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Te doy mi palabra: Vivir para contarla.-

El  festival de narración oral, que se desarrolló en varias sedes de todo el país en su décima edición, propone una vuelta a lo esencial: “En lo vivo está lo fundamental para la comunicación humana”, subraya Claudio Pansera, uno de los coordinadores.

Por Soledad Arréguez Manozzo

Fotografía gentileza de Te doy mi palabra
Buenos Aires, noviembre 9 (Agencia NAN – 2010).-  Siempre hay historias para contar. La palabra viva, sin intermediarios, posee esa capacidad de convertirse en un pasaje de ida a otros mundos, es la llave a otras vivencias, es un acceso directo a la imaginación. En un mundo cada vez más estimulado por las nuevas tecnologías, el simple arte de contar sigue su camino. Y cada vez crece más. Narradores orales de varios países le dieron voz a cientos de relatos, desde los cuentos tradicionales hasta la literatura contemporánea, en la décima edición del Festival Internacional de Cuentacuentos Te doy mi palabra. Presentaciones en escuelas, teatros, cafés, más funciones de gala, ámbitos no convencionales y contadas temáticas; maratones de narración, foros y talleres de formación son algunas de las actividades del festival, que durante este año y hasta el 21 de noviembre se desarrolló en varias sedes en todo el país.

Desde el encuentro alrededor del fogón, en la mesa de un bar capitalino y hasta en un colectivo, las personas sienten la necesidad de narrar retazos de vida. Estos cuentos hoy se mueven entre la inundación de relatos audiovisuales. A pesar de la seducción de las pantallas, la necesidad básica de poder comunicarse en vivo con otra persona permanece latente en chicos y adultos. “Se va fijando el rol intermediario de la tecnología para contar, las narraciones dejan de contarse a sí mismas porque son contadas por otros. La sensación que se da al tener contacto humano con el otro se fue perdiendo en muchos casos. Hay un predominio de otras formas de comunicarse, pero en lo vivo está lo fundamental para la comunicación humana”, explica Claudio Pansera, uno de los coordinadores del festival.

Este año, las funciones por el aniversario contaron con sedes en varias provincias y la participación de narradores de diez países: Chile, Colombia, Cuba, España, Francia, Italia, México, Perú, Venezuela y Uruguay. “El número de gente que está narrando es mucho mayor. Desde los grupos iniciales, notamos mucha gente nueva, se van multiplicando los festivales. La disciplina está en un proceso de crecimiento, pero no implica que sea masiva ni muy conocida”, subraya, a modo de balance de estos diez años.

La narración nace prácticamente con la humanidad. Desde los tiempos ancestrales el hombre sintió la necesidad de contar. Básicamente, se trata de una persona que habla y otra que escucha. A diferencia del teatro, el narrador no interpreta un personaje: en un diálogo con la otra persona, el público está incorporado al hecho escénico. Pero allí aparece la magia, en el vínculo con el otro. La voz, los matices, las texturas llevan a vivenciar la historia. “Más allá de los temas, suele influir el cómo está contado. La forma en la que se cuenta capta mucho, el núcleo de lo escénico es el contacto, el enfrentamiento cara a cara, compartís ese momento y magia única, lo que no se da con  un libro, la televisión o las películas”, precisa Pansera. Con el gran avance tecnológico se van generando nuevas formas y nuevos lenguajes, pero para el coordinador, contarle algo a alguien, es acto sencillo y simple, está muy dentro nuestro como seres humanos. Las pantallas no pueden opacar ese brillo.
Lo que comienza quizás con un cuento antes de ir a dormir, después empieza a ser una herramienta para toda la vida. “La narración oral facilita un montón de otras posibilidades como desarrollar la imaginación, estimula el pensar otras realidades, entender que existen otras realidades distintas a las de uno, por eso cuando después se trabaja en escuelas es mucho más rico para los chicos”, apunta Pansera, sobre el Festival, que este décimo aniversario también incluyó las “Jornadas Literarias y Foro Teórico de Narración Oral” y la primer maratón Argentina de 24 horas.
Las narraciones este año llegaron a todos los espacios posibles: hubo presentaciones de cuentacuentos en teatros, escuelas, hospitales, guarderías y cafés, como el proyecto “La Noche de los Cuentos”, en bares porteños, donde se ofrecía a los clientes un menú de cuentos. “Son situaciones de comunicación muy especial que se intentan establecer. Cada lugar que elegimos tiene particularidades propias. Pero hay el vínculo persona-persona está permanente en cualquier contexto: se trata de alguien que está interesada en vos, te quiere contar algo y que no quiere ninguna intermediación en eso. Se conecta directamente”, explica el coordinador. En ese encuentro con el otro, se produce el reencuentro con un mismo, se comparte, se disfruta, se desdramatiza el entorno, y se consigue una sonrisa.
Todas estas actividades dejan un saldo favorable: hubo un crecimiento acelerado de la narración en los últimos años. Esto implica que comience una repercusión en políticas culturales, y la tarea empiece a ser reconocida como disciplina específica: “Antes a ningún teatro le podías hablar de narración, ni pensar que la disciplina mereciera un subsidio. Hoy ya está integrado en los circuitos teatrales”, subraya el coordinador. Con diez años de trayectoria, todavía queda mucho camino por recorrer. Y claro, historias por contar.
* Del martes 8 al martes 15 de de noviembre, habrá actividades en la sede de Mendoza, y del miércoles 16 al lunes 21 de noviembre será el turno de Chaco.
La programación completa en http://www.tedoymipalabra.com.ar/