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cambio de piel

el culebrón de Julián Desbats

Foto: Betman

A Julián Desbats le escriben amas de casa. Al ruso hijo de puta le llegan mensajes privados por Facebook de señoras con hijos para contarle que no pueden parar de escuchar su último disco. “No lo puedo creer… pero al mismo tiempo sí. Yo quiero que mi disco lo escuchen amas de casa”, confiesa. El álbum en cuestión es Culebrón, su segundo trabajo solista. Desbats  —guitarrista de Los Rusos Hijos de Puta, una de las bandas más ruidosas de la escena—, dio vuelta cualquier preconcepto que se podía tener sobre su persona y sacó un disco inspirado en el bolero y en las canciones de amor de todos los géneros.  Si Tarado fue un disco debut oscuro y despojado, Culebrón es el lado luminoso de la luna, un LP sensible y lleno de glamour. “Quería rescatar a esos cantantes románticos. Están Sandro y Leo Dan, pero también Álex Anwandter, Mac DeMarco, Mi Pequeña Muerte, Viva Elástico. Y, bueno, Babasónicos, los románticos por excelencia.”

 

—Cuando sacaste Tarado señalaste discos como 30 minutos de vida de Moris entre tus principales influencias, en Culebrón te inspiraste en canciones de amor…
—Sí, y así como pasó que me encontré con Moris durante un recital de Tarado, ahora pasó que me encontré con (Adrián) Dárgelos. Los fui a ver, pasé al camarín con un amigo y Dárgelos se me acercó. Yo tenía puesto un saco con un pin ruso y me empezó a contar que le interesaba mucho la literatura rusa. Que había ido a Rusia porque quería experimentar el comunismo, pero justo Gorbachov lo dio de baja. Después me dijo: “Me interesa mucho el universo de las mujeres”. Me encantaría que ahora escuche mi disco.

 

—¿Las canciones de amor como influencias surgieron para este disco o siempre te gustaron?
—Son influencias que tengo desde toda la vida, pero para este disco decidí meterme a fondo en ellas. Yo siempre digo que no soy punk. Se me ha catalogado como así por Los Rusos, pero no hacemos punk, y yo vengo de otra escuela. En este disco quería sacarme la etiqueta de de encima. No quiero que me cataloguen.

 

—Pero se pueden entender a los géneros como el punk más por una cuestión de actitud que por un sonido…
—Por eso me parece que Atahualpa es más punk que el estúpido de SidVicious. El primer Dylan también. Quería que me dejen de asociar con ese mote, y creo que lo logré. Mucha gente me dijo que le sorprendió el disco, que no esperaba algo así. Pero a mí no me sorprende, es parte de lo que hice siempre. Otras veces me preguntan: “¿No te da cosa ser tan sincero?” No. Es lo que hay, es lo que me sale. Creo que cuando el artista no es sincero se le nota.

 

—Aunque creaste un personaje para Culebrón
Culebrón lo canta un alterego que es «Zorrito Romancia». Me interesan mucho los alteregos, me puse un traje para interpretar el disco. Pero al mismo tiempo mis discos son un reflejo de mi vida. No puedo inventar cosas, no me sale. Como no tengo plata para ir al psicólogo hago canciones.

 

Si la sinceridad no parece ser una elección para Desbats es porque no lo fue: Culebrón nació de la separación con su pareja. Cada canción fue escrita a flor de piel, con la emoción fresca de lo que pasó. Temas como “Duerme conmigo” y “Dragón de alto vuelo” son vivencia pura, confesiones que todavía no tuvieron tiempo de volverse reflexiones. Por eso es que mucho en Culebrón se siente como una descripción en vivo de su propio proceso de duelo. Encerrado en su cuarto/estudio, Desbats tenía una libertad de 24 horas para grabar lo que quisiera y cómo quisiera. Por eso se refiere al disco como “un vómito”. “Las canciones las vomité. Salían una o dos por día. Hay algunas que salieron al día siguiente de haberlas vivido”, recuerda.

 

—¿Por qué decidiste tocar la mayoría de los instrumentos y grabar el disco en tu cuarto?
—Me dio una sensación de libertad incomparable. Que además creo que potenció el resultado, porque se siente, se huele la intimidad. No tenía horarios ni limitaciones. Cuando me separé dejé todo. Lo único que llevé conmigo fueron mis guitarras y mi compu para grabar. Estuve ocho meses perfeccionando las canciones, buscando que todo suene como quería sin dejar nada que no me guste y estoy contento con lo que salió. Es un disco que me representa en esa época tan oscura de mi vida.

 

—Sin embargo el tema principal del disco no es el desamor sino el amor…
—El amor es una cuestión que me ocupa mucho la cabeza. Es un arma de doble filo que te hace sentir poderoso y después te hunde en el bosque negro de Twin Peaks. Estuve meses hundido ahí, pero este disco me hizo salir. Estas canciones me salvaron la vida. Ahora estoy viviendo esa dualidad, esas ganas de volver a estar enamorado. El otro día pensaba que en realidad estoy más enamorado de la idea de estar enamorado. Por eso soy un romántico. Lo fui toda la vida y voy a morir con eso. Me siento un tarado por ser así, me gustaría ser más frío. A veces lo soy, pero tengo que poner mucho de mí para lograrlo.

 

 

—¿Sentís que las canciones pop de amor son frívolas?
—Totalmente, pero más que nada siento un vacío. Lo veo en artistas que convocan un montón y sus letras me parecen una estupidez. No digo que tenés que decir algo… pero me parece que sí tenés que decir algo. Algo. Creo que está lleno de gente romántica el mundo, pero no todos lo demuestran.

 

—Mucho en Culebrón parece obedecer a una fuerte decisión de no repetirte.
—Respeto mucho a los artistas que mutan disco tras disco. Me aburre la gente que descubre la gallina de huevos de oro y la explota hasta sacarle todas las plumas. Me parece que es muy necesario que cualquier disciplina en el arte corra con un vértigo que la propulse.

 

—Más allá de la sinceridad de las canciones, hay un riesgo creativo en Culebrón, porque podrías haber hecho un Tarado parte 2…
—Sí, me la jugué. Y estaba decidido, no inseguro. “Que digan lo que quieran”, pensaba. El capricho ajeno es indomable. Yo no voy a dejar de tocar la guitarra porque no vaya gente a los shows o porque mi banda no tenga notoriedad. Esto no lo voy a dejar de hacer nunca. En ningún momento tuve timidez o duda porque sabía que no tenía otra cosa que mostrar.

 

—¿Sentís que fue tan drástico el cambio entre disco y disco?
—Sí, pero al mismo tiempo siento que todas mis canciones hablan desde un mismo lugar. Aunque Culebrón sea un disco sin resentimientos, a diferencia de Tarado. Quería que haya más glamour, quería bailar un poco más.También tenía las ganas de salir a defenderlo con una banda, con la que ya estamos ensayando. Ya había hecho demasiadas fechas tocando solo para presentar Tarado. Estaba cansado, sentía las ganas de que haya alguien atrás haciendo barullo conmigo.

 

—¿Con qué te encontraste cuando escuchaste los temas interpretados con una banda?
—Fue una mudanza. Mis amigues de la banda: Mariana, Germán, Figu, Satur y Fradi; son grandes músicos y tienen una muy buena energía. Son músicos que admiro a nivel personal y musical, algo que también me pasa con Los Rusos… Es muy importante tocar con gente que apreciás, que comparta una misma visión de vida con vos. No quiero robots tocando conmigo, quiero poetas. Esta banda es eso. Y los temas están ahí, hay algunos que suenan igual al disco y me emociona mucho.

 

—¿Sentís un deber de hacerle justicia a esas canciones teniendo en cuenta lo personal y sinceras que son?
—En vivo siento una vibración. Hay algo físico, algo liberador, de soltar tensión. Y también uno asume el compromiso de interpretar la canción, de cantarla como amerita, rendirle honor y volver a vivirla. Creo que hay que defender la obra como se la merece, siempre con el corazón en la mano. Más allá de que te lo rompan, yo no veo otra manera. Pero hay algunas cosas que me guardo. Sería muy tonto de mi parte si en un mundo tan despiadado no tuviera una coraza. Pero bueno, una coraza con llave, que solo yo puedo abrir.

 

Julián Desbats presentará Culebrón en la antesala del show de Mataplantas en La Tangente (Honduras 5317, CABA) este viernes 10 de noviembre. Y la presentación oficial será el 8 de diciembre en Ladran Sancho (Guardia Vieja, 3811).
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Nº de Edición: 1802