley presentado en el 2000 por Carbonell está basado, en su mayoría, en el caso español. Allí, de los 20 clubes que integran la Liga, solo cuatro permanecen como asociaciones civiles: Real Madrid, Barcelona, Athletic Bilbao y Osasuna. Los 16 restantes tuvieron que volcarse hacia las SAD, empujados por la sanción de la Ley del Deporte en 1990.

 

El desembarco de las SAD en España se dio en un escenario y bajo unos argumentos que parecen calcados a los de la actualidad argentina. La Ley del Deporte introdujo el concepto de las Sociedades Anónimas Deportivas con el objetivo de otorgarles mayor control y transparencia a las estructuras del fútbol profesional. Como la mayoría de los clubes tenían deudas millonarias, se impuso una especie de castigo por el cual los deudores debían mutar y adoptar la forma jurídica de una SAD.

 

Pero 26 años después de la sanción de aquella ley, los problemas económicos de los clubes no parecen haber mermado. Todo lo contrario: hacia 2013, los 16 que adoptaron la estructura de una SAD les debían a Hacienda más de 500 millones de euros. El caso español, que el Gobierno de Macri parece querer copiar y aplicar en la Argentina no dio los resultados esperados, ya que las instituciones siguen acumulando deudas al fisco año tras año.
Es el partido que asoma en el fútbol argentino. Hasta el momento, la mayoría de los dirigentes salieron a marcar la cancha y a plantarse: no quieren Sociedades Anónimas. Mientras tanto, por atrás, el Gobierno, junto con sus principales alfiles, juega sus fichas.

 

fuira@lanan.com.ar
Nº de Edición: 1672