El cantante y mentor de la banda de reggae Riddim, nacida en 1995 en Congreso, recibe a Agencia NAN antes del show que realizará mañana en La Trastienda. Y justifica la reciente firma de un contrato con una empresa discográfica: “Vivíamos con más planillas de Excel en la cabeza que componiendo. Mientras no nos toquen la parte artística, está todo bien”, afirma. También rememora el caso de gatillo fácil de Jorge García Barrera y subraya que aunque no se considera un “profeta”, siempre tuvo “la idea de escribir letras con conciencia”.
Por Adrián Pérez
Fotografías de Mariano Iñiguez Buenos Aires, junio 25 (Agencia NAN-2010).- La puerta de entrada se abre y sobre la pared se muestra una extensa repisa de madera negra que presenta una variedad de intérpretes de los ’70 y ’80. Es como si en el viejo caserón de techos altos rebotaran las voces de Stevie Wonder, Curtis Love, Burning Spear y Denis Brown, todas juntas, en una polifonía inabarcable. También andan por ahí, haciendo lo suyo, el “reggae de blancos” del Prodan de Divididos por la felicidad o el Sting de Reggatta de Blanc. Años y artistas, todos, que habrían de delinear los primeros pasos de miles de jóvenes en el acercamiento a un género que se atesora en jardines primitivos. Un día antes de que asome el solsticio de invierno, Pety, cantante y mentor de Riddim, recibe a Agencia NAN en su casa de Villa Urquiza. El frontman se mueve a gusto por los laberintos de la memoria y entre mate y mate construye una arqueología que incorpora soul, funk, salsa y cuanto estilo o artista se conecte con la música negra, la espina dorsal del reggae.
Antiguas bandas y cantantes de la escena jamaiquina y londinense que supieron performar su camino artístico. Con la necesaria curiosidad de quien camina la vida buscando, cultivó un paladar musical propio durante la escuela secundaria, no compartido con el resto de sus compañeros que “estaban en el boludeo de Miguel Mateos, Zas”. De su padre heredó el gusto por el jazz, cuando ya escuchaba discos de Los Beatles y música instrumental. Y de Alfredo, un amigo de la infancia fallecido recientemente, el disco
Triple Sandinista de The Clash. “Eso sí que era bueno de verdad”, menciona, con un dejo de nostalgia en la mirada.De Sumo dice que le “voló la cabeza” en 1985 cuando los vio en Cemento con apenas 16 años. Si bien, en ese entonces, el país transitaba por una incipiente democracia, Pety recuerda que por aquellos años había mucha razia en los recitales. “Los milicos levantaban a los pibes de los boliches y los llevaban directo a la central policial para ser retirados por el padre, tutor o encargado”. También rememora la emergencia de bandas como Geniol con Coca que bullían entre las misas punks en La Capilla, las varieté en el Parakultural o La esquina del Sol. “Geniol era un mimo que andaba con la cara pintada de blanco, y entre tema y tema, durante los shows de Sumo, salía al escenario y se divertía jugando al yo-yo –recuerda–. También hacía la segunda voz en ‘La rubia tarada’ cuando cantaba ‘un pseudo punkito con el acento finito.’”
Luego de algunas iniciativas efímeras y de viajes para acceder a discos que no llegaban al país, el vocalista pensó en armar un nuevo proyecto con un elenco más estable. “En el ’94, viajé a Jamaica y volví con la cabeza cambiada. Luego me fui a Londres, de donde regresé con la cabeza más cambiada todavía”. Esa fue la motivación para armar Riddim, que se llamó así porque el cantante buscaba una palabra que estuviera emparentada con el género. “Recuerdo haber visto, en un video del Reggae Sunsplash ’82 a una banda que se llamaba Blue Riddim Band. Fue ahí cuando decidí que ese nombre iba justo para una banda de reggae”.
— ¿Cómo funcionaba la escena del reggae por esos años? Imagino que el circuito sería casi imperceptible.— La banda se formó a fines del ’95 y debutamos a principios del ’96 en el Teatro del Plata. Recuerdo que ese día tocamos junto a Nuevas Raíces. Esa noche musicalizaron Pablito (Molina) y Fidel (Nadal), con quienes nos conocíamos del under. En esa época, el público que asistía a recitales de reggae estaba compuesto por bandas que iban a ver a bandas; éramos cinco o seis grupos y nos íbamos a ver entre todos. Muy pocos lugares nos abrían las puertas para tocar porque, como no éramos conocidos, no convocábamos demasiado. — Finalmente, y después de 15 años de formación, acaban de firmar contrato con Tocka Discos para el lanzamiento de Donde brilla el sol. Eso le resta autonomía a la banda.
— Sí, pero ya no podíamos tener cinco discos, un DVD y administrarlo todo nosotros. Vivíamos con más planillas de Excel en la cabeza que componiendo. Llegó un momento en el que pensamos: “Si sacamos un disco nuevo vamos a una compañía y que lo laburen ellos porque si seguimos así vamos a terminar internando al manager”. El chabón tenía que buscar fechas, conseguirnos una sala de ensayo, fijarse cuántos discos habíamos vendido desde el primer álbum y a qué distribuidora se lo había dejado. Era una locura. Entonces recibimos dos o tres llamados de la gente de Tocka Discos y decidimos firmar contrato. Pero si firmamos con una compañía y nos obligan a cambiar de estilo, no me interesa seguir en la banda y supongo que dejará de ser Riddim. Mientras no me toquen la parte artística, está todo bien. ¿Querés hacer un video y ubicarlo en un canal de deportes? Hacelo, eso no importa mientras el mensaje y la música no cambien y tenga la meta que tuvo siempre. — Más allá de haber editado el último disco con ese sello, no dejaron de tocar en locales chicos como Zadar, en Wilde, o Peteco’s, en Lomas de Zamora.
— Con la firma, lo único que cambió fue que nuestras canciones giran en la rotación de las radios. Si vas a ver a Riddim a San Justo, te vas a dar cuenta que somos los mismos que tocábamos ahí hace cuatro años. En realidad, es una puertita que abrimos para ver si nos escucha más gente, si crecemos en cantidad de público. La banda sigue siendo Riddim. Trabajamos con los mismos quince amigos de siempre con los que vamos y venimos para todos lados. La difusión fue lo único que nos interesó. No tenemos muchos beneficios extra. Algunas personas nos comentaban: “Riddim, los escuché nombrar, es la banda que toca todos los fines de semana”. Ya parecíamos una banda de cumbia (risas). Al no tener compañía que nos empujara, tocábamos viernes, sábados y domingos. Esa era la única forma que teníamos para promocionarnos. Ahora hay gente que conoce el corte de difusión pero que no sabe que lo hacemos nosotros. — ¿Se consideran puristas dentro del género?
— El reggae es sumamente importante para mí. Desde que supe de qué se trataba, de qué hablaba, qué significaba en lo rítmico y en lo espiritual, trabajé para respetarlo un ciento por ciento. Igual todo está muy manoseado porque al hacerse masivo se bastardea. — Pero ese manoseo también llegó de la mano de la improvisación y la irresponsabilidad de otros géneros.
— Eso pasó con Cromañón, que hundió al rock y lo llevó hasta al segundo subsuelo. El rock barrial hizo estragos: doscientas familias quedaron hechas mierda. “La banda más bengalera”. Destruyeron a doscientas familias, arruinaron no sólo al rock sino a la gente que trabaja para el rock. Tenemos que dejarle un mensaje claro y copado a la juventud.
— ¿Sobre qué cimientos se construye ese mensaje?— Hay que cortar un poco con la birrita en la esquina del barrio. Tenés una banda y me hablás de tomar una birrita en la esquina mientras el otro me habla de tomar vino en cajita. Pero todos hablan de lo mismo. “Estaba el diablo mal parado en la esquina de mi barrio”. ¿Qué me estás diciendo con esa letra? “Andate a dormir vos, yo quiero estar de la cabeza”. Yo no quiero estar de la cabeza, quiero estar consciente. ¿Eso es lo que les dicen a pibes de catorce años? Yo quiero hablar de amor, de paz. De seguir adelante pese a que te tiren toda la mierda encima. — Y hablando de seguir adelante, en su segundo disco compusieron “Remando”.
— Esa canción se llamó así porque sacamos el disco mientras nuestro amigo De La Rúa nos había dejado el dólar a cinco pesos. En ese momento, estábamos grabando y teníamos que pagar el estudio en dólares. Tuvimos que pedirle plata prestada a amigos. No sabíamos si íbamos a sacar el disco y la última letra que escribimos fue “Remando”, que habla precisamente de “remar aunque el mar hoy no esté calmo” y te de el viento en contra. Vivimos una situación muy fuerte que cambió por completo el concepto de la canción. — Resignificación que llegó con la historia de un pibe asesinado por el gatillo fácil en la provincia de Buenos Aires.
— Sí. La de Jorge García Barrera. Era un chico que jugaba al fútbol en San Miguel y escuchaba nuestra música. Mientras estaba en una parada esperando el colectivo con su novia, pasó un Corsa con tres policías de civil que molestaban a la chica. Jorge les pidió que la dejaran tranquila y ahí nomás lo balearon. Todavía recuerdo cuando el tecladista me llamó a casa para pedirme que pusiera el noticiero. Lo primero que pude ver fue a una chica llorando y un cartel que decía “Pueblada en Pablo Nogués por el gatillo fácil”. Estaba leyendo la letra de “Remando”; era la hermana que había recibido una carta de Jorge con la letra de la canción. Lo cuento y se me pone la piel de gallina. Me acuerdo de su cara leyendo la nota para todo el pueblo. “Remando” pasó a representar muchísimo. Ahí fue cuando pensé que la letra había servido para algo porque el pibe se descargó con eso. Fue la última carta que le había enviado a la hermana, que estaba viviendo en España. Eso nos mostró que estábamos haciendo las cosas medianamente bien, que no estábamos escribiendo giladas. Hace poco organizamos un show en San Miguel en homenaje a Jorge y estuvimos junto a su familia. Fue muy fuerte encontrarme en el escenario cantando la canción y ver fotos de él en una pantalla. Esos son los momentos en los que la música te marca. Si bien fue a raíz de una historia muy triste, te motiva a seguir adelante. Y aunque no somos profetas, siempre tuvimos la idea de escribir cosas con conciencia y de decir algo copado en las letras. — Hablando de profetas, Riddim grabó en dos oportunidades junto al poeta dub rastafari Benjamin Zephaniah. ¿Cómo fue trabajar con él?
— Benjamin vive en Londres y es una persona increíble. La primera vez que vino a Argentina fue en 1993 cuando el Consulado británico lo trajo para hacer una performance de poesía sobre bases dub y a capella. Cuando regresó en 2000 estábamos grabando Roots, Riddim, Reggae y lo invité a cantar “Truth Revolution”, que fue el primer dub poetry nacional. El metió su poesía encima de lo que tocábamos. En 2002, mientras estábamos grabando Remando, volvió a traerlo el Consulado británico a la Feria del Libro y le dije que estábamos grabando de nuevo. Entonces, se vino al estudio a cantar dos temas: “Letting off steam” y “Having a word”. Zephaniah es una persona que cuando está de gira visita colegios y cárceles. Que un tipo así grabe dos temas con nosotros en Argentina fue importantísimo. Creo que meter en el primer disco un tema de él fue algo así como una bendición. — Además de Zephaniah trabajaron con otros músicos destacados.
— Alejandro Sokol grabó en la canción “Restos vivos” incluida en Remando, que ahora tiene otro significado también. Sokol era una persona que amaba el reggae. Un día fui a la casa de un amigo en común, llega Ale escuchando un discman y me dice: “Pety, mirá lo que tengo”. Estaba escuchando a Joe Gibbs, un jamaiquino que debe haber editado un disco y medio. Y me pregunta: “¿Sabés quién es este tipo? Es el maestro de Bob Marley”. Y no se equivocaba porque Gibbs fue el maestro de canto de Marley y Peter Tosh. Alejandro era un tipo que escuchaba muy buena música. Agarraba una guitarra y te entretenía hasta las tres de la mañana. — No satisfechos con ellos, trabajaron con el multifacético Mikey Dread, ingeniero de sonido, cantante, productor, locutor y uno de los mayores innovadores dentro del reggae.
— Tocar con él en Preparen, apunten, fuego fue el pico máximo de la banda. En 2006, se presentó en Argentina en el marco del Oye Reggae V, el último que se organizó en Córdoba, en Villa Rumipal. Nos escribíamos vía mail. El fue el primer artista jamaiquino que tuvo página web (http://mikeydread.com). Estaba loco por la tecnología. Lo contacté mediante su sitio para decirle que sería bueno que hiciera una gira por Latinoamérica y llegara a Argentina. Y me contestó él mismo, agradeciéndome el mensaje y resaltando la emoción que le provocaba saber que alguien en Argentina tenía todos sus discos. “Me gustaría verlo para creerlo”, me dijo (risas). Y me aseguró que si yo lo conectaba con algún promotor, podría contar con él. Al año y medio me llama el promotor del Oye Reggae y me pregunta si tenía pensado un artista para traer al festival. Sin vacilar, le respondí: Mikey Dread. Así fue como participó del festival, donde nosotros fuimos su backing band. No contento con eso, quiso grabar diez temas con nosotros. Lamentablemente, falleció seis meses después. — Por más que el músico se embandere detrás de una independencia a ultranza, todo artista pretende que su arte trascienda los límites de las cincuenta o cien personas que asisten a los shows.
— Para hacer eso tenés que caer con los mismos tres tipos que manejan todo en el país. Ellos mueven la música en todas las FM. Son los que dicen que salió este artista que es mejor y meten tu disco por un año en un cajón. Somos músicos y queremos que la gente nos conozca. Vamos con el “disquito” a la Rock&Pop y les decimos: “Soy Pepe Grillo y los Descalzos”. Les pedimos que pasen uno de nuestros temas y ellos responden que no, que tienen un montón de discos para pasar que envió la compañía, que están en la pila de las cuarenta bandas de siempre (de esa pila, la mitad son de Calamaro porque es lo que vende). Entonces, decís que pagás el espacio para que pasen tu tema y ellos responden que esa gente ya pagó todo el mes. — Mañana presentan Donde brilla el sol en La Trastienda. ¿Tienen pensado un show especial? ¿Puede adelantar cómo será?
— Tenemos pensado hacer dos funciones, una a las 21 para que puedan ir los chicos, y otra a la medianoche. Vamos a tocar los doce temas del disco, más algunos clásicos del reggae jamaiquino (Steel Pulse, The Skatallites y Denis Brown). Como invitados estarán algunos músicos de Dancing Mood y posiblemente se sume Alika. También estará el tecladista de Todos Tus Muertos, Germán Álvarez, que también fue tecladista de Lumumba y Abed Nego, dos grandes bandas del reggae local. Además, pensamos en una escenografía especial con algunas imágenes proyectadas en pantalla grande donde repasaremos la historia de la banda. Más o menos, vamos a tocar dos horas aproximadamente. — Más allá de los compromisos asumidos en cuanto a la presentación del nuevo disco, ¿cuáles son los planes de Riddim para el resto del año?
— Por ahora, seguir tocando mucho. Y aunque nunca salimos del país, hay posibilidades de presentarnos en México, donde hay mucha gente que nos escucha. Lo sabemos por la cantidad de mensajes que llegan a nuestro sitio web. Si llega a darse, sería un golazo. En quince años nunca nos tomamos un avión. En principio, sería para agosto o septiembre, dependiendo de la cantidad de fechas y de la posibilidad de tocar en un festival de reggae donde ya se presentaron Alika, Fidel o Los Cafres. Pasa que nosotros recién nos estamos haciendo conocidos a partir de este disco y el lanzamiento del video de difusión “Hey Bredda”, donde participaron Fidel y Mariano (Dread Mar I). Para fin de año tenemos pensado organizar un show importante para los quince años de Riddim. Riddim: http://riddim.com.ar