/Archivo

“Un medio de comunicación puede discutir sentidos sociales”

TRIBU_ENTRADA
A 20 años de su creación, Ximena Tordini, una de las participantes del proyecto comunicacional y comunitario, charló con NaN sobre su pasado, presente, futuro y fundamento. Fotografía: gentileza de La Tribu

Por Facundo Gari

Hay que transformar la radio,
convertirla de aparato de distribución
en aparato de comunicación.
“Teoría de la radio”, Bertolt Brecht

Aire. Diálogo. Miguel Angel Solá. Arte. Juan Pablo Sorín. Conversación. Deseos. Fiestas. Debate. Mural. Lisandro Aristimuño. Almagro. HIJOS. Bar. Biblioteca. Mano Negra. Democracia. Hebe de Bonafini. Frecuencia modulada. Autonomía. Formación. Alternativa. Osvaldo Bayer. Esperanza… Es inútil. Enlistar los componentes que hicieron que, a 20 años de su creación, la radio comunitaria La Tribu sea lo que es sería un esfuerzo en vano. Sólo lograría atraer unos cuantos googleos despistados hacia este artículo, que, mas fuera un inventario vasto, seguiría siendo impreciso: los ingredientes no hacen al locro. Pero, además, dos décadas no caben en unas cuantas páginas.

La disyuntiva deja un solo camino, el de siempre: elegir (qué contar). Tal como en 1988 un grupo de estudiantes de las carreras de Comunicación y Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales-UBA optó por sentarse a redactar un borrador de propuesta para crear una radio en esa universidad en lugar de sentarse en la vereda a mirar las ruedas rodar y rodar. Tal como, un año después, escogió comenzar las emisiones de FM 88.7 MHz en la clandestinidad, desde un departamento en la calle Gascón del barrio porteño de Almagro, cuando el Muro de Berlín cayó y el menemismo clavó su banderita neoliberal en la puerta de la Casa Rosada.

Ximena Tordini no estuvo en La Tribu desde el comienzo pero tiene 12 años a cuestas dentro del colectivo, en las áreas de Comunicación y Dirección. No bien inicia la charla con NaN, ofrece “el libro rojo”: La Tribu, comunicación alternativa, una publicación editada hace nueve años que contiene la historia de la agrupación, una serie de artículos escritos por sus integrantes, fotos y documentos. “Así pasamos la parte histórica”, pide y acorta el camino. No con intenciones de desmerecer el pasado de la radio, queda claro, sino es que tanto hay escrito en diversos soportes (sobre la creación de una biblioteca, la realización de fiestas y conciertos en la calle y las cuantiosas participaciones en movilizaciones e iniciativas culturales y artísticas, pasando por la mudanza a la casona sobre Lambaré al 800) que Tordini prefiere abrir el paso hacia otras cuestiones.

—Dos décadas, se supone, implican virajes de perspectiva. ¿Cuál diría que es el objetivo actual de La Tribu?
—En términos de un proyecto general, se mantiene el objetivo del primer día, aunque 20 años después no es lo mismo. En ese momento la radio tenía muchos más rasgos de refugio político y, de alguna manera, se fue abriendo y construyendo círculos concéntricos alrededor, que eso es lo más distintivo. El objetivo fue y sigue siendo tener un espacio de comunicación autónoma que pueda utilizar determinados sentidos sobre la realidad y promover una politización de la vida cotidiana. Lo que cambian son las estrategias, el contexto y los protagonistas.

—¿Cómo se organiza el colectivo?
—Dividimos las tareas por áreas. Tenemos colectivos de Radio, Capacitación, Comunicación, Audiovisual, Administración y el de operadores y operadoras. Dentro de esos espacios se van tomando decisiones. Y hay un colectivo de Dirección, formado por unas quince personas, cuya tarea es articular todas las áreas para seguir buscando el desarrollo equilibrado del proyecto.

—¿Qué diferencia a una radio comunitaria de una comercial?
—Mientras la primera busca vender el producto a un conjunto de anunciantes o de audiencia, la otra es una propuesta comunicacional que se propone generar transformaciones en la sociedad. Desde una perspectiva de análisis político, para nosotros la comunicación no es mercancía. Sin embargo, no todos nuestros contenidos y nuestro modo de producción son alternativos. ¡También damos la temperatura, porque esto es una radio! De todas formas, no es productivo analizar los proyectos de comunicación alternativa como en una foto. Hay que mirarlos en procesos culturales y pensar qué aportan a la construcción de fases sociales anticapitalistas. Tiene que ver con qué consecuencias vas generando como medio y como actor social en relación con otros actores y medios.

—¿Pero qué es lo esencial de lo alternativo entonces?
—Los medios de este tipo, como los de cualquier otro, están trabajando en un campo que es simbólico, que tiene que ver con las relaciones sociales, con la cultura. En relación con todo eso, uno puede medir el aporte que hace para cambiar el mundo. Ponés La Tribu y podés escuchar la misma música que en una radio comercial. No pasa por ahí la cuestión. Fundamentalmente, la comunicación alternativa es anticapitalista. Lo cual no quiere decir que vamos a estar al aire diciendo: “No compre Coca-Cola”. Creemos que un medio de comunicación puede discutir sentidos sociales. A partir de esas conversaciones se pueden construir otros sentidos comunes.

—¿Cómo?
—Uno puede ser protagonista de su vida más allá de lo que el sistema le dice y promete. Se puede crear un medio de comunicación propio y vivir de él. Es mentira que la única salida laboral sea trabajar en Clarín o ser pasante en Olé. Es romper con esa lógica, ésa es nuestra principal intención: transmitir que es posible construir tu propia vida de una manera solidaria, equitativa, justa y que no reproduzca relaciones de explotación, discriminación ni otros estereotipos.

—OK, pero, no por pesimismo, el mundo no se puede cambiar sólo teniendo un medio alternativo…
—¡No es posible cambiar el mundo haciendo ninguna cosa sola! Tampoco es posible hacerlo tomando el Palacio de Invierno. Tiene que haber millones de hombres y mujeres que lo quieran y lo hagan. No se cambia ni con una radio ni con una manifestación ni con cualquier cosa aislada. El mundo cambia en la medida en que las personas protagonizan procesos de cambio. Los medios tienen un rol en esos procesos de cambio, que son larguísimos. Uno puede cambiar su vida para vivirla lo más parecido posible a lo que uno desea vivirla. Pero sí es un cambio tener un espacio de trabajo autónomo, sí es una revolución no tener que vender la inteligencia a un multimedio. Primero es esa revolución: la libertad antes que el confort.

—¿Cómo se vincula y concibe lo político desde un espacio cultural y artístico?
—Tratamos de pensar la política como un espacio para compartir sueños y hacerlos posibles, no desde el clásico programa de partido izquierda. Es una estrategia producto de una reflexión. Pero no es que pensemos que el “deber ser” de la comunicación alternativa tenga que ver con asociarse a determinados movimientos. Algunos lo hacen y otros no. En ciertas épocas, La Tribu lo ha hecho y en otras, no. Por ejemplo, el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) existe hace casi 20 años. Son 9 mil familias organizadas para defender sus tierras del avance de los agro-negocios y, a partir de ello, se fue construyendo un reclamo más amplio en torno a la reforma agraria y la soberanía alimentaria. Hace seis años que ellos llevan adelante un proyecto de red de radios campesinas y hacemos ese trabajo en conjunto, con la instalación de las radios y la capacitación de las comunidades.

—En la Argentina aún rige la Ley de Radiodifusión de la última dictadura militar, aunque modificada por numerosos decretos. ¿Qué postura tiene La Tribu frente al Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual del Gobierno nacional?
—Lo apoyamos. La Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), de la que somos parte, hizo una serie de aportes que presentamos en el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer). Sobre todo pedimos que se precise la idea de “medio comunitario”, que en la ley está incluida entre las asociaciones sin fines de lucro. Los medios comunitarios son un sector específico que tiene características propias y que, por su historia y función social, deben tener una preferencia por sobre otros medios sin fines de lucro, partiendo de reconocer que todos ellos son igual de legítimos. También pedimos que los concursos para acceder a una licencia y los pliegos sean distintos. No queremos que haya una adjudicación directa de la licencia, sino que haya concursos que no estén hechos con el mismo pliego que los del otro 33 por ciento. A veces la adjudicación directa depende de quién es tu amigo y ese no es un criterio por el que haya que pelear. Si hay adjudicaciones directas en los lugares donde no hay competencia, sí, pero no en un lugar como la Ciudad de Buenos Aires.

—Desde la dictadura a esta parte pasaron varios gobiernos democráticos, ¿por qué se tardó tanto en discutir esa herencia?
—Porque las corporaciones tienen más poder que la sociedad civil.

—¿Y ahora no?
—Sí, el proyecto aún no está presentado en el Congreso. No soy ni más ni menos optimista. Sabemos que está escrito, nos parece que está bueno y quisiéramos que se apruebe. Si el Gobierno lo va a hacer o no, no lo sabemos. Pero es lo que hay.

—Hace ya más de un mes, un periodista de La Tribu fue detenido en la manifestación posterior al desalojo de la agrupación Huerta Orgázmika, de Caballito. ¿Cómo evalúan la política cultural del Gobierno porteño?
—Como todo lo que hace (el jefe de Gobierno porteño, Mauricio) Macri. No sé si tiene mucho sentido ahondar en la crítica. El tiene una visión absolutamente mercantilizada de la cultura. Es espectáculo, es 10 mil personas en un lugar viendo a un artista, cosa que no está mal, no es algo que de por sí sea criticable. Está bueno un recital gratuito en el Obelisco. El problema es el marco en el que se inserta eso, en el de la destrucción total de la auto-organización cultural. Utilizan a Cromañón como una excusa tremenda para justificar la persecución a todos los espacios autónomos. Porque escondido detrás del discurso de la seguridad está la persecución de los espacios. En Buenos Aires llueven los desalojos y persiste la comercialización absoluta de los lugares. Sobre el cierre de los espacios autónomos han prosperado los emprendimientos comerciales, cuatro o cinco boliches que se llenan de plata. Eso es lo que ha hecho Macri. Y ha hecho cosas peores, como la destrucción del sistema de educación pública, que tiene consecuencias muy profundas en la sociedad.

—Por último, la típica pregunta del balance…
—Nos enorgullece ser un proyecto colectivo, estar al aire todos los días, todo el día. La Tribu es una radio en donde hay 500 personas por semana trabajando. Nos enorgullece haber ayudado a muchas radios a existir. Y también que el proyecto sea el mismo pero que haya ido sumando capas que lo enriquecieron mucho. En el futuro, nos gustaría que se pueda escuchar mejor, que más gente elija La Tribu en lugar de una radio comercial. También, estar económicamente mejor, porque es un proyecto sostenible pero al mismo tiempo es muy débil y requiere mucho esfuerzo constante.