Por Esteban Vera
Buenos Aires, agosto 17 (Agencia NAN 2009).- Del divino y salvador semen del Pocho, un futbolista rollinga con “capacidad eyaculatoria fuera de la común” y una “exuberante virilidad” que salvará a los elegidos del fin de mundo, trata Las Pochoeaters (Algarabías), una novela cien por ciento absurda y disparatada del dramaturgo y compositor Gonzalo Demaría. Cuando las ventajas del semen y de la fellatio ya habían sido señaladas por expertos en sexualidad y practicantes, una cofradía gnóstica de gays asegura la salvación que brinda la secreción del nuevo mesías. “¡Oh, Pocho, danos tu leche salvadora!”, reza la secta. Sí, el Edén no está ya en el ascetismo religioso, sino en el sexo oral y el consumo de los fluidos corporales del Salvador Espermático. En ese tono se despliega la historia de Demaría, privilegiado que tuvo, a los 15 años, la supervisión de Roberto Cossa.
La revelación espermática de Demaría podría ser vista como un peligro para la fe católica y sus instituciones.Operan/operarán organizaciones influyentes y secretas de la Iglesia Católica, cruzados jesuitas, Opus Dei, contra lo que puede ser una amenaza ideológica para la cristiandad. Quién lo sabe. No importa
. Más allá de las especulaciones, Las Pochoeaters es una parodia de los best sellers de crímenes, teorías conspirativas, sociedades secretas y códigos milenarios, uno de cuyos exponentes más renombrados de los últimos años es la novela (y posterior película) El código Da Vinci (Dan Brown, 2003). Claro, sin el halo de seriedad que quisieron colgarse alrededor esas producciones literarias (¿?) y cinematográficas. Sin caretas, la novela de Demaría es un libro pochoclero, como ocurre con los textos de Dan Brown y sus mimesis hollywoodenses. Aunque, es justo decir que la novela entretiene mucho si se la lee como una distracción.Astivia, un profesor especializado en latín y literatura grecorromana, inicia una investigación detectivesca por la que llega al corazón de una secta de homosexuales que busca la salvación. Travestis, peluqueros, intelectuales y jueces integran la organización gnóstica, descendiente de generaciones anteriores que tienen como fin terrenal succionar el pene de los elegidos para trascender la materia, pasar a otro plano y salvarse. Y la última deidad está reencarnada en un futbolista, “un ídolo de barro y semen, una deidad popular”. La cofradía sólo está integrada por hombres, porque las mujeres son consideradas “débiles por reproducir”. Y aún más endebles, los hombres que tienen relaciones heterosexuales.
El profesor, junto a una rolinga de sonrisa careada que acaba de salir de un reformatorio, emprenderá la búsqueda del Santo Grial (Espermático) que lo llevará desde Azul, pasando por un local de flippers de Liniers, hasta unas ruinas jesuitas en el norte de Santiago del Estero. La clave está en los papeles de un profesor sueco especialista en religiones antiguas que muere al poco tiempo de llegar a Buenos Aires, unos manuscritos que terminan en las manos del acartonado profesor Astivia, que se propone investigar qué hay detrás del hallazgo.