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Marina Fages y Fernando Kabusacki |
Canciones vivas, folk, rock alternativo y cumbia. Esos fueron los ingredientes del festival por los diez números de revista NaN y los seis años de su relato virtual Agencia NaN.
Por Colectivo NaN
Fotografías Pablo Tallón
Buenos Aires, diciembre 4 (Agencia NaN-2012).- Medianoche. Meeks 1066. Temperley. Cultura del Sur. Quienes se acercaron al filo del viernes último a ese reducto de Zona Sur encontraron un escenario cuanto menos variado, con tres propuestas completamente distintas; una cancionista, una banda de rock alternativo y otra de cumbia instrumental le imprimieron todo su color a una noche intensa a fuerza de buenas canciones. Fue en un festival para celebrar los diez números de NaN y los seis años de su relato virtual Agencia NaN
Las vías, los muebles y los gatos de las fotógrafas Natalia Berninzoni, Camila Vázquez Martino, Agustina Plata y Anita Pouchard Serra absorbieron, desde la única pared desnuda de color que tiene Cultura del Sur, las miradas de chicos y chicas que se animaban a cruzar la reja. Mejor guía, imposible, la que tuvo el público desde la principal avenida de la noche de Temperley hacia CCS: el recorrido amable y tentador que proponían aquellas imágenes sirvieron de imán, de atractivo, de homogeneizador de ánimos.
Salvo algunos rezagados, el grueso del público colmó el patio reparador del centro cultural no bien iniciada la madrugada del sábado incipiente. El lugar lucía acogedoramente placentero desde la lejanía de la vereda. Grupos de amigos compartiendo la noche de pie, con el suelo de asiento o el ir y venir que muchos practicaron desde la mesa con las NaN y los discos de los músicos invitados hasta el recorrido de los dos años de vida de la publicación en forma de tapas gigantes colgadas cual si fueran “trapos al sol” confluyeron en una instantánea que invitaba a compartir la atmósfera a quien se asomara siquiera de casualidad. En eso, Marina Fages comenzó a hipnotizar orejas y acompasar el exilio hacia el escenario.
La actuación de la cancionista propuso un desafío: ¿Cómo sintonizar en plan fogón a decenas de personas en busca de fiesta y baile? ¿Cómo bajarlos a la tierra después de un agotador cierre de semana? Sin embargo, la cancionista logró lo menos probable: que, en ese clima, el público (o en su gran mayoría) se sentara en el piso y se conectara con las canciones, sin dispersarse. Es que Fages no es una showoman ni una oradora: las que hablan son sus melodías, sus letras, sus paisajes vocales, sus impecables arreglos de guitarra, en fin, sus canciones vivas como las emociones y “suavemente onduladas” (como diría Daniel Drexler) ¿Cómo no entrar en trance con la envolvente “Acantilados”? ¿Cómo no sonreír con “Canción de Mene”? ¿O cómo no asombrarse con la contundencia de “Loop”, que apenas dura 39 segundos? Pero no sólo es mérito de Fages. En el escenario, fueron indispensables los aportes del experimentado y reconocido Fernando Kabusacki (guitarra) y la joven Lucy Patané (banjo, latitas y bombo).
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El trío de rock alternativo SUB |
El calor no apretó mucho y algunos prefirieron quedarse en el salón, frente al escenario, la mayor parte de la noche, aunque el murmullo y el humo corrían entre la ida y vuelta del pasillo del centro cultural. La lista de temas que sonaba entre banda y banda, era un tema de conversación para los que estaban al tanto de las cientos de nuevos grupos que enriquecen el presente y futuro del pop, el rock, la canción y la mixtura reinante entre los músicos jóvenes que giran desde La Plata hasta la Ciudad de Buenos Aires, pasando por el Conurbano. Miro y su fabulosa orquesta de juguete, Los Reyes del Falsete, El Mató a un Policía Motorizado, Reimon Starsip y los venusinos, The Hojas Secas, CLDSCP, El Kuelgue, Temper, Valentín y los Volcanes fueron algunas de las que sonaron.
Otros se detenían a disfrutar de los dos años de historia de la revista pendiendo de un hilo. Mejor dicho, de una tanza que funcionaba de tender para la muestra de las tapas y contratapas, esas que con los diseños de los Taikonautas y Mopho –más la mano de Gustavo Sala en la última edición– supieron ponerle el broche de oro a cada uno de los diez números. Afuera, el aire corría un poco más y las charlas variaban entre las habituales y los debates sobre la recién sancionada ley de música o la esperanza de otra que fomente las revistas culturales, cuyo texto completo esperaba la llegada de algún interesado sobre una mesa compartida con las NaN y los discos de las bandas que le pusieron color, ritmo y sustancia a la noche. Ya en eso andaba José Noise arriba del escenario.
Ahí fue cuando se sintió un huracán después de la calma. La faceta más rockera de SUB emergió y un aire distinto bajó desde el escenario. El trío de Remedios de Escalada presionó el switch de “modo en vivo” despegándose de los arreglos pop y subordinando el uso de delays a la potencia de las distorsiones. De la (veloz) mano de José Noisé partieron rasgueos salvajes y melodías por demás agradables, que cautivaron la mirada y el oído de más de uno. En la rítmica, Andrés Martínez apabulló a los concurrentes con sorprendentes rulos de batería, aportando su desconcertante cuota de hard rock que Gabriel Gandini completó con algunos interesantes fraseos en el bajo. El carisma, la fluidez y desenvoltura del grupo se percibieron desde el principio, pero la muestra más intensa se dejó ver sobre el final. Poco después de que adelantaran “El equipo de rescate”, uno de los temas que incluirán en su próximo disco, José Noisé culminó punteando un solo arrodillado de espaldas al público, rindiendo homenaje al mil veces visto (¿por qué no una vez más?) cierre apoteósico de los recitales de rock.
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Los Patis convirtieron el bunker más chico de Cultura del Sur en una bailanta de barrio. |
A esa altura la energía estaba en alza. El intervalo no llegó a apagar el ardor adentro del salón. La madrugada parecía a punto de explotar allá arriba, en la primera noche de diciembre, mientras la mesa estaba casi lista para el plato principal, el más osado: Los Patis. La presentación como en cualquier bolichito de Constitución fue sin vueltas, de frente ma’. “¿Vamos a bailar un poco de cumbia? Dale”, agitó Sergio Navarro con el wiro en mano antes de darle lugar al teclado. Las timbaletas marcaron el ritmo en un arrebato y en menos de tres segundos la banda convirtió el bunker más chico de Cultura del Sur en una bailanta de barrio.
El que no movía los pies no tenía sangre. La música empujaba a bailar y las primeras parejitas desatadas le ponían el cuerpo a la corriente de melodías que bajaba del escenario como una marea hipnótica. Un poco de Los Mirlos, algo de Amar Azul, otro poco de Tropihits Volumen 3 colmaron el ambiente. El aire ya saturado se espesó con la impronta de Los Patis que a puro sabor llevaron a la fiesta a un clímax sin retorno. El relojito cumbiero marcó el tiempo hasta el final, incluso cuando la claridad ya amenazaba. Hubo lugar para pedir una más, pero la banda supo largar la cuota justa de otro par de hitazos hasta ahí, para dejar al público con las ganas. Los aplausos retribuyeron tanto ritmo, tanto calor, tanta alegría.