Por Facundo Gari
Fotografía gentileza de Sandra Cartasso (Página/12)
Buenos Aires, julio 19 (Agencia NAN-2009).- La vida, más que la muerte, no tiene límites. Es siempre un “continuará…” en la solapa inferior izquierda de la página de las viñetas que ilustran los pasos eternos. Esa contingencia fue la que llevó a Tomás Coggiola a creer que Comic.ar, el periódico de historietas de publicación mensual que ya va por su segundo número, podía sacudir conciencias acerca el inexorable paso del tiempo. Desde la ficción de los cuadritos, claro. No podía entregar un folletín desgraciado, pues también tenía la certeza de que a semejante fatalidad habría que enfrentarla con una sonrisa en la cara–como saludablemente entienden quienes comienzan leyendo el diario por la parte de atrás–. Tampoco podía entregarse al espectáculo diáfano, moneda corriente de la modernidad. Entonces, se paró frente a una hoja en blanco y mezcló los ingredientes: puso las tiras, formato pospuesto desde el cierre de las editoriales Columba y Record, que publicaban, respectivamente, El Tony y Skorpio, entre otras revistas; luego los chistes, añorados aquellos de Humor y SexHumor (vueltos a añorar tras la muerte del fundador de Ediciones de la Urraca, Andrés Cascioli, hace poco menos de un mes); y por último, no por orden jerárquico, una pluma analítica especializada en la materia.
El paso siguiente fue poblar con dibujantes y guionistas las casillas vacías: Quique Alcatena, Sergio Ibañez, Armando Fernández, Eduardo Maicas, Marcelo Basile, Claudio Kappel, Elmer, Silvestre Szilagyi, Löwy, Rafael Curci, Diego Greco y Alejo Valdearena se hicieron de la partida. También el periodista Andrés Valenzuela, colaborador de Agencia NAN que sedujo a Coggiola por lo publicado en su revista 2.0 Cuadritos (http://avcomics.wordpress.com). “Siempre pensé en hacer un cómic apto para todo público, que no tuviera restricciones de ningún tipo. Buenas historias para que la gente se pudiera entretener”, explica Coggiola durante la cita con esta agencia, acompañado por Basile, Ibañez y Kappel. “En los primeros escritos que presentaba buscando auspiciantes, la premisa era que si la gente está tan familiarizada con los chistes del diario, se puede hacer una revista que refuerce esos formatos”, redondea.
Hacia el interior de esos bordes, Comic.ar ofrece en formato tabloide un arsenal de héroes vernáculos y chistes sobre la cotidianidad porteña: los repatriados Greco y Valdearena demuestran que pueden hacer humor para toda la familia con “Alienígena” y no sólo para los jóvenes, como ocurría con “4 segundos”; en “Dugong y Manatí”, Quique Alcatena dibuja y ¡guiona! su vertiente más nativa (“Travesía por el laberinto”, “Kairak”, “El mago”) antes que la de sus trabajos en cómics foráneos (“Batman”, “Superman”, “Los 4 fantásticos”); “Nahuel Puma” hace las veces del inolvidable Juan Salvo en una Buenos Aires desierta, de la mano de Fernández e Ibáñez; “Nacho Paparazzo”, de Nápoli y Basile, compone la antesala de un reportero gráfico de periódico sensacionalista; y “El exhumador”, de Curci y Fernando Centurión, muestra a un sepulturero poco ortodoxo que revive a los muertos por unos instantes para dejarlos cerrar episodios inconclusos. Para la risa fácil están “Tamaño familiar”, de Kappel; “Humor diario”, con ilustraciones de Elmer; y chistes de todos los colores a cargo de Löwy, Ibáñez, Herni y Maicas.
“Si bien el primero que va a leer Comic.ar es el fan de las historietas, está hecho para que cualquiera pueda acceder. Es que en lugar de achicarnos como profesionales y laburar sólo para los comúnmente interesados, la idea es ampliar los márgenes”, concluye Coggiola.
Desde hace poco más, poco menos de una década, la oferta de cuadritos originarios en los kioscos de diarios y revistas ha ido en declive. El escenario de papel ya no se muestra tan prolífico como cuando la El cobra competía palmo a palmo con Nippur de Lagash, de fondo la Pif—paf publicando material de los syndicates norteamericanos. Incluso, se encuentran menos los libritos que compilan las tiras de los grandes maestros argentinos: sí un “Inodoro Pereyra” (Fontanarrosa), pero vaya a haber un “Oscar, dientes de leche” (Divito) o un “Ramona” (Lino Palacios). Se pone difícil para los nostálgicos encontrar otra obra de Héctor Germán Oesterheld que no sea la magistral El eternauta, tanto que cuántos sabrán siquiera el nombre de otra las muchas creaciones del guionista desaparecido por el terrorismo de Estado en 1977. Sí es posible, mordiendo el polvo de los aleros de lo que “no tiene devolución”, hallar algún fanzine amateur o publicación independiente que, aunque no supere el tercer número, calme la abstinencia de los ávidos.
En este marco, a Comic.ar le basta con tomar distancia de la mítica revista Fierro: “Una y otra revista no compiten, más bien se complementan”, analiza Basile. “Lo de Fierro es más experimental y el que recibe la revista está dispuesto a eso. A medida que esto siga, aquél que vaya en busca de Comic.ar va a encontrar la continuidad de una historia que ya leyó, una historia entretenida y que se lee fácilmente, pero no una propuesta artística desde lo visual”, lo secunda Ibañez. Y, a su turno, teorizan sobre el vacío que ahora intenta ocupar con su flamante mensuario. “Columba era una editorial que en 1978 llegó a vender un millón de ejemplares por mes, de todos los títulos que tenía. Eso generaba un hábito en mucha gente, de ir a buscar historietas. Cuando esa editorial desapareció, la gente que encontró sus revistas en los kioscos no fue más”, simplifica.
Luego, Basile compara: “En el mercado italiano, la editorial más grande tiene 70 años y personajes que salen desde 1940 y venden cientos de miles de ejemplares”. Lo prosigue Coggiola, que reseña: “En Argentina la economía fue crucial. Durante la convertibilidad, un Superman extranjero salía más barato que uno producido acá. Editábamos Mikilo (monstruo cuasi mitológico creado por Rafael Curci, Coggiola y Basile hacia fines de los 90s) y competíamos con una historieta yanqui hecha a todo trapo. Hoy por lo menos existe competencia en el precio, porque traer una historieta de afuera sale más caro. Lo que no entiendo es por qué nadie tomó la posta para reinventar la historieta”.
A no perder la calma: los que se multiplican de forma diametralmente opuesta a la oferta editorial son los dibujantes –no tanto los guionistas–, observan los entrevistados. “Hay muy buen material, de pibes que recién empiezan y ya son unos monstruos”, se maravilla Kappel, que tiene una escuela de dibujo en Colegiales. En la mayoría de los casos, son chicos y chicas que cursan talleres de historieta o autodidactas con escáner, que publican en Blogger o en WordPress lo que dibujan en casa. “En cierta forma la gente se acostumbra a leer la tira apaisada porque es la que mejor entra en la pantalla y, en cuanto a los historietistas, creo que el blog democratizó la exposición. Incluso hay algunos que tratan de hacer una especie de continuidad, de posteo continuo de material, y llegan a ser una revista”, señala el director. Sin embargo, “no es suficiente con estar en el blog: el papel sigue siendo el soporte de la historieta”, subraya mientras sus compañeros cabecean en asentimiento.
“Con Comic.ar queremos lograr que los lectores se apasionen con la historieta, que era lo que nos pasaba antes. Yo leía a Nippur y me quedaba esperando el siguiente número. Lo mismo, si leía a ‘Mafalda’. Creo que eso es lo que tienen las buenas historias”, sella Coggiola. El cronista apaga su grabadorcito a pilas, se pone de pie y es acompañado por los historietistas hasta la puerta. Se despiden. Eso se ve al final de la página. Abajo, en la esquinita, lo que los personajes ignoran, lo que a los lectores transforma en espectadores VIP de Sus Maniobras: un irreductible “continuará…”
Comic.ar:
http://www.comic-ar.com