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Fasu Kanu (o la salvación de Bahía).-

Es indudable que quien viaja a Salvador de Bahía regresa a su tierra con un rosario de anécdotas y experiencias hincadas, como espinas, en la cabeza y el cuerpo. Pero eso a Sebastián Álvarez no le bastó. Se quedó allí, persiguiendo un sueño, el de vivir de su música, de todas las músicas, un sueño que se convirtió en realidad, como demostrará en su show de samba, reggae y (claro) samba-reggae de este fin de semana junto a su compañera en este “matrimonio musical” que es Fasu Kanu, la brasilera Nivia Lima.

Por Adrián Pérez
Fotografía gentileza de Sebastián Álvarez

Buenos Aires, julio 16 (Agencia NAN-2009).- Comenzó en la música “hace mil años”. Buéh, en realidad en 1995. Fue con Pintura Freska, una banda punk formada con compañeros del secundario. En 1998 se mudó a Verónica, una localidad del distrito de Punta Indio, donde conoció al bajista Felipe Galian y armaron Yatay. En 2000, después de un viaje que hizo al Morro de Sao Paulo, le dieron un nuevo bautismo a la banda, bajo el nombre de Fasu Kanu, y comenzaron a hacer más reggae: “Creo que este cambio ya venía en nosotros, y de hecho ese viaje estuvo influenciado por el gusto por la música brasileña. A partir de ahí, el reggae comenzó a ser la espina dorsal de nuestra elección musical. Durante los tres años que viví en Verónica, estudié música en Bellas Artes de La Plata y en 2001 volví a mi casa, en Lomas de Zamora. Ese año llegamos a ser nueve, y le metimos ritmo con la incorporación de un saxo y dos coristas”, recuerda y reseña sobre sí mismo Sebastián Álvarez, socio cofundador de la banda que este viernes 17 a las 22 cerrará su gira por el sur del conurbano en Paraíso Tennis Club (Divisoria y Estrada, Adrogué).

Luego, revelará que el nombre de la banda tiene su propia historia, ocurrida en 2002, cuando los llamaron para tocar con Los Cafres en El Borde, de Temperley. “Antes de tocar nos enteramos de que había una productora llamada Yatay”, explica Sebastián. Y aquí es donde entra Guillermo Schelotto, buen amigo y compañero de secundaria de Álvarez. Cuenta la leyenda que Guillermo se mudó de Lomas a capital y cuando viajaba con sus otros compañeros para conocer el nuevo departamento, se dieron cuenta de que él había olvidado las llaves. Entonces, “El Schelo” propuso visitar un “bar jamaiquino” de Balvanera para hacer tiempo. “Si tuvieras una banda de reggae, ¿como la llamarías?”, le preguntó Álvarez a los dueños del lugar, que en realidad eran de Malí y no de Jamaica. “Fasu Kanu”, le respondieron. “Creo que me dijeron que el significado, en malí, era ‘te quiero mucho’. Andá a saber, por ahí era chamuyo, pero me gustó como sonaba para banda de reggae”, admite Sebastián.

— ¿Por qué el reggae y no otro estilo musical?
— Creo que fue uno de los que más me flashearon desde chico, cuando escuchaba con mi vieja casetes de Los Pericos. Por ahí no eran los artistas que más iban a influenciar mi carrera, pero los escuchaba bastante. UB40 es una banda que hasta el día de hoy me encanta, me gusta el reggae-pop que hacen.

— Parece poco frecuente que un músico entre a un género musical por intermedio de un familiar, y mucho menos frecuente que ese familiar sea la madre…
— Sí. Mi vieja ni siquiera sabía que Los Pericos hacían reggae, pero le encantaba esa onda y la música del trópico. Quieras o no, en una época Los Pericos te introducían al mundo de Brasil. ¿Te acordás de ‘Mi beleza, a natureza eu vi chegar’? Eran los 90s, cuando todo el mundo podía viajar. Pero el reggae apareció en mí más fuerte a los 14, después de escuchar Leyenda, de Bob Marley. Y aunque no me identificaba con el rastafarianismo porque lo percibía como un movimiento un tanto ortodoxo y cerrado, sí busqué indagar en el género.

— Y comenzaste a vincularte con otro tipo de reggae…
— Sí, en ese momento, con Marley, comienzo a escuchar más reggae roots. A esa edad viajaba a las playas del sur de Brasil y el reggae sonaba muchísimo en esa región. Me acuerdo que a los 12, durante unas vacaciones con mis viejos, escuché en una playa a una banda que tocaba «No Woman, No Cry». Eso me rompió la cabeza, aunque todavía el reggae no estaba tan fuerte por estas latitudes como ahora. En ese momento empiezo a correrme del punk y del rock y me vuelco más al reggae. Yo soñaba con vivir en un lugar como el de mis vacaciones y acá me ves.

Ese “acá” es el Morro de Sao Pablo, pero también es Salvador de Bahía, una región que Sebastián bien conoce. Y como todo el que tuvo la oportunidad de ir, él sabe que es indudable que quien viaja a Salvador regresa a su tierra con un rosario de anécdotas y experiencias hincadas, como espinas, en la cabeza y el cuerpo. El carnaval, su música, su gente y el arte que se trajina –y transpira– en sus calles hacen de esa tierra uno de los sitios más mágicos de Brasil. Es, también, un estado que fue dibujado a mano alzada por el pincel de Carybe –un lanusense que dejó atrás el Gran Buenos Aires para abrazarse a las tierras del candomblé y el misticismo africano–, y por la pluma del elocuente Jorge Amado, quien con sus ríos de tinta ilustró la esencia del bahiano en las páginas de Salvador de Todos los Santos: guías de calles y misterios o Capitanes de la arena.

Salvador invade la percepción sin pedir permiso. Esto ocurre en los carnavales de Barra, Campo Grande o Pelourinho, tres circuitos recorridos durante seis días por los embajadores más excelsos de la música de Brasil, donde Ivete Sangalo, Carlinhos Brown, Timbalada y Olodum, entre otros, desfilan en escenarios montados sobre inmensos camiones, acompañados por un selecto grupo de gente que llega a pagar 300 reales para acompañarlos. Pero dejando atrás el misterio y la locura de Bahía, sus infinitas iglesias y ese sincretismo religioso entre la fe católica y el candomblé de la cultura africana, hay que entregarse a un periplo de cinco horas a lomo de ferry, atravezando el mar hasta Bom Despacho y tomando un micro hasta Valença para llegar de nuevo a la estación, el Morro de Sao Pablo, desde donde Sebastián aún responde.

— ¿Estás de acuerdo con que hay un puente entre el reggae y muchos géneros de la música popular brasileña?
— Sí y será así siempre. Precisamente eso es Fasu Kanu, es una mezcla, es amistad. Fasu Kanu será de esas bandas que van a seguir tocando y grabando discos por el sólo gusto de tocar y mezclar estilos. Creo que lo importante de este proyecto es, precisamente, que somos un argentino y una brasilera (Nivia Lima) a los que nos gusta el reggae, el samba, el samba-reggae y la música afro. Nuestra experiencia nace de la música de Bahía, donde hay mucha población negra.

— ¿Su experiencia nace más de ahí que de Marley?
— Identifico el reggae en Marley como una música que él hizo para subirle la autoestima a su gente. Creo que su principal objetivo fue llevarla a todos los rincones del mundo. Tan así fue que hasta compuso «Lick Samba», como guiño al samba brasileño. Tengo entendido que estuvo en Brasil, también. Incluso hay fotos de él jugando al fútbol con Chico Buarque donde tiene puesta la camiseta de la selección de Brasil.

— ¿Qué marcas de la cultura afro encontrás en Salvador de Bahía?
— A pesar de que en el Morro existen grupos de capoeira y una presencia de la cultura afro muy importante, nuestro trabajo aquí fue muy respetado porque vinimos a hacer música de la Bahía, afro-bahiana. Comenzamos haciendo canciones viejas de Olodum, de Timbalada. No vinimos a imponer lo nuestro sino a acariciar la cultura de Brasil, a aprender. Por eso, toda la gente del Morro nos quiere tanto.

— En el camino habrán aprendido muchas cosas…
— ¡Uff! Primero a trabajar como músico. A veces cuando uno está con la cabeza en tocar todos los fines de semana y formar su banda no ve el esfuerzo que hay que hacer. Es como que todo volvió en mí; la experiencia de estudiar, de comprarme instrumentos, todo se materializó en la satisfacción de hacer lo que me gusta en un lugar maravilloso.

— ¿Por qué elegiste el Morro como lugar para expresar tu arte?
— Porque aquí se pueden hacer muchas cosas y se puede vivir de la música. La isla me dio la posibilidad de trabajar, de cumplir un sueño. Por eso me fui, por eso salí; salí a buscarlo y lo encontré.

— ¿No tenés ganas de volver?
— Tenemos pensado grabar un disco en Buenos Aires, en el estudio donde grabamos el primero. Hacer un viaje de experiencia y ver si podemos encajar este laburo de tocar en los bares allá. La idea es ganar experiencia y volver a casa un poco. Pero regresar a Bahía. Fueron muchas las cosas que aprendí aquí. A veces la ciudad te marca un ritmo vertiginoso, una vorágine donde tenés que crecer, crecer y crecer. En cambio, en un lugar como éste se crece de forma natural. Acá los tiempos son otros. Se dan otro tipo de cosas. El axé es el vibrar de este país, el swing de la música de Bahía es un plus. Por más que instrumentalmente seas muy bueno, si no tenés el axé siempre te faltará algo.

— ¿Qué ideas tienen para su próximo disco?
— Queremos que sea un disco artesanal, medio «tercermundista» o «en vías de desarrollo» porque tal vez todos los temas no tengan batería, para economizar horas de grabación. Pensamos en un disco mitad acústico y mitad eléctrico. Me gusta mucho el laburo de producir y organizar el material. Grabaremos covers de Carlinhos Brown, Timbalada y Olodum, entre otros.

— ¿Cuál es el balance del viaje?
— Fundamentalmente: saber que pude llegar a donde quería. Ahora, la inquietud está puesta en mejorar eso y profesionalizarme. Eso es un laburo de ensayo permanente, de tener un buen material grabado para que se abran otras puertas. No hay que «pijotearle» a la música en gastar tiempo y esfuerzo en grabar y ensayar.

— ¿Qué te devolvió la música?
— Buena pregunta. Creo que una gran satisfacción personal. Carlinhos Brown dice que la música es el «cemento social». Para mí es una excusa excelente para juntar amigos. A través de la música me uno a otro tipo de gente. Me encanta compartir lo que hago. A pesar de esa rivalidad histórica entre argentinos y brasileros, con Nivia pudimos formar un «matrimonio musical». Es como demostrarle a la gente que somos todos iguales. Eso fue muy grosso para mí.

— Un poco el mensaje que multiplicaba Marley con su música, ¿no?
— Sí, lo mismo. Por eso tantas ganas de regresar a Buenos Aires a mostrar el trabajo de Fasu Kanu.

La charla con Álvarez se traslada al Bar-restaurant «Piscina», recostado en algún lugar de la Cuarta Playa. Junto a Fernando, uno de esos pícaros que moran en el Morro y que acompaña a la banda durante sus infinitas caminatas por la arena blanca, Agencia NAN y un puñado de amigos de Fasu Kanu, se alejan de la costa para sumergirse en las cálidas aguas brasileñas y dar comienzo a una sesión de mergulho (buceo con snorkel). Allá lejos, de fondo, se escucha la voz de Marisa de Azevedo Monte y una hermosa versión de “Infinito Particular” que brota del bar. La carioca saluda desde la playa con su voz de textura multicolor y deja una invitación: «Vem cá, não tenha medo, A água é potável, Daqui você pode beber».

* Fasu Kanu toca el viernes 17 a las 22 en Paraíso Tennis Club, Divisoria y Estrada, Adrogué.

Sitio: http://www.fasukanu.com.ar