
P.O.P. A.R.T (Chancho Discos, 2017) Proyecto Da Silva
El quinteto de electropop psicodélico lanzó en agosto de este año su segundo disco, que ya desde el título evidencia una ironía: se ríe en voz alta, con mucha distorsión y sintes, de las mieles del mainstream. El arte de tapa es híper saturado y multicolor, cuasi kitsch, e incluye un póster de una figura espectral que hace la «V» peronista y porta una campera de cuero cual Lorenzo Miguel, pero su rostro es, más bien, el guasón de Heath Ledger. Se plantan con solidez y valentía en una propuesta sonora innovadora, que no busca replicar fórmulas ganadoras del rock o ser la nueva banda que suene en las discotecas. Más bien, se percibe una búsqueda artística sincera que se nutre de la tradición del Trip Rock, del glamrock de David Bowie o de Kraftwerk y todo el krautrock. Así en «TRT» se ponen bien rockeros con un riff que estructura la canción, mientras que en «Despertar» aparece un rock sombrío, con guitarras sórdidas y sintetizadores que acolchonan la melodía. La voz canta de modo machacante «Despertar» casi como un mantra mientras arremete la batería. «Dos pasos más» evidencia su versatilidad, en un tono casi de balada acústica. En «Balas», el sintetizador cobra protagonismo, con melodías casi de spacerock y una batería con reverb latosa. «TKS 7145» bien podría ser una base de The Postal Service. «Especie» es un rock minimalista de ambient, algo susurrado, que resuena a Cigarettes After Sex.
No les da miedo tampoco juguetear con sonidos más pop. Esto ocurre en «Gente correcta», quizás el mejor tema del álbum, en donde los teclados dialogan con la tradición pop argentina (Virus, Los Encargados, Babasónicos, Turf) y, a la vez, intercalan efectos de sintes computarizados —milimétricos— casi como la banda sonora de una película de ciencia ficción con arreglos de coros tribales. Por su ritmo bien podría sonar en una rave hasta el amanecer. La experimentación reluce canciones como «Van», que parece extraída de un capítulo de Twin Peaks por su base electrónica casi de house que conforma un ambiente denso y ralentizado a base de guitarras distorsionadas que por momentos se vuelven imperceptibles. En «K», estalla la psicodelia, con efectos de mezclas, sonidos invertidos, copiados y pegados más arreglos superpuestos de guitarra, en una especie de coda del álbum. Párrafo aparte para el aporte de Ezequiel Spinelli (Mompox) en la producción y de la leyenda Mario Breuer en la masterización. Todo un equipo profesional que dio origen a melodías para dejarse llevar en un viaje lisérgico sin retorno./Pablo Diaz Marenghi.doc

Las Pruebas Destructivas (Laptra, 2017) Bestia Bebé
En el imaginario de Bestia Bebé coexisten gajos que no se van a manchar nunca: la posibilidad de la amistad, el apego futbolero y la devoción por las películas de acción. En su tercer disco de estudio, la banda de Boedo recicla de su cantera algunas melodías que en la biaba de los arreglos se acecharon más nítidas. Con el riesgo de perder la semblanza hitera todavía lejos, Tom Quintans y compañía descargan un tracklist de nueve canciones de melodías propicias y letras de pases cortos precisos.
El riff inicial insinúa brit-pop porteño. Suena “Otro Villano Más”, uno de los dos adelantos que junto a la esplendida “El Amor ya va a llegar llegará” (“True Love Will Find You in the End” de Daniel Johnston) sirvieron de trailers para esta nueva etapa. En el medio se metió “El Monje”, oda al mejor jugador de la historia de Francia. La velocidad guitarrera se replica en “¿Dónde están mis amigos?” y su consiguiente himno del aguante.
El miedo de quedar «arafue» de la Copa se presume como guión de cine Clase B en “Sombras del Mal”. “Todo Mejorará” enarbola el cenit del repertorio y es un tema que bien podría prestarse como remake de “No Tengo Nada” de Embajada Boliviana. El punk y género terror se muestran sinérgicos en “Fin de Semana de Muertes” para terminar en el track homónimo, se escucha flamante y amistoso como en un radiograbador doblecasettera. La manija sigue y afuera, en el patio, con los pibes de toda la vida, el brebaje oscuro de los sábados. “Mi amigo, no te olvides de mí”, rezan./Walter Sosa.doc
Donde los pájaros sienten temor parte 2: Conspiranoia (Chancho Discos, 2017) Proyecto Quasar
Este quinteto rockero de Morón viene recorriendo el andar hace una década y en su nuevo álbum, la secuela de Paranoia (2016), le dan rienda suelta a un rock clásico de guitarras y teclados con toques de psicodelia, rock valvular y algunos destellos de jazz rock y arrabal (en una evidente influencia del tango de Astor Piazzolla en sus cadencias melódicas). Seis temas les alcanzan para pintar un universo en donde reúnen letras breves y sencillas con algunos dilemas existencialistas. Sus temas oscilan por diferentes climas, suben y bajan en intensidad hasta que la voz, la viola y la batería estallan (en un recurso que por momentos se siente algo repetitivo, como en «Respira»). Los arreglos en las voces son notables, demostrando la potencia vocal de su cantante, Emanuel Loyola.
Hay algo de la vieja escuela del rock progresivo, léase King Crimson, y una pátina de influencias que van desde Pink Floyd hasta Radiohead, banda que los músicos admiten, en diferentes entrevistas, haber curtido en su adolescencia. Esto se evidencia en los temas más largos del disco: «Conspiranoia», de nueve minutos, y «El hada cósmica», de once. El primero expone un tono arrabalero en el fraseo, cambios de climas constantes, acordes de jazz rock y algo de los temas extensos de Led Zeppelin con diferentes pasajes emotivos y climáticos atravesados por diversos solos de viola que sirven como pausas. Los teclados remiten al rock nacional clásico. El último tema del álbum tiene bajos de jazz rock, arreglos de voces sutiles y es de lo más rico armónicamente. Se luce la batería al fundirse con los demás elementos armónicos de la canción. El sonido, en el último tercio de esta canción, se torna más espacial.
«Silencio» tiene algo del ritmo de bandas como Pez. «El silencio ataca, las palabras vendrán», cantan en la letra y parecen estar hablando de ellos mismos. Algo en el canto remite a Corvata de Carajo. La canción va subiendo y bajando de intensidad, hasta que la guitarra revienta todo. El toque distintivo lo aportan la voz procesada y el final guitarrero bien psicodélico. Manejan ciertos contrastes: intercalan una balada acústica como «Brisa» con un rock potente y old school como «Ser». Por su intencionalidad evidentemente renovadora del rock, por no querer enclaustrarse dentro de lo establecido, corresponde destacar a Proyecto Quasar como una banda que supo consolidar una propuesta sonora bien rockera, experimental y polisémica digna de ser escuchada; dignos exponentes del agite del oeste./Pablo Diaz Marenghi.doc
Kawaii (Independiente, 2017) Luciana Tagliapietra
Después de haber creado uno de sus discos más ambiciosos, Luciana Tagliapietra decidió volver a lo escencial. Casi cuatro años pasaron desde La luna (Independiente, 2013), el disco producido en los estudios Melopea, con la participación del mismo Litto Nebia y más de 29 músicos en vivo.
Del tiempo pasado surgió la suposición de que Tagliapietra se estaba preparando para una producción incluso más grande. Pero en Kawaii, la independencia y el minimalismo son los ejes que rigen la producción de este cuarto disco de estudio. Y Tagliapietra no necesita mucho más para demostrar que su fuerza siempre estuvo en la síntesis de sus composiciones. El sonido electrónico de Kawaii lo hace un disco sin precedentes en la discografía de Tagliapietra, un desapego del sonido acústico que se había vuelto característico en ella.
En su mayoría producido y mezclado por Ignacio Molina, la instrumentación se rige a base de beats firmes y sintetizadores envolventes. Esto lleva a Tagliapietra a experimentar con nuevos estilos, como el beat semi-cumbiero de la intro de “Los Santos”, los samples vocales de “Estoy pensando” o la melancolía sintética de “Canción Uno”. Esta traducción de cuerdas acústicas a teclados MIDI en ningún momento se siente forzosa. Al contrario, da cuenta de que la sensibilidad por el pop bailable siempre estuvo presente de alguna manera en la música de Tagliapietra.
Por más que el sonido haya virado a un costado más electrónico y pop, Tagliapietra encuentra una constante en este cambio: su forma de componer. En los ya ocho años desde su debut, Tagliapietra logró construir de a poco un estilo propio y atrapante a la vez.
Kawaii puede ser el trabajo que logra demostrar esta evolución de manera más accesible. En la síntesis de sus letras y la elección justa de palabras, el universo de Kawaii está motivado por emociones situacionales, retratos de lo cotidiano cargados de subjetividad. Por primera vez, Tagliapietra permite mostrarse cursi y esperando “florecer la primavera”, o “enferma / tirada llorando en la plaza”. Confirmando el presente y apostando al futuro, Kawaii condensa todo lo que Tagliapietra es y todo lo que quiere ser. /Eric Olsen.doc
Guerrera/Soldado (2017, Independiente) Nahuel Briones
En 2015, este artista sorprendió con El cruce de los unders, un disco que reunía un reparto coral de músicos, una estructura multifacética en el vivo (Orquesta Pera Reflexiva), producción del mítico Jorge Álvarez y hasta un sample de la voz de Rodolfo Walsh en un tema. En tiempos en donde se discute todo el tiempo acerca de la muerte del disco y de lo efímero y fragmentario del consumo musical, Briones lanzó un disco conceptual. Guerrera/Soldado es un contrapunto entre dos polos: lo masculino y lo femenino, la guerra y la paz, la vida y la muerte, lo apolíneo y lo dionisíaco, lo andrógino y lo heteronormativo.
«Acepto como soy o voy al gimnasio. Me quiero morir», canta Briones en «Sailor Moon», una frase que identificará a más de uno. Sorprende con un ritmo latoso y una melodía exquisita, en donde el fraseo hace avanzar a la canción, mientras se ríe de las ironías millennials de las redes sociales y los smartphones, y un notable aporte de Lucy Patané en guitarras. Los temas de Guerrera son luminosos, poperos y con mucho glam (como «Guerrera» o «Zig Zag», con muchos sintes y una letra que reflexiona sobre la vida y la felicidad). Las composiciones de Soldado son la voz de un ser acongojado, doliente, que sufre por amor y, a la vez, canaliza su angustia por caminos oscuros. Esto se nota en «Juguetitos», un rock con mucha guitarra oxidada y toques bluseros («Nena no dudes en llamarme si estas en problemas»). Desde lo musical, son temas mucho más despojados (por momentos guitarra, voz y alguna percusión mínima), como «Carpediem» o «Basura Blanca». Se nota el trabajo en las letras. Lo que se dice no da lo mismo. En cada tema hay alguna reflexión interesante sobre el amor, la vida o la muerte. También el soldado cuenta historias border: aparecen las pastillas, el neuropsiquiátrico, el reformatorio, el alcohol. Por ejemplo, en «Martes de mediodía», con una melodía bien popera y bellos arreglos de violines. Briones canta: «Y hoy veo a Buenos Aires como un campo minado: un mapa de los sitios que ya no voy a volver a frecuentar». El tema que cierra Soldado, y cierra el disco, es toda una declaración de principios (con cita a «Aullido», de Allen Ginsberg mediante): «El mundo está lleno de hermanos siameses unidos por el corazón que se pueden separar y nunca se dieron cuenta. Yo te entrego mi mano sincera, vos la escupís y la cortás. Me cuidarías mucho más si fuera una droga».
Amor, mucho pero mucho humor, desamor, tragedia cotidiana, una poética de lo marginal y un abanico de arreglos, sonidos, texturas que van del folk al blues, del indie rock al tecnopop, convierten a este disco en fundamental y en uno de los mejores del año. Briones ratificó lo hecho en su disco anterior, donde dio un salto hacia la experimentación sin límites, y se atrevió a perfeccionar el género canción mediante influencias variopintas. Cada letra es estéticamente bella y connota potente en sí misma. Además, la música está a la altura. En tiempos en donde a veces lo que se dice se vuelve un mero accesorio, o se escribe a las apuradas antes de entrar a grabar, vale la pena destacar la poética de este autor (y Diego Fantín que aportó en «Cuervos»). Guerrera/Soldado es una sana muestra de que el formato disco aún tiene muchas historias para contar./Pablo Díaz Marenghi.doc
Nº de Edición: 1805