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sobre llaneros atrapados en peleas de frontera

reseñas

Imagen: Altocamet

Llanero (Geiser, 2017), Diosque

 

Cada vez más alejado de las etiquetas superfluas, Juan Román Diosque vuelve a las plataformas con un álbum de melodías y raigambres híbridos que se revuelven en un affaire explícito de synth-pop latino, folcklore en clave dubstep, baladas mainstream y ritmos del altiplano corte iPod en la cintura. Un universo heterogéneo sonoro inyectado por palabras amasadas en el barullo de las ansiedades y pasiones, en el clamor de los arrabales palermitanos y el flow inquieto de la patria grande.

 

Tras el fragor de Constante, Diosque ratifica que es un hacedor de canciones de poesías bailables. Producido por Jean Deon y Marcos Orellana (Onda Vaga), Llanero cuenta con la participación de la mexicana Julieta Venegas en la romántica “Toca mis huesos”, que vimos nacer hace tiempo ya. Sustentado en un tracklist de diez canciones, el compositor tucumano abstrae sus dramas e inquietudes y nos propone un recorrido de liberación y expropiación./WalterSosa.doc

 

 

 

3 Fronteras (Los Años Luz, 2017), Los Nuñez

 

Desde hace dos décadas, los misioneros Juan (bandoneón) y Marcos Nuñez (guitarra) vienen aportando de manera sustancial a la música litoraleña. O, mejor, vienen actualizándola y elevando su carácter. En 2007, debutaron con el disco Tierra de agua y luego llegó Chamamé (2011), dos magníficas obras presentadas en ambas ocasiones bajo el trío Los Nuñez y Ruiz Guiñazú ( percusionista). Pero ahora acaban de lanzar su primer disco como Los Nuñez, a secas, esta vez con el acompañamiento del percusionista Facundo Guevara y el contrabajista Juan Pablo Navarro, dos experimentados músicos a la altura de la propuesta. Editado por el sello independiente Los Años Luz, el resultado es un trabajo sólido (en la composición), potente (en la interpretación) y emotivo (en la búsqueda sensible) que conecta un paisaje de montes, arroyos, tierra colorada y ríos con la apertura y cosmopolitismo de la ciudad. En principio, el título y enfoque del disco abraza al abanico rítmico y cultural que se genera en la triple frontera que comparten el litoral argentino, el sur de Brasil y Paraguay.

 

Desde ese punto geográfico, Los Nuñez construyen una propuesta musical que enlaza la raíz folklórica de su lugar y se extiende (y entiende) puertas afuera. Lo de ellos tiene sabor a universal; porque se trata de una música abierta, desprejuiciada y espontáneamente vanguardista. No hay oportunismo en plan world music. El viaje instrumental del dúo misionero comienza con la tradicional “Polca rural” (un ritmo característico heredado de los inmigrantes europeos), luego continúa con el encendido chamamé “A Bella Vista” (de Pedro Mendoza), con el inconfundible acordeón del Chango Spasiuk; y sigue con el inspirador gualambao “Tierra de agua”, una composición propia con nostalgia tanguera. El bandoneón de Juan, por momentos, parece navegar por el puerto de Buenos Aires. Hay lugar para la improvisación y el virtuosismo en “La feirinha” (Los Nuñez), para el baile popular en el chamamé “El pasito” (Eustaquio Niño) y el reposo en “El paisa”, otro de cosecha propia.

 

Además, revisitan a grandes autores del chamamé y la música litoraleña como Isaco Abitbol (“Para Nidia” y “Santa Ana Rape”), Peteco Rodríguez (“General Pinedo”), Francisco “Pancho” Casis (“Lagrimas”) y Blas Martínez Riera y Ernesto Montiel (“El tero”). Juan y Marcos son oriundos de la localidad Campo Viera, tierra de cultivos de té y yerba mate, a la que le dedicaron el chotis “Capital del té”. El disco cierra con una versión de lujo de “El cosechero” (Ramón Ayala), con Pedro Aznar como voz invitada y la colaboración de Matías Arriazu en guitarra de ocho cuerdas. En líneas generales, las canciones suenan con cierta crudeza y un sonido natural y orgánico que emula a los toques en vivo. De este modo, Los Nuñez hacen un aporte valiosísimo para mantener en movimiento la música de raíz folklórica y reforzar el buen presente del chamamé, un género antes subestimado./Sergio Sánchez.doc

 

 

 

Atrapando Rayos (Casa del Puente, 2017), Altocamet

 

Las nueve flamantes canciones del trió marplatense se elevan cual simposio exquisito de melodías etéreas que funcionan como capítulos de una atmósfera versátil e hipnótica. La obra se desnuda lenta en un paisaje sin tacto de secuencias, donde géneros y colores se combinan para revocarse entre montañas de nostalgia y nieblas de incertidumbre.

 

Atrapando Rayos es un álbum de texturas infinitas que se conjugan bien con los magentas pardos lisergicos de la tapa. Inicia “Tormenta de Verano”, prólogo robusto y eléctrico de vapores densos que da pie al sintético clima promovido por la post-punk “Glaciar” (rasgos de meleros y division pueden observarse si se aplica mafia). “Carro de fuego” se enhebra cándida entre la voz de Paula Garcia (Sobrenadar) y bases de new wave. La dinastía dynamo subyace en “Vibra en Frecuencia” para llegar al cenit, la canción que le da nombre al disco: un bálsamo de dream-pop para besar amores oníricos. Alegoría hermosa de las conquistas del pasado.

 

El pulso shoegaze va in crecendo desde la post-garciana “No están quietos” y prevalece en la introspectiva “Hemos Cruzado”, con Benito Cerati como artista invitado. “Cuando ya no esté” saca chispa funk y “Persiste” amaga con un caribe efímero para despedirse con elegancia y resplandor. El sucesor de Mas Allá (2014) y del inventario de remixes y outtakes El Ascensor (2017), es el resultado de “abriles y desmayos”, de décadas binarias donde Adrián “Canu” Valenzuela, Mariana Monjeaur y Pedro Moscuzza ratifican que tienen mucha vanguardia que prestar./WalterSosa.doc

 


Pelea al Horror (Pez, 2017), Pez

 

Dieciséis discos de estudio —diecisiete si contamos el flamante Rodar, grabado en conjunto con Litto Nebbia—, dos en vivo—uno de ellos doble, Para las almas sensibles (2005)— y dos registros en DVD; con estos números no se puede negar que Pez es una de las bandas más prolíficas del under nacional.

 

Veintitrés años de trayectoria y aún así nadie sabe cómo va a sonar un nuevo álbum de la banda liderada por Ariel Sanzo: puede tener una impronta folk como Hoy (2010), olorcito punkie como Pez (1998), elegancia progresiva como Quemado (1996) o rabia experimental como Los orfebres (2007), pero lo cierto es que Pez no se repite ni se encasilla, y con Pelea al horror otra vez se salen de su molde. El cuarteto, que sumó a sus filas al tecladista Juan Ravioli, deja de lado el folk con tintes psicodélico-progresivos de El manto eléctrico (2014) y el cancionero relajado de Rock nacional (2016) para volver a adentrarse en terrenos más ásperos y distorsionados. Sin llegar al nivel de metal sabbathero de Volviendo a las cavernas (2011) ni a la potencia de Nueva era, viejas mañas (2013), Pelea al horror pareciera ser el punto justo entre estos discos y los dos que lo preceden (El porvernir de 2009 y Pez de 2010), con canciones que transitan varios estilos que no les son para nada ajenos hasta llegar a «La paciencia de la piedra», una jam psicodélica con aires dub de diez minutos de duración que cierra un álbum redondo y bien rockero.

 

Este nuevo disco de estudio sorprende con algunas reminiscencias a trabajos anteriores de la banda, no solo en cuanto a sonido y estética sino que algunas canciones directamente dialogan con el pasado de Pez, a tal punto que se intuyen casi como continuaciones o spin off—por utilizar un término cinematográfico que le calza a la perfección— de antiguos temas.

 

Tanto «Maestro linya» como «La estética del resentimiento» (Fragilinvencible, 2000) tienen como protagonista a un linyera libre y feliz en su pobreza en oposición al aburguesamiento del ciudadano de clase media; «1986» remite a «Cassette» (de su disco homónimo del 2010), con referencias a la adolescencia y la rebeldía punk, el cassette como único y verdadero soporte musical y la nostalgia como anclaje sentimental. Por último, «La balada del niño mudo, el perro blanco y la señorita Bettie» (co-escrita con el periodista Fabian Casas, quien además participó en la letra de «Los días poderosos») es una continuación directa de «Bettie al desierto», de Hoy.

 

Pelea al horror es un disco maduro, variado, orgánico y autoreferencial, una nueva piedra que refuerza ese monolito irrompible llamado Pez, erigido sobre los cimientos del rock nacional y llamado a quedar en la historia como una banda de culto./MarceloAcevedo.doc

 

escucha@lanan.com.ar

Nº de Edición: 1792