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150 días de ajuste

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La rapidez con la que el Gobierno tomó medidas en favor del sector agropecuario y financiero contrasta con la gradualidad y el alcance de la transferencia de recursos a los sectores populares. ¿Qué otro camino podría haber tomado Cambiemos para “normalizar” la economía? Fotografía: Télam

Por Nahuel Lag

“Championship of economic reform.” Con una metáfora futbolera, de esas que entiende el expresidente de Boca y presidente de la Argentina, el titular del bien pago fondo buitre NML Capital, Paul Singer, celebró el rumbo que tomó el Gobierno de Cambiemos. Devaluación, eliminación de retenciones, suba de tasas de interés, apertura de importaciones, desregulación de mercados y endeudamiento, más suba de tarifas y despidos públicos. Esa sería una sintética enumeración del plan ejecutado por el Gabinete nacional —integrado en un 70 por ciento por funcionarios provenientes del sector empresarial—, que por el momento se tradujo en ganancias para el sector financiero y agropecuario, inflación récord, caída del poder adquisitivo, ausencia de créditos para la producción y recesión económica. ¿Hay relación entre el rumbo económico y la “herencia kirchnerista”? ¿A qué costo prometen bajar la inflación? ¿El ajuste era el único camino? ¿Es posible la profecía del crecimiento, la inversión y el empleo en el segundo semestre?

UNA DE HEREDEROS

“Hablan de ajuste…”, se quejó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, durante su primer informe ante el Congreso, dos semanas atrás. Y señaló al “déficit fiscal récord” heredado de los años de gestión kirchnerista como la causa. Para Pablo Manzanelli, investigador en Economía de Cifra-CTA y Flacso, el déficit fiscal primario heredado por Cambiemos se encontraba “en el 2 por ciento del PBI; un nivel maniobrable y similar al de muchos países centrales”.

Manzanelli propone mirar desde otro plano la película económica: a partir de 2008, la crisis internacional transformó el viento de cola en viento de frente, las exportaciones cayeron y las inversiones también. “Se puede ver la etapa final del kirchnerismo como un festival del consumo y en eso el origen de todos los males. Pero esas políticas expansivas del ingreso, para incentivar el consumo y el gasto público, lograron que la Argentina no ingrese en una fase recesiva y crezca un 2 por ciento acumulativo en los últimos cuatro años”, analizó Manzanelli. A pesar del apagón estadístico impuesto por el macrismo, el nuevo titular del Indec, Jorge Todesca, reconoció que la economía había crecido un 2,1 por ciento en 2015 en relación a 2014.

“El problema de la economía argentina no es que el Estado gastaba más de lo que recaudado sino la restricción externa, la falta de dólares. El verdadero núcleo de discusión debería ser ése”, sostiene el investigador de Cifra con una mirada puesta en la matriz productiva del país: “Los sectores que más impulsó el kirchnerismo fueron la industrias ensambladoras: la automotriz y la electrónica en Tierra del Fuego. Industrias muy demandantes de divisas. ¿Cuáles son las alternativas para revertir estas causas? Una es el shock ortodoxo, que implica devaluación, quita de subsidios y endeudamiento. La otra salida es un proceso de desarrollo industrial, mucho más complejo y a largo plazo”.

Mariano Kestelboim, economista y coordinador de Desarrollo Industrial de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SIDbaires), también señala en la matriz productiva el talón de Aquiles, desde una mirada heterodoxa, de la herencia kirchnerista: “Había un modelo que generaba mayor distribución del ingreso en favor de sectores populares, pero no había políticas industriales claras: existieron subsidios al crédito, pero sin especificaciones por sector. Ésa fue la mayor deficiencia del segundo gobierno de Cristina Kirchner: no se tomaron políticas estratégicas de renovación del aparato productivo, a excepción de la reestatización de YPF”.

CAMBIEMOS

¿Cuál fue el camino elegido por Cambiemos para superar la falta de dólares y la alta inflación? Shock ortodoxo. El argumento del “déficit fiscal” y su “solución” vía ajuste y restricción de la emisión monetaria son los estandartes sobre el que se apoya el Ejecutivo para achicar el gasto público: despidos en los organismos estatales, quita de subsidios en las tarifas de electricidad, agua, gas y en el transporte. Mientras tanto, “las medidas que se dieron para los sectores exportadores del agro fueron muy fuertes, de excesivo incentivo, con una gran pérdida de ingresos para las arcas del Estado; lo mismo ocurrió con la eliminación de las retenciones a las exportaciones para las mineras”, advirtió Manzanelli.

En el primer mes de gobierno se redujeron las retenciones a la soja y se eliminó sobre el resto de los cereales, y lo mismo ocurrió con otros productos agroindustriales, además de la supresión de los controles de exportación sobre los cereales y la carne. Eso “trae costos implícitos en el aumento de la inflación”, señala el investigador de Flacso, al evidenciar que los mismos productos que los exportadores venden en dólares son la base de la canasta básica de la mayoría de los trabajadores.

Según un informe de Cifra, el esfuerzo fiscal (3.686 millones de dólares que se dejaron de recaudar vía retenciones) basado en la esperanza de aumentar las reservas en dólares del Banco Central por liquidación de divisas tampoco se hizo realidad: se esperaban 6 mil millones para el 8 de enero y sólo habían ingresado 4 mil al final del mes. Aunque la liquidación de dólares del campo aumentó respecto de 2015, se mantuvo por debajo de las expectativas durante el primer cuatrimestre. Kestelboim agrega que el Gobierno contaba con “la cosecha récord” como fuente de ingreso de dólares, pero “con las inundaciones será difícil”. Según la Bolsa de Cereales porteña la caída será de los 61 millones de toneladas proyectados a 56 millones.

A dos semanas de asumir, el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, había sostenido que la devaluación, el fin del cepo y la eliminación de los controles a la exportación de productos agropecuarios y las importaciones serían “el puntapié para iniciar un sendero de crecimiento”. A principios de abril, el funcionario sinceró en un encuentro con inversores que el crecimiento llegará “como muy temprano” en el tercer trimestre.

En tanto, para el coordinador Desarrollo Industrial de SIDbaires en los 150 días de Gobierno macrista el sector financiero es el gran beneficiado por las medidas aplicadas por el titular del Banco Central (BCRA), Federico Sturzenegger: incremento de tasa de interés, desregulación del mercado financiero, apertura de movimiento de capitales. “Con el argumento de que el problema de la economía es que hubo demasiada emisión monetaria y hace falta parar la maquinita del gasto público, se tomaron medidas que benefician sólo a los bancos. Una importante —ejemplifica Kestelboim— es la desregulación de tasas de interés pasivas y activas, o sea, lo que los bancos cobran y pagan por los préstamos: hay niveles descontrolados de entre el 12 y 13 por ciento de márgenes a favor de las entidades”.

Otras de las criticadas medidas de Sturzenegger —incluso desde el propio Gabinete del PRO— son las altas tasas de las Lebacs, títulos del Banco Central, que alcanzaron un 38 por ciento y bajaron 0,5 puntos en los últimos días. “Efectivamente hay una división en el Gobierno entre una ala productivista, consciente de la situación crítica de producción y empleo, y otra visión monetarista que sostiene que acomodando las condiciones de mercado llegarán las inversiones”.

Para el coordinador de SIDbaires “otro camino podría ser que el BCRA reoriente los ingresos que el sector financiero está duplicando en ganancias desde hace años, a partir de políticas redistributivas, modificación impositiva, subsidios directos hacia las pymes”. ¿Cómo? “Se podría subir la tasa de encaje (N de R: el porcentaje de fondos que los bancos no pueden utilizar y deben dejar como reserva en el BCRA). Eso permitiría que el Central destine esos fondos a la producción”.

El Gobierno anunció en su día 150 (en medio de la prédica propyme para repeler el proyecto que busca frenar los despidos por 180 días) algunas medidas para las pequeñas y medianas empresas: aumento del crédito para inversión y un proyecto de ley con desgravaciones fiscales y la ampliación para la liquidación del IVA. “Es un atenuante claramente. El tema es que debería haber una segmentación que sea progresiva y a favor de los productores de bienes transables (N de R: de intercambio con el exterior). Y el crédito debería ser mayor para los industriales que para el comercio, por ejemplo”, advirtió Kestelboim. Desde la Confederación General Empresaria de la República Argentina (Cgera) destacaron que revisar la presión tributaria sirve para “solucionar esta coyuntura”, pero “todavía falta, porque no se soluciona la suba de costos y la baja de ventas por el menor poder adquisitivo de la gente”.

Respecto del levantamiento del “cepo”, el economista sostuvo que se pasó de “un extremo a otro, cuando se podría haber escalonado la compra de dólares con justificación (N de R: para la producción, por ejemplo) y no quitar las limitaciones, que favorecen la fuga de capitales”. Los datos del balance cambiario del Central en el primer trimestre mostraron la fuga de capitales más alta desde 2009, mientras que los dólares que llegaron del extranjero para inversión se mantuvieron en el promedio de los últimos cuatro años.

La rapidez con la que el Gobierno tomó algunas medidas en favor del sector agropecuario y financiero contrasta con la gradualidad y alcance de la transferencia de recursos a los sectores populares. El proyecto para reintegrar a jubilados con la mínima y beneficiarios de planes sociales hasta 300 pesos mensuales del IVA facturado en productos de la canasta básica fue anunciado el 16 de abril, el mes con mayor suba de precios desde 2002. Ese día, Macri desde un centro de jubilados de Liniers también anunció un pago único de 500 pesos para el mismo sector social.

Sin embargo, la devolución del IVA sería aplicada recién en junio, una vez que sortee los pasos legislativos, donde se agregaron más condiciones para acceder al beneficio. Un informe del centro Cifra advirtió que alrededor del 90 por ciento de los hogares realiza sus compras en locales informales, donde no se utiliza el débito como medio de pago y la devolución del IVA queda sin efecto. Además, en distintos escenarios, el documento señala que para junio los beneficios no alcanzarán a cubrir la caída del poder adquisitivo producto de la inflación.

Con el sector agropecuario y financiero como virtuales ganadores de las políticas de shock aplicadas por el Gobierno en sus primeros 150 días, la presión de los gremios y de la opinión pública forzó una nueva promesa por parte de Cambiemos: el segundo semestre será la meca, con la baja de la inflación (¿a qué costo?) y la creación de empleos (¿con qué inversiones?).

“La devaluación, la modificación en las retenciones y la quita de subsidios en las tarifas fueron la principal raíz inflacionaria. Ese impacto generó un incremento generalizado de costos y un constante reacomodamiento de precios relativos (N de R: relación entre el precio de un producto y los costos generales). El Gobierno apostó a que los asalariados sean los más perjudicados: a medida que los incrementos en los precios de los productos no puedan ser acompañados por su poder de compra: así buscan terminar con el espiral inflacionario”, resumió Kelstemboim. La caída del 2 por ciento en el consumo de alimentos durante el primer cuatrimestre confirma lo expuesto, aunque la inflación aún se encuentra en valores récord.

Manzanelli señaló que, más allá de la visión monetarista del titular del Banco Central, existen otros fenómenos estructurales a tener en cuenta para bajar la inflación: la puja distributiva, la capacidad de demanda de los trabajadores, la concentración oligopólica de los formadores de precios y la inflación cambiaria. “En el kirchnerismo, los precios se subordinaron al crecimiento económico; en el macrismo es al revés: el nivel de precios es la obsesión del Gobierno para equilibrar los precios relativos y la competitividad: confían en que así van a traer inversiones. Pero ningún empresario vendría a una economía en recesión, donde la rentabilidad aumenta por caída de salario y no por demanda interna, además de la falta de demanda internacional por la crisis.”

“Los caminos para solucionar la inflación son a mediano plazo; en el corto plazo es a través de la receta ortodoxa del macrismo. La otra es un programa de desarrollo: uno puede moderar el ritmo inflacionario buscando generar actividades que sustituyan exportaciones, cadenas productivas, intervención del Estado”, abre otro camino el investigador.

“SEGUNDO SEMESTRE”

El gobierno nacional pregona una segunda mitad de año con baja de inflación, pero Manzanelli advierte que, con las paritarias aún sin resolverse, la puja distributiva será “la madre de todas las batallas”. “Si el resultado de las paritarias logra compensar parcialmente el nivel de inflación puede generar un contrapeso a la caída de actividad económica y ése es el gran problema de la propuesta de Cambiemos: si los trabajadores recuperan poder adquisitivo, no podrán bajar la inflación mediante una baja en la demanda. Si las paritarias se resuelven muy hacia arriba puede haber otra devaluación”, advierte el integrante de Cifra.

El economista de SIDbaires amplía el pronóstico: “El salario argentino es muy alto en términos regionales, pero eso no significa que un trabajador tenga mejor poder adquisitivo que en otros países de la región, porque los bienes y servicios medidos en dólares también están altos a pesar de la devaluación; en particular, los costos de los sectores que no compiten con el mercado internacional: bancos, telefonía, comercio e inmobiliario”.

“Los altos costos repercuten en el poder adquisitivo de los trabajadores y en el margen de ganancia que pueda tener cualquier inversión productiva y bajo el modelo macrista, en el cual no se tocan los intereses de las grandes corporaciones, se afecta a los trabajadores: la única solución podría ser una devaluación que lleve el dólar a 30 pesos”, concluye Kestelboim.

El investigador de Flacso y Cifra aporta otra mirada ante el imponderable ortodoxo de devaluar para mejorar la “competitividad”: “En un programa de desarrollo de largo plazo se podría generar competitividad en los sectores clave e impulsar una transferencia de capitales desde el empresariado. En el caso de una industria como la automotriz, por ejemplo, habría que ajustar la integración vertical, los autopartistas, con políticas sofisticadas y realizar una política de sustitución de importaciones”. “El caso de YPF es emblemático porque frenó la fuga de capitales de Repsol, ordenó la red de proveedores y permitió potenciar una mayor integración y políticas de sector”, señala Manzinelli.

En el actual contexto de altas tasas de interés, ausencia de créditos accesibles para la producción, costos internos elevados, inflación y apertura de las barreras de importación, la lluvia de inversiones no aparece en el horizonte de los próximos seis meses. “Hasta ahora fueron beneficiadas las inversiones especulativas, mientras que la situación de los trabajadores empeora y los empresarios, al momento de elegir, optan por poner un plazo fijo antes de ampliar una planta de producción”, sincera Kestelboim.

“La gran cuenta pendiente del modelo kirchnerista y el de Cambiemos es dar estímulos claros en los sectores que no tienen competencia internacional o en los que se generan cuellos de botella de producción o comercialización, que les permite fijar reglas y ser muy abusivos: supermercados, shoppings, telefónicas, inmobiliarios, bancos. A esos sectores habría que disciplinarios y para eso la inversión pública es fundamental”, cierra la grieta.

“Por ahora no se ve cómo cierran las cuentas salvo por el crédito internacional, que significa patear costos hacia adelante e hipotecar la solvencia de la economía. Si la deuda externa trae inversión en obra pública es lo único que puede impulsar un poco el nivel de actividad económica, aunque en un escenario recesivo sólo va a ser parcial. No veo en el programa de Gobierno un plan de crecimiento: existieron en la economía argentina entre 1976 y 1991 procesos de economía estancada con algunos pocos sectores que se beneficiaban: esperemos que ése no sea el destino de la economía actual”, abre el paraguas Manzanelli.