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sobre discos sin dueño y cosas fabulosas

reseñas

El disco robado (Independiente, 2017) Placard

Este disco, además de siete canciones, contiene una historia particular. En abril de 2015 sufrieron un robo en su sala de ensayo y perdieron instrumentos y la computadora en donde se encontraban grabando su disco. Con el apoyo de familiares, fanáticos y amigos, más algunos eventos solidarios, la banda logró reunir fondos para hacerse de recursos musicales de nuevo y decidieron afrontar la re-grabación de sus melodías sustraídas. Así nace El disco robado, editado de manera independiente con un formato físico bellísimo que incluye, en la portada, el espejo retrovisor de un auto extraído por algún amigo de lo ajeno y, en el interior de la caja, pedacitos de (atención) billetes de 100 reales. La banda parecería estar dando muestras de una lección aprendida en estos años: no importa lo material, a fuerza de cariño, solidaridad, ganas, huevos y ovarios uno puede conseguir lo que sea.

 

Vamos a lo propiamente musical. El comienzo es demoledor, con «Bien adentro», un rock contaminado de britpop donde se luce la voz de Laura Carbajal al frente. «Me iré» es un rock and roll rutero con una letra mántrica: «¡Me iré a vivir al fondo de una casa con fuego todo el tiempo y alguien como vos!». La guitarra resalta con un solo vertiginoso promediando la canción. «Flecha Rota» es uno de los puntos más altos del disco. Comienza con un pequeño arpegio y la voz de Carbajal casi susurrante, sensual: «Vamos hacia allá / vamos eso creo quiero dejarlo todo / hacerlo de otro modo emprender la ruta al fin / encender la voz en mí y saber lo que a mí me puede conmover». Aquí se condensa el imaginario Placard: los avatares del amor (sus ascensos, descensos y rupturas) y los viajes (avanzar y retroceder, reconstruirse, la tranquilidad después de la paliza). El cruce de voces de Mike y Carbajal sobre el final, con la línea de bajo de fondo y la viola acechante, marcan el clímax. Ellos son como hermanos: componen la lírica y la música de la banda y, al mismo tiempo, la banda sonora de una amistad que ya lleva años. La banda se completa con Félix Salotto en bajo, Juan Martín Perelló en batería y Juan Manuel Hequera en percusión.

 

«Divo», instrumental, marca un punto medio lisérgico, con toques de psicodelia y stoner. Las seis cuerdas vuelven a ordenar el tempo y la melodía en «Es mi turno», una canción con un ritmo más clásico de rock. Carbajal va al frente y parece cantarle a un amor con determinación: «Vas a jugar / aunque no quieras vas a jugar / y es mi turno ya / es mi turno ya ya no cierro las persianas / enclavadas las pestañas hurgando en cada una de tus vértebras / es mi turno ya «. De nuevo el amor, el camino recorrido y la transformación se juegan en la letra de «Tengo miedo»: «Quiero comenzar de nuevo / quiero volver todo atrás, quiero comenzar de nuevo/ solo puedo volver atrás, tengo miedo de que escapes y me digas que ya es muy tarde». Todo parece una carta y esto no es casual: el disco anterior de Placard, Amor en el fin del mundo (2013), venía en un hermoso packaging en forma de epístola. El ritmo, de nuevo, se vuelve más crudo y valvular. El cierre, con «Playa», revisita uno de los lugares comunes de la canción popular, desde Donald hasta Los Abuelos de la Nada: «Ay, qué calor en la ciudad / en la ciudad no aguanto más / ¡ay, qué calor en la ciudad!», pero con la tónica característica de Placard: rock y amor expansivo./Pablo Díaz Marenghi.doc

 

 

Dueño no tengo (Independiente, 2017), Don Olimpio

“Me interesa que muchas voces me habiten”, entiende la cantora catamarqueña Nadia Larcher, una artista revelación en materia de música popular. Si bien Larcher se destaca por una voz poderosa, enraizada y natural, en este disco logra integrar un trabajo colectivo en el que cada músico aporta de manera armónica su impronta, su mirada y su talento. Entonces, hablemos de Don Olimpio, que se completa con Juampi Di Leone en flautas, Federico Randazzo en clarinete, Santiago Segret en bandoneón, Juan Manuel Colombo y Leonardo Andersen en guitarras, Diego Amerise en contrabajo, Agustín Lumerman en percusión y Andrés Pilar en piano, arreglos y dirección.

 

Se trata de un ensamble con colores orquestales que aborda la música de raíz folklórica a través de un repertorio poco habitual: recopilaciones de Leda Valladares (como “Dueño no tengo”, “Viditilla”, “Adiós pueblito de Iruya” y “Tan alta que está la luna”), una versión excepcional de “Ay paloma” de Félix Dardo Palorma (con Larcher exponiendo una interpretación vocal en sintonía con lo mejor de la tradición folklórica argentina), “Maldita huella” del notable guitarrista Carlos Moscardini, “Arbolito del querer” del recordado poeta chaqueño Aledo Meloni y el compositor Coqui Ortíz, la clásica “Vidala de la copla” del Chango Rodríguez. Sigue con “Por seguir” del siempre presente Raúl Carnota y una composición propia a dos manos entre el guitarrista Juan Falú y el pianista Andrés Pilar, “Rodar la voz”. En suma, un cancionero discutido, pensado y construido a fuego lento a través de charlas, investigaciones y largos ensayos./Sergio Sánchez.doc

 

 

El calladito (Independiente, 2017), Pachi Herrera

En su segundo disco, el músico y compositor jujeño afianza su camino como creador de nueva música andina. Entre taquiraris, sayas y carnavalitos, el charanguista sorprende con la potente “Saya de la vida”, la comprometida “Carnavalito jujeño” (compuesto con Adrián Temer), la cálida “El calladito” (con letra del poeta Maxi Ibáñez) y la introspectiva “Vuelo natural” (compartida con Emanuel Orona). Se destacan también la saya “Tiempo al tiempo” (Ulises Hermosa-Gonzalo Hermosa), “El chipaqueño” (del compositor jujeño Gustavo Patiño) y una canción compuesta junto a Marino Coliqueo de Che Joven, “Mi viaje de soledad”. Y aparece un gesto algo clave que comparte con gran parte de los músicos de su generación: la interpretación de canciones nuevas creadas por cantautores contemporáneos provenientes de todas las regiones del país. De este modo, el jujeño afincado en Córdoba hace una versión de la nostálgica “Azul de Infancia” (con Paola Bernal como voz invitada) del joven patagónico Ariel Arroyo y cierra el disco con “La nube negra”, del bonaerense Javier Caminos, una canción que apela a la memoria y resuena en estos tiempos agitados. A diferencia del anterior, Variablemente (2015), en el que se le animaba a la cumbia y al blues, Herrera aborda aquí un abanico rítmico más folklórico y tradicional, sin por ello dejar de sonar actual./Sergio Sánchez.doc

 

 

Caete al Casti (Yolanda, 2017) Dolzani / Del Pórtico

El misionero Ignacio del Pórtico y el santafesino Franco Dolzani se habían juntado originalmente para producir el debut solista de Dolzani. Pero el dúo no tardó mucho en encontrar un sonido que respondía más a una visión colaborativa y una sensibilidad en común. De ahí las sesiones comenzaron a redireccionarse hacia la creación de un trabajo en conjunto. El resultado de un mes y pico de sesiones es Caete al Casti, un disco motorizado por chistes internos y experimentaciones sin filtro.

 

La sencillez de la propuesta de este nuevo disco se siente como un respiro en la carrera de Del Pórtico, después de la prolijidad de su disco Regalos del sosiego (Celiac, 2015) o la seriedad de Sobre premios y tormentas (Yolanda, 2017), su último LP con La Otra Cara de la Nada. En la dispersión y fluidez de ideas, Dolzani y Del Pórtico suenan lo suficiente relajados como para abandonar egos y géneros. Caete al Casti tiene ese fluir que permite la sorpresa constante, sin una norma que discrimine qué pertenece y qué no. Hay lugar para participaciones fugaces de Perras On the Beach y Gativideo, para canciones sobre “quedar loco” y mensajes de voz de WhatsApp. Su producción varía entre hi-fi y lo-fi (¿mid-fi?), y hace que se sienta tanto una invitación abierta como un trabajo íntimo al mismo tiempo.

 

Por eso Caete al Casti parece ser un registro más que una obra. Es un experimento fruto de entender la música como parte de la cotidianeidad; de convivir con gente que todo el día está solo pensando en escuchar y hacer música; de un verano con amigos que recién empieza. /Eric Olsen.doc

Ahora imagino cosas (Laptra, 2017) El Mató a un Policía Motorizado

Parte de lo que hace a La síntesis O’Konor un trabajo tan interesante es la cuestión del cambio en el sonido de El Mató. La banda platense insignia del indie local ya había cumplido más de 10 años de vida, y la presión por reinventarse en su tercer LP (o séptimo disco contando los EPs) era considerable. Pero el sonido de La síntesis O’Konor no es otro que el de El Mató: no forzaron un cambio drástico en su estilo, y al mismo tiempo nada suena a algo que la banda haya hecho antes. Las 10 canciones que lo componen registran un crecimiento orgánico, una expansión descomunal en su universo; como si el resultado de esas sesiones en el Sonic Ranch fuese un nuevo fruto logrado con las semillas de siempre.

 

Ahora imagino cosas es el segundo simple del último LP, una pieza central de un disco acerca de la determinación de empezar de nuevo y el sueño de la victoria. La novedad que presenta el simple es “La casa fantasmal”, una de las dos canciones que quedaron fuera del disco y que todavía no habían tenido su estreno (además de “Madre” y “Postales negras” del simple de El tesoro). Por su estructura y letras repetitivas, “La casa fantasmal” se siente como un regreso a la sensibilidad minimalista que había caracterizado a la banda en su comienzo. Las guitarras rápidas que arrasaban con todo en “Ahora imagino cosas” ahora suenan en cámara lenta, acompañadas de un piano enorme y solemne.

 

El single también incluye un acústico de “El tesoro”, grabado en el medio de una gira por México. Esta versión desnuda a la composición de la fuerza original, para revelar un cuerpo más frágil y personal. La voz de Chango mantiene su suavidad y la canción logra dar con un cierre tipo ambient, que se extiende en loop tras loop hasta volverse al silencio./Eric Olsen.doc

 

 

TAPA LA FABULA ROTA

La fábula rota (Pop Art, 2017), Juan Mayo

Desde el pop, el cantautor Juan Mayo despliega una interesante paleta de sonidos que se pasea por el funk, la música disco, el rock y presenta también aires de jazz (especialmente por la presencia de los vientos). La fábula rota es un buen disco de canciones enérgicas y adhesivas, con una voz amigable y variada, y una poética por momentos intrincada y en ocasiones más abierta. En el disco, sobresalen “Las culpas son de las Flores” (que recuerda a Charly García), la sentida “Cantar para los peces”, la inspirada “El primer sueño del último suspiro” (“Todo el mundo sale hoy a encontrarse”, suena casi como un loop imposible de no tararear), la bailable y popera “La fábula rota” con Florencia Ruíz en voces, la compleja “Un amor que no es, es otro que será”, con Maca Mona Mu como invitada, y la ingeniosa “Impasse: merecieron ganar pero no así” sobre la final entre Argentina y Alemania en la Copa del Mundo de Italia ’90.

 

En este trabajo, lo acompañan Javier Mareco (bajo, coros y arreglos), Nicolás Cattaneo (pianos y synth), Damián Carballal (percusión y coros) y Martín González Puiz (batería). Una perlita: el arte del disco evoca a los viejos vinilos y la imagen de tapa retrata a una ciudad erosionada o con caminos inciertos ¿Una fotografía de época?

 

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Edición N° 1816