En este último encuentro del año, los responsables de la Fiesta Cósmica compartieron escenario con sus invitados de plástico sub 20 y mantuvieron al público bien arriba en las estrellas.
Por Gustavo Obligado
Fotografía Sofía Miranda
Buenos Aires, diciembre 18 (Agencia NAN – 2012).- Generar una escena en Buenos Aires no es cosa simple. El público argentino, perezoso y haragán, se apabulla entre visitas de figuras extranjeras y bandas nacionales que intentan ocupar los pocos lugares disponibles para tocar. Este combinado se vuelve una situación inestable; una verdadera lucha por hacerse oír. Sobrevive el más perseverante.
A los saltos aparece en escena un cuarteto de apenas siete meses de vida bautizado La Armada Cósmica, que con ingenio supera las adversidades comentadas. La propuesta es simple, efectiva y de dudoso fracaso: rock y fiesta con amigos. Ellos comandan desde principios de 2012 “La Fiesta Cósmica”, un encuentro con bandas amigas que amplía la fórmula de la suya y que ya se repitió, con éxito, en siete oportunidades en La Cigale, en el corazón del centro porteño, un espacio que para fines de este primer año está quedando chico.
En esta ocasión, los anfitriones –“La Armada”, como le dicen sus seguidores– sumaron como invitados a sus colegas Ídolos Plásticos, encargados de dar comienzo a la fecha. La adrenalina por ser la última del año le agregó sabor a un viernes por la noche en el que se combinaban, hasta el momento, buena música, videoclips y mucha, mucha gente. El público cósmico se compone, en su mayoría, de pibes de secundaria y, entre huecos, aparece algún padre curioso.
Arrancaron los primeros acordes de Ídolos Plásticos, trío de raíz blusera clásica y rock desfachatado. Un canto con letra inentendible por problemas de sonido salía de un chico con aires a Dylan, anteojos de sol, remera a rayas, pañuelo al cuello y flequillo entre Stone y Oasis. En algunas canciones se formaron pequeños y amistosos pogos, pero en su mayoría, el público bailó tranquilamente, iluminado por la proyección de un Dvd de Oasis. En algunas canciones, el cantante Julián Sardi sopló una armónica o agitó una pandereta para redecorar con sutileza blusera y rockera. No se puede dejar de mencionar la redondez de las bases de batería de Jerónimo Bujman y las imprescindibles líneas de bajo de Lucio Preciado. Toda la juventud resumida y contenida en tres minutos.
Entre el desarmado y armado de escenario, unos seguidores de la localidad bonaerense de Gerli, zona ramonera del sur del conurbano, sostenían un trapo que exclamaba “La Armada directo al Manicomio”. De fondo, acompañaba un dj set que reunía a Franz Ferdinand, Ramones, Green Day, Sex Pistols y más. El pase gol perfecto para que el cuarteto anfitrión encare su show con el pie derecho.
El líder, Daland, es un pibe alto y esquelético de anteojos alla Liam Gallagher y pelo de amarillo estridente. Lo escoltó Luke, de quien colgaba su guitarra Epiphone Casino para zurdos, lookeado con un vestido floreado. Paz, encargada del bajo, relució una remera de Nirvana y Bechini agitaba exageradamente su cabeza atrás de la batería.
Por momentos, Daland revoleó el micrófono y se codeó con los primeros del público. De a ratos, lució una guitarra Airline roja. Los coros soporte de Luke y de Paz, los cambios de tempo y el desorden entre la batería y la guitarra fueron la demostración de que esta formación conoce lo que hace. Llegó a un transpirado tercer tema, adrenalínico desde el titulo “Revolcarse”. En el agitador “Chupar el Cable” la banda convocó al público a que se mueva más.
Ambas fueron demostraciones efervescentes de un caos controlado por la actitud. Los temas se sostuvieron sobre los tres minutos, para nada puro bardo. El clímax siempre estuvo bien arriba y en ningún momento dudó en bajar de ahí. Las bases garaggeras fueron al frente y los riffs destartalados de guitarra, parientes cercanos de Sonic Youth y El Otro Yo.
Todo este armamento con el que cuenta La armada cósmica le permitió en menos de siete meses llegar a los escenarios comerciales del Maquinaria Fest junto a Marilyn Manson y Slayer, y del Personal Fest. Ya con su propia fiesta en marcha y unos cuantos seguidores les queda esperar a grabar su primer disco.
Sobre el final, la situación se puso incómoda cuando Daland amagó con irse si no le regulaban el sonido. La última de la lista, “Isla Maciel”, terminó con gritos compartidos con el cantante de Ídolos Plásticos y amigos del público con un esperanzador, pero furioso “Todo Cambia”. Así ha de ser, a menos que venga el fin del mundo.